El libro Fire and fury, de Michael Wolff, recientemente publicado, es una versión actualizada de Los vestidos del Emperador. En esta nueva historia, el emperador es presidente, no camina desnudo, es solamente un idiota, ignorante, incapaz de controlarse y que sin estar preparado, sin así quererlo, gana las elecciones y se convierte en uno de los fenómenos menos explicables de estos últimos años: una aberración o pesadilla política hecha realidad, donde todo traiciona el sentido común, decencia, lógica y capacidad de actuar y pensar de manera articulada y con integridad moral, mostrándonos, lo que fue una potencia mundial, como un mísero sistema, donde reina, no la razón, sino al contrario, la irracionalidad.

El libro es el último golpe a lo que se consideraba un bastión de la «democracia» a nivel mundial y que no es más que una idioticracia: el gobierno de los necios, donde el futuro es una dimensión que hay que olvidar y el presente es insostenible por su liviandad y falta de valores. El escritor Michael Wolff se proponía describir los primeros 100 días del gobierno y con su acceso casi ilimitado a la Casa Blanca, pudo participar en muchas reuniones y hablar cara a cara con diversos protagonistas de un Gobierno indefinible, caracterizado por fuertes cambios de ruta, inconsistencia y peleas internas, donde el recambio de personas es rutina cotidiana.

Realidad insostenible por un hecho, que va más allá del libro y es la negación de toda forma de realidad. Lo que se narra en el libro, después de más de 200 entrevistas a colaboradores del presidente, lo sabíamos ya, pero nadie ha sacado las conclusiones necesarias de todas estas observaciones y hechos ya conocidos. Esto se pueden encerrar en una sola pregunta: ¿quién elige un presidente así, qué sistema político y cultural lo permite? Sobre todo, si tenemos en cuenta que para elegir un presidente son necesarios meses de preparación, discusiones, entrevistas, primarias, artículos y publicaciones e infinitos avales y, además, de un apoyo por parte del establishment y, si esto ha sido posible, la única explicación es el cinismo, ceguera e incapacidad de reconocer la realidad y una falta total de valores y de responsabilidad ante el país y la comunidad internacional.

Ya ha pasado casi un año y todos hemos podido ver, sentir y escuchar no solo lo que sucede en la Casa Blanca, sino también en el escenario mundial. Una persona sin habilidades ni escrúpulos representa una de las naciones más poderosas del mundo y cada vez que abre la boca existe el peligro inminente de una nueva imbecilidad.

El respeto por los aliados no existe. La arrogancia sin límites es orden del día, la vulgaridad de un racismo abierto y descarado, prepotencia militar, abuso y falta de respeto, junto con esa actitud, casi molesta de sentirse con derecho a todo y no ser reconocido abiertamente como un ser omnipotente. Al no ser aceptado como tal, para imponerse, pudo llegar a empujar hacia el lado al primer ministro de un «gobierno amigo», como hizo en el edificio de la OTAN, reprochando el costo de la obra y también, negándose, en otra ocasión, a darle la mano a la canciller alemana, que lo soportaba con una paciencia sinigual.

Este personaje con problemas de atención y memoria, que muestra síntomas de demencia y manda miles de tuits sin sentido, al ser definido como un pobre idiota, responde que es un genio y espera que todo pueda seguir igual, como si la política fuese una farsa sin sentido y donde el aislamiento cada vez mayor de los EEUU no importase nada. Un día no muy lejano toda esta pesadilla terminará en otra más grande, una guerra sin sentido o la implosión del gobierno por falta de solvencia moral. El libro Fire and fury no nos cuenta una historia nueva, nos obliga a reconocer un poco la dura realidad y preguntarnos: ¿qué se hace con un presidente necio?