Es difícil caracterizar un neopresidente inmediatamente después de haber asumido su encargo. Pero ya tenemos algunos elementos, que nos permiten una breve descripción: Donald Trump usa un lenguaje de frases cortas, que apela a las emociones con fuertes connotaciones nacionalistas, que, a su vez, es excluyente. Su percepción de la macroeconomía está basada en “modelos” de administración de empresa (microeconomía), donde el objetivo es optimizar los útiles y las condiciones en que se desenvuelve la empresa.

Esto nos lleva a un intento ya anunciado de renegociación de los pactos y alianzas internacionales, sobre todo, a nivel comercial, que tiende a posiciones proteccionistas y aislacionistas. Su visión de la política no está fundada en la creación de consensos, ni en una visión amplia de la sociedad, que reconozca intereses divergentes y donde la palabra clave es: espacio de negociación y equilibrio. Su juego político está basado en una clara distinción entre los malos y los buenos y su frase inicial fue: ahora hay que pensar en los “americanos”, creando empleo, levantando murallas e imponiendo nuevas condiciones.

Su proyecto es de antiglobalización, sin reconocer el alto nivel de interdependencia que existe en la economía mundial. Por otro lado, intentará ampliar el gobierno y su presencia en la economía con inversiones en la infraestructura y otros campos, que seguramente lo apartará de la política tradicional de los conservadores. Su visión del país es autárquica y su lógica es la del juego de suma cero. Es decir, en cada negociación, hay claro un ganador y un perdedor y esta mentalidad, le impedirá moverse cómodamente a nivel mundial.

Sus problemas mayores serán con la China, país que tiene miles de millones de dólares en títulos de estado “americanos” y que ,indirectamente, ayuda a financiar el déficit comercial del país, que desde hace décadas importa mucho más de lo que exporta, creando condiciones internas que favorecen artificialmente el consumo nacional. Aumentar los aranceles aduaneros, como ha dicho repetidamente, crearía inflación y la sustitución de la importación por productos nacionales es un proyecto que fácilmente puede terminar en un fracaso y que además requiere tiempo.

Mi sensación personal es que mucho de lo que ha dicho e insinuado el neopresidente, será revisto y reconsiderado rápidamente. Hacer volver los capitales invertidos en el extranjero por empresas americanas es un plan que requiere tiempo y tacto y la pregunta es si Donald Trump tiene estas capacidades y si puede o sabe esperar. Los personajes que ha elegido para cubrir muchos cargos ministeriales, demuestran una falta enorme de preparación y esto es ya un indicador de posibles desastres.

En todo caso, su problema mayor, en estos momentos, es crear alianzas políticas fuertes y no perderse en una demagogia vacía sin mostrar resultados casi inmediatos y estas dos dimensiones no son fáciles de conjugar al mismo tiempo. Las interrogantes son muchas: la relación con Putin, con la Unión Europea, su política económica, exterior, ambiental y de defensa, la OTAN y su relación con Latinoamérica, junto con su capacidad de pensar táctica y estratégicamente como un estadista y no como un charlatán.

Medio millón de personas, sobre todo mujeres, manifestaron por las calles de Washington y decenas de miles en otras grandes ciudades, dentro y fuera del país, y el mensaje fue claro. El neopresidente tiene y tendrá una fuerte oposición sea afuera que adentro de su propio partido y las barreras que hay que saltar o superar son tantas y para hacerlo, más que la voluntad, hay que tener una visión clara y la capacidad de hacerla realidad.

Por otro lado, dentro de poco, habrán elecciones nuevamente y, como todo político, en esto también tendrá que pensar. Muchas cosas en breve tiempo y con expectativas enormes de mostrar rápidamente que es capaz de gobernar. Más de cien empresas que conforman la vanguardia tecnológica del país se opusieron públicamente al decreto presidencial de impedir el ingreso al país a los ciudadanos de siete naciones musulmanas y los tribunales han rechazado el mismo decreto creando un conflicto de poderes.

Las contradicciones también han tenido repercusiones dentro del mismo Gobierno entre Michael Flynn, que ha renunciado, y el vicepresidente Pence por una supuesta indebida conversación del primero con el embajador ruso antes de constituirse como gobierno. Por otro lado, una de las figuras de más peso en el gobierno, Steve Bannon, cita imperturbado uno de los ideólogos del fascismo italiano, que creo la base teórica de las leyes raciales, Julius Evola, demostrando que su ideología se funda en oscuras figuras del pasado.

El estilo de Gobierno no es transparente y la política peca de tentativos de imponer leyes poco pensadas, que en vez de gobernar, confunden, a pesar de contar, por el momento, con la relativa simpatía de sus electores y una oposición declarada siempre más fuerte y categórica. Pero las elecciones ya han sido superadas y es tiempo de gobernar con políticas claras y a largo tiempo. Una capacidad que el neopresidente aún tiene que demostrar. Por otra parte, el conflicto de interés se impone como un problema aún no resuelto.