Siempre he tenido una cierta pasión e interés por el ají. No sé exactamente de donde provenga. Pero mi consumo de estos frutos es alto y para muchos podría resultar exagerado.

Recientemente, me han enviado una salsa hecha de “Pepper x” y “Chocolate pepper x”, que supera abundantemente los 2 millones de SHU (Scoville heat units). “Pepper x” es por el momento el ají más picante, que se conozca con unos 3,3 millones de SHU, ha superado al “Carolina reaper”. El nombre de la salsa es: “the last Dab reduxx” y al probarla, se siente innegablemente ese límite, donde la subjetividad se encuentra de frente a la realidad física. Los ojos lagrimean, la boca arde, el estómago se contrae, uno suda, los vasos se dilatan, la sensación de calor aumenta y se enrojece. Una reacción fuerte, vasodilatadora, causada por un agente externo, la capsaicina en este caso.

Este aspecto, que sea un agente externo que viene a “golpearnos”, es fundamental para toda epistemología, ya que nosotros reaccionamos frente a estos agentes, con el frío, las altas temperaturas, etc., creando modelos mentales o interpretaciones, que pueden ser consideradas, reconsideradas y comunicadas, como también percibidas directamente por otros, como el dolor o la alegría.

Los modelos mentales están vinculados con el mundo, pero que en su totalidad no son reconducibles completamente a éste y conservan una independencia en el sentido que no reflejan al mundo como es, sino que mejor dicho se anclan en el mundo con su propio contenido. Tampoco su relación con el lenguaje es de completa identidad. En relación al ají, podríamos decir que éste es picante, pero el atributo no comprende plenamente a las múltiples reacciones que el ají produce, que además cambian de persona a persona. El lenguaje en sí se sobrepone a la subjetividad o estados internos, describiéndolos en modo genérico.

La experiencia contingente de probar el ají, como muchas otras experiencias, nos llevan posiblemente a una introspección que podríamos llamar “proto-filosófica”, ya que puede o no puede satisfacer ciertos criterios lógicos, pero como reflexión nos confronta con dos preguntas fundamentales: ¿cuál es la relación entre mis reacciones y el mundo externo? y ¿cuál es la relación entre estos estados internos y el lenguaje? A este nivel, la filosofía, como reflexión o introspección, converge con todos los intentos más o menos articulados de calificar y entender el mundo y la subjetividad.

Siendo así, converge con la meditación, la poesía, la literatura y la ciencia en general. Lo que diferencia esta última de las primeras, incluyendo también la filosofía en la ciencia, es, sobre todo, el método. En relación al ají podríamos hacer una lista de las reacciones fisiológicas, como ya anticipado: dilatación de los capilares, sudoración, rinorrea, irritación entre muchas otras, pero está lista no incluiría la dimensión subjetiva, que hace la experiencia misma interesante. El yo con su pasado, gustos y preferencias, detrás de las reacciones fisiológicas desaparece.

La poesía en particular es un intento de usar el lenguaje para describir los estados internos y sobre todo los sentimientos, superando, en la medida del posible, el aspecto genérico del lenguaje.

La literatura es la creación de un universo referencial que nos permite entender y reflexionar sobre temas particulares y más amplios, ya que presenta un cosmos, es decir un espacio existencial para que nos reflejemos como ante un espejo, descubriéndonos y reconociéndonos.

La ciencia formaliza la validez de lo experimentado con métodos y sistemas lógicos, que no la diferencian sustancialmente de una narración, pero hace que esta, la narración sea en parte demostrable y replicable.

Volviendo atrás, al tema del ají y, en particular, del “Pepper x”, que es el resultado de una selección metódica de una especie en particular para lograr que el atributo “picante” sea desarrollado al máximo, usando como método de evaluación y medición los SHU. Esto, en cierta medida, es ciencia aplicada, cuyo motivo principal es crear nuevas experiencias en un grupo de consumidores, para que estos cambien su percepción del mundo y su narrativa personal.

Y aquí tenemos otro espacio, donde la subjetividad nuevamente es alterada por “agentes externos”, como la tecnología, los sabores, nuestra formas de relacionarnos, el lenguaje y nuestras vivencias. Por otro lado, los mismos agentes externos son la base de la subjetividad que parte de nuestras reacciones, pero no explica por qué el ají es picante o por qué algunos lo toleran menos y otros más. En relación a la intensidad se sabe que la cantidad de receptores gustativos en la lengua cambia de persona a persona. Algunos, tienen muchos, otros tienen pocos y son estos últimos a los que apetece el ají.

Sin llegar al extremo de probar “the last Dab reduxx” os invito a pensar sobre estos temas y preguntaros en qué medida los medios sociales, por ejemplo, están cambiando vuestra subjetividad, es decir la suma de todos las consideraciones y modalidades que conforman vuestro mundo cotidiano y modo de relacionaros.

Para mí la experiencia del ají ha modificado mi concepto de picante cualitativa y cuantitativamente, como sucede con el fuego cuando uno se quema por primera vez. Para cambiar es importante saber quiénes somos y para descubrirlo hay que exponer nuestra subjetividad a nuevas experiencias y aprender de ellas, pues sin conocernos y saber de nuestras “resistencias” y límites es difícil cambiar.