Hoy cambié de anteojos. En vez de usar los de siempre, me puse unos que compré hace un año, pero que nunca he usado antes. Leo sin dificultad, no me molesta, pero lo que me sorprendió es que tengo que habituarme a ellos. Mi percepción del espacio es otra. La profundidad y la distancia han sido ligeramente alteradas y esto se manifiesta cuando bajo las escaleras y tengo que coordinar actividades viso-motoras, que se regulan inconscientemente en manera pre-programada. Con los lentes nuevos las cosas cambian, no físicamente sino a nivel de percepción y esto me lleva a confirmar una de mis tantas hipótesis: lo que vemos y percibimos en general en el ambiente es el resultado de habernos habituado a ver el mundo en una manera particular, no porque el mundo sea necesariamente así, sino sola y exclusivamente porque estamos habituados a movernos y anticipar hechos y cosas según nuestra memoria y expectativas, usando un modelo mental.

En la vida cotidiana, existe una serie de creencias que nos engañan y una de estas es que el mundo es como lo vemos, que implica indirectamente que todos vemos las cosas del mismo modo porque, obviamente, son las mismas. Pero no es así: cada uno de nosotros vive en un mundo personal, al cual nos hemos acostumbrado por cultura y por vivencias personales y cotidianas.

Pero si uno cambia de ambiente, si llega a un país desconocido y puede hablar con las personas locales, descubre rápidamente que la realidad en ese lugar es vista en modo diferente, que los colores, sabores y perfumes tienen otra valencia, textura y cualidades. Y si después ahondamos en detalles, podremos ver diferencias entre las personas del lugar en relación a sus gustos, sus preferencias y reacciones.

Por ejemplo, la gente que vive en las ciudades no está acostumbrada a los ruidos del bosque y los que viven en el bosque perciben el rojo con más intensidad, en el sentido que lo distinguen fácilmente a distancia. Su percepción del espacio no está estructurada en esquinas y ángulos rectos, sino en linean sinuosas y la profundidad es distinta, menos amplia. Una persona que crece en el bosque tendrá un excelente sentido de orientación, percepción de los movimientos y de los colores, pero difícilmente será un arquitecto.

Una vez, visitando un país del norte de Europa, donde todo estaba cubierto de nieve por más de ocho meses al año, descubrí que los habitantes de la región se orientaban usando criterios que no eran los míos, su modo de hacer un mapa del mundo era distinto y ellos eran menos sensibles a la luz, porque su realidad estaba construida bajo otras condiciones y circunstancias. Estas observaciones, entre muchas otras, me han llevado a pensar que somos prisioneros de nuestro propio mundo y que cada uno de nosotros debe hacer un esfuerzo para salir de él y tratar de entender como los otros ven las mismas cosas para hacer de nuestra realidad una realidad más rica y superar en la medida de lo posible la ilusión y nuestra cotidianidad.

Una vez, visitando un museo con un amigo pintor, tuve la enorme sorpresa y placer de descubrir que él leía los cuadros tratando de descifrar la técnica usada por el pintor y, en vez de hacer referencia a los colores y los objetos de cuadro, hablaba de pinceladas, tonos creados con distintos colores, el efecto de la luz y de la perspectiva y de todas las ilusiones que la pintura creaba en el espectador, ya que muchos de nosotros nos dejamos llevar por la escena total y no por los detalles. Él, sin embargo, deconstruía el cuadro desde un nivel más rico de detalles.

En la escritura y lectura, el mecanismo es similar: el escritor crea expectativas, construye una perspectiva para el lector y lo sorprende engañándolo, ya que el pintor y el escritor saben que nosotros construimos un universo, una historia con las pocas informaciones que nos dan para poder manipularnos, usando como referencia nuestra perspectiva parcial y nuestras expectativas, que son creadas por ellos directamente sin que nosotros lo sepamos. Por eso, pienso que la poesía sea un instrumento para superar y crear nuevas realidades, usando en vez de la tela y los colores, los sentimientos, los anhelos y la memoria.