Cambridge Analytica ha usado aproximadamente 50 millones de perfiles de Facebook para influenciar las elecciones presidenciales en los EEUU y el referéndum sobre la Unión Europea en el Reino Unido. Empresas asociadas a Cambridge Analytica recogían los datos a través de un cuestionario, pagando una pequeña cifra a las personas que lo completaban y estas informaciones eran analizadas sistemáticamente con algoritmos especiales para crear un perfil de cada uno de los usuarios y seguirlos en Facebook a fin de monitorear sus posiciones políticas, desplazamientos «ideológicos» y respuestas a ciertos artículos y falsas noticias.

El cuestionario incluía informaciones sobre miedos y preocupaciones, que posteriormente eran utilizados para diseñar estrategias de influencia y calibrarlos con nuevas informaciones, relacionadas con las posiciones políticas de los electores «controlados» y sus movimientos a nivel de opiniones, junto con un perfil psíquico-comportamental. Estos hechos son ya públicamente reconocidos. Facebook ha cancelado las cuentas de los usuarios de Cambridge Analytica, pero no se sabe si esta última ha destruido los datos, tal y como comunicó a Facebook, o si los conserva para mejorar sus técnicas e influir en nuevas elecciones.

Se sabe, además, que un partido político italiano ha colaborado con Cambridge Analytica, aunque se desconoce por el momento el nombre de la organización. Alrededor de esta actividad encontramos personajes como Steve Bannon, exideólogo de la campaña y del Gobierno Trump, autoridades rusas, Robert Mercer, que ha financiado la campaña presidencial de Trump, siendo además un experto en big data y, por último, Aleksandr Kogan, experto en profiling y análisis comportamental, que ha ideado los algoritmos e implementado el programa de influencia política, convirtiéndolo en un negocio.

Los detalles de esta operación han salido a la luz pública después de las declaraciones de Christopher Wylie, colaborador en este proyecto, al The New York Times y The Guardian. Christopher Wylie ha dado a conocer detalles sobre cómo se adquirían las informaciones en Facebook y también de cómo eran usadas.

Estas informaciones, presentan un número de problemas éticos en relación a cómo se hacen las campañas electorales y cuáles son los métodos aceptables y, sobre todo, ilegales en la conducción de actividades «persuasivas». La comercialización de la política, las redes sociales, los análisis de cantidades enormes de informaciones, junto con la posibilidad de seguir paso a paso las opiniones políticas y sus mutaciones en miles de miles de personas reales, usando algoritmos testados, han cambiado la reglas del juego y evidenciado que las opiniones políticas de muchos de los electores son fácilmente manipulables.

Este sector no está claramente reglamentado y seguramente desde un punto de vista cívico moral y también legal estas actividades son no solamente un abuso, sino además legalmente punibles. El Parlamento británico está lanzando una investigación y entre las personas que quiere entrevistar aparecen altos representantes de Facebook, junto con las empresas y personas asociadas a Cambridge Analytica.

El hecho que estos mecanismos y acciones sean ya de conocimiento público implicará una secuela discusiones, investigaciones y procesos que redefinirán la línea entre lo permisible y no permisible política y comercialmente hablando, donde el límite entre persuasión y manipulación será reconsiderado en lo concerniente a la propaganda, que en la era de las redes sociales se hace en manera directa, personal y punible.

Siempre habíamos sabido que la democracia no era perfecta y ahora tenemos las pruebas de sus grandes debilidades y deficiencias. La pregunta que sigue es simplemente esta: ¿qué haremos o podemos hacer para defenderla?