Millones de personas han seguido el incendio por la televisión en tantas partes del mundo. El hecho ha sido considerado una tragedia, creando en muchos un vacío, París sin Notre Dame no es el mismo París. Las reacciones se hicieron sentir rápidamente. Macron suspendió un discurso a la nación y lo hizo el día después, llamando a la reconstrucción y la unidad. Las noticias y periódicos de todo el mundo reportaron lo sucedido y algunos privados lanzaron la iniciativa de recaudar fondos para la restauración y en pocas horas se juntaron cientos de millones de euro. Y la cifra crece continuamente, superando ya los 1.000 millones.

El incendio ha demostrado una serie de aspectos de mayor y menor importancia. La primera es la vulnerabilidad del patrimonio cultural y la facilidad con que un monumento histórico de dimensiones mundiales puede ser «destruido» por un accidente fácilmente previsible. Esto pone en guardia ciudades enteras como Florencia y Venecia. La primera ya vivió su tragedia con las inundaciones del Arno y la segunda corre el peligro de hundirse en el mar o ser mutilada por las llamas, como sucedió con el teatro La Fenice. Otro aspecto, digno de ser mencionado, es la reacción ante el evento, que se sintió en muchos lugares fuera de Paris, de Francia y de Europa, uniendo personajes y pueblos de opiniones y culturas opuestas.

Otro elemento llamativo o interesante ha sido el modo en que el evento ha resonado entre los usuarios de las redes sociales. Miles de personas han mostrado fotos personales y recuerdos delante de la catedral. En este sentido, el incendio tuvo repercusiones enormes y esto demuestra otro factor, la visibilidad del hecho y su resonancia, que ha permitido recaudar una cantidad enorme de dinero, más de lo que se recoge para un terremoto o para una tragedia que ha puesto en riesgo o costado la vida a miles de personas. Greta Thunberg, la joven ambientalista sueca, exclamó: «ante Notre Dame todos responden y cuando nuestra casa común, la tierra, cae a pedazos, nadie o pocos hacen algo». Aquí entramos de lleno en el terreno de las prioridades. Una catedral de la importancia de Notre Dame contrapuesta al clima y el ambiente, por no mencionar la miseria y el hambre, entre otras deplorables alternativas. Algunos afirman que la reacción es una emoción que no se gobierna con la razón, pero si la vida misma está amenazada: ¿por qué no reaccionamos o lo hacemos con menor participación?

La explicación a esta reacción tan vistosa, que por desgracia no tiene otros temas y problemas, es simple. El incendio de Notre Dame impactó la identidad y el sentimiento de pertenencia de muchas personas. El desastre fue mostrado en directa, sentido y llorado por millones de personas que reaccionaron, proyectándose a sí misma ante la comunidad internacional y participando con sus donaciones. Algo positivo, sorprendente, que espero podamos repetir cuando las víctimas sean otras o ya sea protegiendo los mares y el ambiente. La humanidad que aún se conmueve, espero que lo haga también por problemas que sin duda pesan y cuentan, como el futuro de todos en esta tierra.