Pedro Vergara Meersohn
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Pedro Vergara Meersohn

Nací en Chile, donde fui dirigente estudiantil y dejé el país en el 1974, meses después del golpe militar a la fresca edad de 17 años.

De Chile pasé a Argentina y de allí, después de unos 8 meses, a Dinamarca, donde viví por 16 años. Estudié psicología y trabajé en investigaciones sobre temas concernientes a la psicología cognitiva.

Desde Dinamarca me transferí a Italia, donde he trabajado con idiomas y traducciones por más de 35 años. Durante este período, he viajado y vivido en otros países profundizando siempre mi interés por las lenguas, las culturas y la relación entre lenguaje y realidad.

Desde hace ya muchos años escribo poesías y desarrollo temas en forma de breves artículos, que son publicados digitalmente en la red. Mi pasión es la comunicación como proceso interpersonal y todas las posibilidades de malentendidos, que esta ofrece y abarca, postulando que la esencia de lo humano está en los sentimientos, las emociones y la autorreflexión, que desgraciadamente, en muchos casos, no sabemos manejar.

Por eso, nuestra vida interior, se llena de fantasmas, sombras e ilusiones, dejando como única posibilidad de autoconocimiento, el volver siempre atrás y encerrarnos en nosotros mismos, hasta encontrar un poco de luz y una momentánea verdad en reflejos insostenibles. Ser humano es una relación que se autorrelaciona mediante el lenguaje, redefiniendo y redefiniéndose al mismo tiempo, como un texto vivo que busca un presente y sentido.

En este contexto, de reconstrucción retrospectiva y reflexión, la poesía se hace fundamental, ya que representa un vehículo de comunicación, que desde la palabra, transciende la palabra misma, imponiendo imágenes y provocando sentimientos, donde la palabra en sí está sometida y transformada en un instrumento al servicio de la emoción y de una razón «intuitiva», que vive más allá de la racionalidad y el discurso lógico cotidiano y que se nos oculta en el silencio, donde todo inicia y todo termina.

Al mismo tiempo, trabajando con textos, comunicación y cultura nos damos cuenta de que el significado no está en el texto mismo, sino en la recreación de un sentido que es alterado por vivencias personales y la subjetividad. Nosotros somos la lectura de nosotros mismos en una narración que se desenvuelve hacia el infinito y donde conocerse o auto-reconocerse es como una ola en el mar.

Ser, amar, pensar y sentir es siempre una búsqueda, donde a menudo el sujeto también es el objeto de su propia historia y narrativa. Ser una narración interconectada con infinitos textos y, a la vez, capaz de reescribirse a sí misma, como hacemos con la memoria, identidad y la percepción del pasado sin tener control absoluto del destino del proceso y estar, al mismo tiempo, sumergidos en una realidad que se impone, nos arrastra a repeticiones y saltos que son parte intrínseca de la naturaleza humana como una hoja que se lleva el viento y que además sopla, dándose viento bajo las mismas alas.

Con los años he llegado a la conclusión de que el sentido de la vida está en cambiar y que esto requiere reflexión y coraje. A menudo alabamos la coherencia, el permanecer inalterados en el tiempo, conservando las mismas ideas y posiciones. Esto, en un ámbito donde todo cambia y cada verdad es pasajera y por definición incompleta, nos lleva a una nueva definición del ser, donde el diálogo interno y externo a menudo nos hace equivocarnos y autocorregirnos, sabiendo de antemano que nuestras nuevas «posiciones» son y serán siempre frágiles y fugaces. Por esta razón, mi único credo es la incapacidad de creer en un universo de dudas perpetuas, donde convencerse significa aceptar una existencia de convicciones perecederas. Ser, al contrario, es desprenderse de verdades absolutas y conservar la mente abierta sin ideologías ni cadenas.

Es en la auto-transformación cotidiana que manifestamos el mismo “coraje de ser” y en el proceso nos alejamos lentamente de toda creencia pre-establecida e ideología para volver a vivir, pensar y sentir a la intemperie, porque la verdad no existe en una sola versión, sino en la suma de cientos de versiones que desde sus sombras nos hacen ver la luz. Dios tampoco existe, no existe un credo, sino una multitud, porque la verdad se manifiesta en la desnuda diversidad de una imagen reflejada en infinitos espejos. Por otro lado, ser es un acto contingente y es en la diversidad, intercambio y diálogo que conquistamos el espacio que nos permite crecer.

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