Después de la guerra de los 80 años, que terminó con la liberación de Holanda y la expulsión de los españoles y, con ellos, del catolicismo, devino el triunfo de la reforma y el calvinismo y el país se convirtió en uno de los más ricos y prósperos de Europa. El siglo sucesivo, trajo la edad de oro de la pintura, iniciada con Rembrandt y seguida por Vermeer, Potter y Hals, entre muchos otros. Pintores que liberaron al arte de la religión y se volvieron hacia la cotidianidad, a la vida de todos los días, pintando paisajes, cielos, ambientes interiores, naturaleza muerta y retratos, usando técnicas nuevas y descubriendo luz, espacio y aire. Un mínimo taller hecho laboratorio de nuevas ideas.

Se estima que durante éste periodo existían unos 50.000 pintores activos en el país, cada uno en su atelier, exponiendo su arte y elaborando con nuevos conceptos para satisfacer los pedidos de un público amplio, deseoso de una nueva narrativa e historia, abierta hacia el futuro y el bienestar social. El comercio, navegación y transporte, los gremios y la técnica enriquecieron el país y cada familia podía comprarse un cuadro. Un retrato que hablase de otro pasado, proyectándose en un futuro mejor y sin límites conocidos.

En el siglo XVII se pintaron alrededor de un millón de cuadros en lo que hoy conocemos como Holanda y esta ola de creatividad y nuevos métodos de pintura, convirtió a la nación en un centro fulgente en ideas y realidades que, en muchos casos, gracias a un espíritu práctico, florecieron, creando nuevas posibilidades.

Ámsterdam fue el centro del continente. Allí surgió la primera bolsa de valores. Desde allí se llegaba a las indias orientales y occidentales con nuevos productos, telas, colores, aromas y sabores, que posteriormente eran distribuidos y vendidos en toda Europa y así, como en Florencia, durante el Renacimiento, observamos la creación y consolidación de un nuevo paradigma de vida, más abierto, más ancho y más pragmático y es en este espirito, lejano de dogmas y de absurdas y estrechas ideologías, que aún se vive en la Holanda de nuestros días. La humanidad ha conocido pocos períodos de luz y este es uno de ellos y Holanda sigue siendo una nación a la vanguardia, un foco de nuevas ideas, donde cada día y con perseverancia se construye el mañana.

Pocas naciones en Europa son abiertas y concretas como Holanda. En pocos lugares se piensa el futuro con optimismo y en este pequeño y gran país se piensa en la juventud y se crean nuevas y mejores oportunidades. Una industria que crece y vibra con nuevas ideas, un sistema eficaz, una infraestructura y administración eficiente, una población preparada, a la vanguardia industria con servicios fuertes, han forjado una de las sociedades más incluyentes de nuestros días.

Los Rembrandt y Vermeer de ayer se volvieron artesanos. Los artesanos, industriales y hábiles comerciantes y estos, posteriormente, estudiosos investigadores e innovadores, siempre usando el mismo instrumento y método: el pragmatismo junto con el conocimiento para abrir nuevas puertas y nuevos espacios.