He comprado pan centeno y tofu en un negocio de alimentos biológicos, donde me conocen desde hace ya varios años. Paso por allí los miércoles y los sábados cuando estoy en la ciudad. Además, compro agua en botellas de vidrio para evitar el plástico y avena que consumo en una cierta cantidad. Para muchas otras cosas voy a otro supermercado, que es una cooperativa. Allí compro las verduras y la fruta entre otras mercaderías como queso de arroz vegano, guacamole sin productos lácteos y “leche de avena”. Este último supermercado, que está en un centro comercial, lo visito casi todos los días entre las 8:30 y las 8:45 de la mañana antes de ir a la oficina. Me queda camino al trabajo y siempre me falta algo. No hago compras para muchos días, porque prefiero que todo esté fresco y las visitas a los supermercados me permiten ver otras personas, charlar un poco y seguir el estado de ánimo de la comunidad.

En Italia se vota el 25 de septiembre. El clima está un poco tenso y hay muchos indecisos. Alrededor del 40% de los electores no ha decidido si votar o no. Algunos candidatos ofrecen el cielo y la tierra. Menos impuestos, más trabajo, subsidios de todos los tipos sin considerar la enorme deuda que tiene el país, uno de los mayores problemas que comprometen el futuro de los jóvenes, que emigran en gran número a otros paises europeos, sobre todo si tienen una educación universitaria. En otros lugares ganan más y tienen mejores posibilidades para hacer carrera.

Otro problema serio en Italia es la evasión de impuestos. Las cifras son enormes tanto de impuestos a la venta como de ingresos y esto es una tragedia, considerando que los intereses por la deuda fiscal son altos y los recursos económicos del Estado italiano, pocos. Aquí no se invierte en el futuro y el país está quedando rezagado en actividad económica y productividad. La mala administración en una empresa lleva rápidamente a la bancarrota y el riesgo pone a todos en alerta.

El peligro a menudo es superado, porque el pragmatismo exige cambios. En política, sin embargo, pocos o nadie asume la responsabilidad de sus errores y estos se suman en el tiempo, privando al país de toda ventaja competitiva, que en otras palabras significa pobreza, menos posibilidades para todos y peores condiciones de vida en general. Los sueldos no han aumentado visiblemente en los últimos 20 años. Esta es la triste realidad se ha prolongado por tanto tiempo, que la posibilidad de revertir la situación es cada vez menor. Por otro lado, los políticos son elegidos y esto implica que se paga un precio muy alto por no saber juzgar y votar al candidato justo.

En estos momentos aumentan los precios, sobre todo del gas y carburantes. La inflación ha superado el 8% anual y esto se siente en los supermercados. Al mismo tiempo, aumenta los intereses bancarios y la gente tiene que pagar más sin que esto signifique un aumento de los sueldos. Esta situación crea malestar y protestas. La gente se deja llevar por sus impulsos, votando políticos que en vez de ayudar, empeoran la situación.

Muchos se quejan de las pensiones que son bajas y estas no pueden crecer por el déficit fiscal y al mismo tiempo se favorecen candidatos que incrementan el déficit y su poca credibilidad a nivel internacional hace que aumenten también los intereses de la deuda fiscal, substrayendo considerables recursos a la economía y disminuyendo las posibilidades de beneficiar a corto o medio plazo a los sectores más vulnerables de la población.

Es decir, se vota en dirección opuesta a lo que serían los intereses personales y la capacidad de entender y cambiar esta situación es casi inexistente. La política es irracional y la irracionalidad, autodestructiva. Un círculo vicioso del cual no es fácil salir y el resultado de las elecciones será desgraciadamente la demostración de este fenómeno. El déficit democrático es una carencia cultural.