Es difícil definir la verdad y es fácil definir la no verdad, ya que esta última contradice datos y resultados obtenidos metódicamente y supera el universo de los silogismos, la lógica y el sentido común, y nos confronta de lleno con la realidad actual, donde domina la posverdad. Posverdad es un neologismo utilizado para afirmar que todo puede ser considerado verdad, aunque no lo sea.

Recuerdo, decenios atrás, cuando comencé a estudiar: uno de mis profesores de neuropsicología insistía en la distinción entre hipótesis cualificada y hechos demostrados. Este era el modo que se usaba para aproximarse a la verdad, ya que para él esta, la verdad, era un objetivo a largo plazo, más que un estado permanente de las cosas. Habitualmente nos preguntaba qué observaciones clínicas podrían ser utilizadas para argumentar, por ejemplo, a favor de la afirmación que el sistema límbico comprendía funciones relacionadas con la motivación y las emociones y cuáles podrían ser usadas para afirmar el contrario y por qué.

Me preocupan estos temas, porque hoy día, más que nunca, asistimos a un espectáculo donde todos apelan a la verdad y en muchos casos, con sus afirmaciones, hacen lo contrario intencionalmente. En ciencia, el concepto de verdad está vinculado a experimentos, métodos, datos empíricos, interpretaciones y diálogo, llamado peer review. En política, al contrario, verdad es todo argumento que nos permita sostener nuestras opiniones y combatir a nuestros adversarios. Desgraciadamente, estos dos mundos se distancian continuamente, el uno del otro, abriendo paso a la legitimación de aberraciones de todo tipo, que llegan a negar la validez misma de la ciencia y sus métodos, porque estos no permiten declarar y sustentar arbitrariamente argumentos, que se contraponen a lo demostrado.

Este alejamiento, cada día mayor, es el resultado de varios procesos, tecnológicos y sociales. Uno de ellos es la falsa democratización de las noticias e informaciones que han permitido las redes sociales y aquí podemos citar el fenómeno de las fake news. La validez de las fuentes de información ha sido cancelada. Otro aspecto importante es la segmentación de las comunidades, donde cada grupo es una tribu con sus valores y enemigos, que tienen su verdad personalizada y que se antepone a todas las demás. Otro elemento, es la incapacidad de poder seguir de manera detallada el desarrollo del conocimiento, lo que nos ha privado de una figura esencial: los sabios. Siendo así que todo ignorante o medio ignorante puede pretender y presentarse como un iluminado. La deslegitimación progresiva de las instituciones también ha contribuido a este fenómeno, ya que nadie cree en nada o cree solamente en los que le perece satisfactorio y conveniente. Una especie de oportunismo epistemológico, que también nos separa de la verdad o su búsqueda.

Durante mis estudios, a menudo dudaba de las conclusiones obtenidas, después de tantos experimentos y mi profesor, siempre el mismo, me decía: preocúpate solamente de las hipótesis, los métodos y datos y piensa como se podrían falsificar las conclusiones, demostrando sus debilidades. Y me repetía siempre: este es el método para acercarnos a la realidad y a conclusiones mejor fundadas. La verdad está en el método y no en la afirmación. El espíritu de la ciencia es buscar pruebas que demuestren erradas nuestras hipótesis para poder desprendernos de ellas y buscar otras más cualificadas.

Discutir de estos temas hoy día es como predicar en las catacumbas. Vivimos un tiempo dominado por el populismo, que es la expresión máxima de todo lo expresado en este texto, ya que lo único que cuenta es el poder fundado en el engaño y la manipulación. Palabras como diálogo, reflexión, experimentación, control de datos y de fuentes no tienen sentido en el mundo político de nuestros días y por ende, cualquier payaso se permite todo tipo de aseveraciones, ya que no es la afirmación en sí, la que cuenta, sino llamar la atención y ser citado en los medios y en la televisión. Visibilidad lo llaman y tiene mucho de idiocia. El espíritu del populismo busca sólo la aceptación pasiva, toda contradicción u oposición es rechazada como un ataque personal y este es, sin dudas, el camino más corto a la mediocridad.