Hace muchos años leí un libro de John Braine, que se llama Room at the top. El protagonista, Joe Lampton, ex prisionero de guerra pasó el tiempo en la prisión estudiando contabilidad, preparándose para recomenzar su vida cargada de ambiciones en una sociedad conservadora con poca movilidad social y clasista como la sociedad inglesa.

El protagonista hace todo lo posible por dejar de lado su vida anterior, sus amigos e historia personal y se esfuerza para ser aceptado socialmente en una nueva «clase». Cambia su acento, que en Inglaterra demuestra el origen social de las personas, su imagen y arrienda un cuarto en la «parte mejor» de la ciudad, el barrio «top». Joe usa sus habilidades conversacionales y persuasivas para seducir primero Alice y posteriormente Sarah, dos jóvenes radiantes y socialmente acomodadas. Sarah queda grávida y Joe decide casarse con ella, a pesar de estar enamorado de Alice. Alice muere en un accidente automovilístico poco después de haber conocido las intenciones de Joe con Sarah. Ella manejaba bajo la influencia del alcohol cuando ocurrió la tragedia.

Un drama que fue hecho una película televisiva y por supuesto fue muy comentado porque evidenciaba algunos problemas de la sociedad. Inglaterra, en este sentido, no ha cambiado mucho desde 1957, año en que fue publicado el libro. Es un país relativamente cerrado, con fuertes tradiciones y costumbres. Una sociedad que no ha encontrado su lugar en la era de globalización y donde la gente aún piensa en la extracción social, la imagen, los contactos sociales y el acento.

Entrando y saliendo de lugares, donde se junta la gente, hoy en día, siento la desorientación de las personas. Los viejos están más y más aislados, la jubilación es cada día menor para muchos, la asistencia social está siendo lentamente corroída y muchos jóvenes han sido marginados del sistema educativo, se encuentran en un vacío sin un futuro definido. A todo esto, tenemos que agregar la inflación y un sentimiento de fragilidad generalizado.

El sector financiero y las aseguraciones, que representaban el futuro del país están en crisis. Los negocios de ayer, basados en una especulación exagerada, ya no son legales. Los controles han aumentado, la sociedad se cierra en sí misma y los bancos lamen sus heridas después de multas enormes. Los Joe Lampton del 2023 entran a menudo en conflicto con la ley y en estos momentos, se están investigando los costos enormes, que los fondos de pensión hacen pagar a sus asociados. Como siempre son los más débiles los que pagan la cuenta. Muchos de los nuevos ricos han perdido parte de su fortuna con la crisis financiera y a pesar de sus acentos exclusivos, tienen dificultades para reciclarse social y laboralmente.

Afortunadamente en el país hay buenas universidades, pero convertir el conocimiento en rápida ganancia, nunca ha sido fácil ni rápido. Menos hoy en un mundo completamente abierto al capital y profesionales altamente calificados. Los nuevos ricos en Inglaterra vienen en parte del oriente y sus esfuerzos en mejorar sus acentos no dan muy buenos resultados. En este país de clubes cerrados, la integración nunca ha sido fácil. Me pregunto cuántas nuevas víctimas habrá como Alice, antes que una nación como esta vuelva a encontrar su rumbo en un mundo complicado.

Por otro lado, el esfuerzo que realiza el arribista, escalando socialmente en una sociedad de este tipo se transforma fácilmente en una lucha contra sí mismo, donde una parte representa el pasado que tenemos que dejar atrás con el riesgo de aislarnos de viejos amigos y parientes y, la otra, que es la encarnación del futuro idealizado de las ambiciones, que aún no son realidad. El libro describe una tragedia personal y a través de ella nos habla de una realidad nacional y una cultura en crisis, que problematiza la identidad personal. Pienso en este libro como un ejemplo de la función misma de la literatura, que es mostrarnos nuevas realidades y darnos instrumentos para entender la nuestra y la de los demás.