De tanto generalizar, nos hemos perdido en el mundo y en vez de discernir, englobamos, usando categorías siempre más amplias y con menos significado. Pensar significa entrar en los detalles y el que sabe no habla genéricamente de flores cuando debe indicar una, sino de rosas, lirios y azucenas. El que observa, distingue y una persona informada no acepta juicios genéricos, como todos los islámicos son terroristas, todos los militares golpistas y todos los de izquierda, pendencieros.

Saber también implica incluir, pero esto está basado en una relación formalizada: el gorrión es un paseriforme, porque tiene 3 dedos hacia adelante y uno hacia atrás, un tendón en la parte posterior de la pata que le permite cerrar el dedo de atrás, su hígado no produce vitamina C y por esto tiene que comer frutas, junto con insectos y semillas; además, tienen polluelos altriciales, es decir, que nacen ciegos y sin plumas. Al incluir, en estos casos, anticipamos informaciones sobre un individuo específico. Lo que no hacemos cuando enunciamos que los árabes son fanáticos. Uno, porque no sabemos qué significa ser árabe y el atributo fanático no es descriptivo, sino que despreciativo.

No todos los que hablan árabe son árabes, ya que también tenemos los curdos y no todos los árabes son musulmanes, porque en Líbano y Egipto, como en otros países, existen árabes de religión cristiana, como los cópticos. Los turcos son en su mayoría musulmanes de religión, pero no son árabes y en Turquía existe una comunidad de sefarditas, como también de cristianos ortodoxos, y esta diferencia no los distingue como “no turcos”.

Los primeros emigrantes palestinos en Sudamérica llegaron con pasaportes turcos, porque en ese entonces Palestina era parte del imperio Otomano. Pero ellos no eran turcos, a pesar de que en muchos lugares aún los llaman así. Tampoco todos los españoles eran gallegos y, sin embargo, fueron denominados tales.

Pensar en modo articulado significa distinguir e incluir contextualmente, usando condicionales. Y uno de los instrumentos que usan los manipuladores es una inclusión genérica como: “todos los mexicanos son delincuentes, traficantes de droga y violadores”. Bastan pocos minutos para distinguir quien está manipulando o es, sencillamente, un ignorante. Y este ejercicio mental debería ser practicado por todos. La pregunta en estos casos es siempre en qué argumentaciones y datos se funda la inclusión y en qué medida esta es individual o genérica. Existe un abismo enorme entre decir: “algunos musulmanes son fundamentalistas y algunos fundamentalistas apoyan tendencias extremistas”, que afirmar, descaradamente: “todos los musulmanes son terroristas”. Uno, es por en la segunda afirmación, se subordina el individuo a un atributo no documentado y en la otra, se ultraja un principio fundamental, la responsabilidad penal no es de grupo, sino individual y tiene que ser verificada con procedimientos específicos y predefinidos. No basta una acusación para determinar la culpabilidad, es necesario probarla.

Un análisis breve de las afirmaciones de los manipuladores nos permite reconocer rápidamente un salto lógico en el silogismo: si A, entonces B y también C. Si alguien es musulmán, también es extremista y por consecuencia, terrorista o, como afirma Trump: “todos los mexicanos son emigrantes ilegales y por ende también delincuentes”. Una aberración, como muchas otras, a las cuales nos estamos habituando rápidamente y este es el peligro, porque terminamos sin ser capaces de distinguir entre la mentira y la posible verdad, convirtiéndonos en víctimas indefensas de los falsos predicadores que abundan en todas partes. Afirmar algo, no es poner arbitrariamente 7 palabras juntas, es documentar una relación, respetando la lógica.

Otro factor importante es el uso apropiado de las palabras. Decir un segmento de la población, es un mensaje neutral. Hablar de “hordas invasoras” es una manipulación de la peor clase. Atención a los adjetivos, a los superlativos y sobre todo a los peyorativos, que encierran un juicio moral y apelan al miedo como: “violadores o delincuentes” o lisa y llanamente “flojos, sin ganas de trabajar y con una actitud parasitaria y abusadora que representa un peligro para la sociedad”. Cuando escuchamos estos epítetos, sabemos ya que el que habla no tiene las mejores intenciones.