¿Qué es el humor? Un mal entendido, una forma de ver la vida, una interpretación inusitada o una reacción imprevista. El humor refleja la ambigüedad del lenguaje. El hecho de que cada situación pueda ser vista desde incontables perspectivas y el insistir pedante en que toda puerta es o una entrada o una salida.

Nuestro mundo es complejo, múltiple e inestable. Todo cambia en un momento y esta es la gramática de la vida. Por otro lado, vivimos haciendo planes o soñando. Nos imaginamos el futuro y queremos controlar lo incontrolable, pero las cosas suceden y nadie nos advierte o nos las anticipa.

Recuerdo una vez, en uno de los tantos terremotos a los que he sobrevivido, la gente gritaba «¡está temblando, está temblando!», y desde una ventana del tercer piso, alguien exclamó en pijama: «avísenme cuando termine para que me levante, porque no me gusta caminar cuando todo baila y no se sabe que está abajo y que está arriba».

El humor es una capacidad que tiene que ser estimulada, pues nos invita a cambiar rápidamente contexto y ver el mundo con otros ojos. En esto, el humor tiene mucho en común con el arte y la experiencia nos enseña que, si hay que hacer cambiar de actitud a las personas, la vía maestra y la más rápida es usar el humor. En la complejidad de las cosas, tenemos que encontrar la simplicidad, siempre conscientes de que esta, la simplicidad, es un intento que funciona sólo si ciertas condiciones están presentes.

Esta observación me hace pensar que hay que preparar al público y muchos de los esfuerzos de los humoristas tienen esta función: atrapar la atención y controlar las expectativas para producir la sorpresa que hará reír a todos. Una vez, cuando era estudiante, en el teatro, con todas las luces apagadas entra un personaje que cojeaba y caminaba lentamente, trasmitiendo una sensación de tristeza. Cuando llegó al centro de la escena exclamó frente al micrófono, tocándose la cabeza, «puchas que tengo mala pata» y todos rieron. Mi impresión fue que la gracia no estaba exclusivamente en la exclamación, sino en la preparación. En el tiempo que tardó hasta llegar al micrófono, creando toda la tensión que posteriormente fue liberada en la risa.

El humor es el condimento de la vida, podría haber dicho Groucho Marx, el que una vez afirmó que: «fuera del perro, un libro era el mejor amigo del hombre. Dentro del perro desgraciadamente es demasiado oscuro para leer», o «cualquiera que afirme que puede ver a través de las mujeres, se pierde lo mejor». Independientemente de estas pocas observaciones, en toda empresa humana hay siempre algo de ridículo y lo mejor que podemos hacer ante ello es tomarlo con humor y reírnos de nuestras propias limitaciones y vivencias. No hacerlo nos hace perder lo mejor de esta corta vida, cuya seriedad es realmente la peor imposición. Además, para la salud física y mental, no hay nada peor que el malhumor.