Michelangelo Merisi da Caravaggio, Il Caravaggio en versión abreviada. Hombre de espíritu inquieto y alma desolada. Genio de la pintura, maestro de la luz y de la sombra, observador incansable de la especie humana. Conocedor del juego, de las armas, del vino, la comida y los dramas.

Fugitivo de sí mismo y de su sombra. Conoció la pobreza, la riqueza y la fama y cada uno de sus días fue una lucha en contra del mundo, la pasión, los deberes, problemas y las deudas que lo acosaban. De cuando en cuando, arrancaba un espacio al tiempo para llenarlo de belleza iluminada. Sus motivos fueron cotidianos y píos, sus modelos gentes del pueblo y cada uno de sus cuadros es un espejo de una y de todas las almas.

Era el pintor y el motivo, creador y personaje del drama. Dios y victima en su realidad creada de música, naturaleza muerta, de juego de las cartas, de adivinadora de falsos destinos y de santos en medio a una violencia inusitada. En cada pintura, con gotas de luz, nos muestra la tragedia de la vida cotidiana, retratando emociones y actitudes, reflejando en cada rostro realidades profundas y olvidadas. Nadie conoció la vida como hizo él, nadie pisó la muerte antes de pisarla. Nadie supo del vació cuando todo estaba lleno y de la ausencia cuando nadie la esperaba.

Pintor del espíritu herido, desesperado soñador de imposibles mañanas. Cambió el arte, la técnica, la pintura y abrió una nueva era, haciendo del pincel una pluma narradora de cuentos, de sueños, de verdades y, además, una espada cargada de luz, de desdicha y un poco de desesperación y de esperanza. Huia de sí mismo y a la vez se buscaba. Por eso sus cuadros son un retrato de todo lo humano y la imagen oscura y profunda del alma.

Caravaggio, con tres colores sencillos, el negro, el rojo y el blanco, en estos lienzos sin tiempo nos muestra que la realidad está ya cincelada en el ojo antes de la mirada.