Uno de los personajes que se destacó en las matanzas de los aborígenes selk’nam fue un tal Julius Popper, originario de Rumanía, nacionalizado argentino, ingeniero, urbanista, políglota y cuatrero, financiado por latifundistas, sobre todo argentinos. Popper organizó una pandilla de cazadores de hombres. Patricio Manns (1937-2021) escribe la historia de este personaje, que en 1850, según relata el libro El corazón a contraluz, se enamoró de una joven selk’nam albina, que además era chamana.

Según los datos disponibles en la red, los muertos de estas masacres que duraron unos 30 años superaron las 4.000 víctimas. Una de las grandes matanzas hechas en la Patagonia por número y violencia. La población selk'man fue reducida a un centenar de individuos y muchos de ellos murieron por enfermedades contagiosas y las consecuencias de la marginalización.

Los grandes latifundistas en territorio chileno como Menéndez Betty, Sara Braun, José Nogueira, cuyos majestuosos mausoleos decoran el cementerio de Punta Arenas, financiaron el exterminio del pueblo selk’man para apropiarse de las tierras y desarrollar la industria del ganado ovino, que fue el motor de la economía local en esos tiempos. La lengua selk’nam (Ona) es diferente a la lengua de los yáganos, un pueblo que vivía en canoas, nómades marinos, como los alacalufes y que habitaron en los mismos parajes, especialmente en la zona de los canales que dan hacia el Pacífico.

Julius Popper acuñó sus propias monedas de oro de 1 y 5 gramos y para los centésimos de gramo, imprimió estampillas con su nombre, rivalizando la autoridad del gobernador local. Además, contaba con un pelotón de gendarmes y otros desesperados armados de fusiles Remington. Julius Popper llegó a Tierra del Fuego como buscador de oro y encontró algunas minas en las playas de la Isla Grande. Sus estudios de ingeniería y mineralogía lo ayudaron en esta empresa y a los pocos meses en la isla, percibió la posibilidad de explotar las tierras, dedicándolas al ganado lanar, el oro blanco.

Esta ambición lo llevó a ser más duro con los aborígenes que vivían en el territorio y a alianzas con los latifundistas tanto argentinos como chilenos. Antes de llegar a Argentina, Julius Popper había trabajado en los Estados Unidos, participó en los planes de urbanización de La Habana en Cuba, estuvo en México y también en Brasil. Popper se apuró en viajar a Buenos Aires, cuando se enteró de las noticias acerca de los yacimientos de oro en la Patagonia. Algunos lo llamaron «el Rey de Tierra del Fuego» y uno de sus planes fue crear una ciudad que pudiera arrebatarle el dominio comercial a Punta Arenas en toda la región.

Julius Popper muere el 5 de junio del 1893 a los 36 años de edad en Buenos Aires. El certificado de defunción, después de una autopsia, declaró como causa de muerte un derrame cerebral. Posteriormente y considerando además todos sus enemigos, el intento de rehacer la autopsia fue frustrado por el hecho que el cadáver había desaparecido y nunca fue posible encontrarlo. Un personaje que nos cuenta la historia de un territorio, un genocidio y la avidez sin límites de los cazadores de fortuna, sin olvidar tampoco la astucia del protagonista de este grupo. Julius Popper no tuvo problemas en conseguir todo el apoyo económico y militar necesario para sus expediciones y fue generosamente ayudado por cientos de personas con recursos desde Buenos Aires, lo que le permitió crear una empresa de lavadores de oro en el extremo sur del continente americano. Por otro lado, la fama actual del personaje está íntimamente ligada al exterminio de un pueblo y las atrocidades cometidas.

A veces, la historia crea espacios imposibles, donde la habilidad y el oportunismo terminan en tragedias sin nombre que queman como el fuego. Julius Popper encarna la idea del «caudillo», la ambición personal, la violencia sin límites, junto con el delirio, la falta de escrúpulos y la persuasión. Es decir, la funesta figura del «superhombre» con todas sus pequeñeces y contradicciones.