La edad es una barrera para ciertas cosas y para otras, pocas, una ventaja. Es una barrera para los esfuerzos físicos, la velocidad de los reflejos, conlleva, a menudo, problemas de memoria, sobre todo en relación a los nombres y reduce la rapidez asociativa sin contar una infinidad de problemas físicos.

En psicología se distingue entre capacidades fluidas y cristalizadas y la edad afecta particularmente a las primeras.

Resolver problemas con manipulaciones espacio-visuales, como hacer rotar una figura es más difícil para los mayores. Sin embargo, la capacidad de escribir, entender lo leído y la narración se conservan con más facilidad. Por otro lado, las personas mayores son menos impulsivas y este es uno de los motivos que explican porque los accidentes de tráfico, bajan desde los 40 a los 65 años y aumentan desproporcionalmente antes de los 18 a los 25.

Un aspecto que está asociado a la maduración neurológica de capacidades de autocontrol, que residen en la parte frontal del cerebro.

Otra habilidad que puede disminuir con la edad es la flexibilidad mental y el equilibrio. Por esto se aconseja jugar, experimentar, usar la imaginación y bailar. Todas actividades que se asocian a la juventud y que hacen bien en la vejez.

Otro aspecto importantísimo son las relaciones sociales. Estas nos mantienen activos mental y emocionalmente, dándole además un sentido a la vida.

La longevidad y la salud en general están altamente correlacionadas con la cantidad de contactos sociales que tenemos cada día. Mayor es el número de contactos, mejor la salud, sobre todo mental.

Todas estas afirmaciones se hacen a partir de datos que conciernen la población y esto a menudo entra en contradicción con lo que observamos a nivel individual. Pero son todas cosas que vale la pena tener presente.

Visitar museos, leer libros, conversar, tener proyectos personales, cuidar los nietos y hablar con los jóvenes también ayuda, como ayuda caminar y comer bien, evitando el azúcar, las grasas animales, el alcohol y el exceso de alimentos. La mejor dieta para seguir está basada en verduras, frutas, legumbres y moderación.

Uno de los ejercicios mentales más allá de los rompecabezas y los puzzles, es aprender cosas nuevas, informarse sobre temas de los cuales no sabemos mucho y explicarlos de manera comprensible a otras personas, usando nuestras capacidades de análisis y el uso de un lenguaje simple y colorido.

Aprender, por ejemplo, un idioma después de los 65 años es una actividad muy aconsejable. Estudiar gramática y enseñarla a los jóvenes de los primeros años de escuela también. El papel de los abuelos ha sido siempre, mostrar el mundo o parte del mundo a las nuevas generaciones y trasmitir experiencia vivida desde una perspectiva experiencial y concreta.

Algo que desgraciadamente se hace cada vez menos. Ya no se lee junto a los niños, no se cuentan historias, no se viven situaciones, donde se pregunta y responde, haciendo nuevamente nuevas preguntas, estimulando la curiosidad y la imaginación.

Ver películas juntos a los jóvenes y darse el tiempo para comentarlas, escuchar lo que otros han visto y de intercambiar opiniones. Esto ayudaría sea a los jóvenes y también a los mayores.

Pensando en estos temas se llega fácilmente a la conclusión que para conservar las habilidades mentales o “retardar” un poco el envejecimiento, hay que pensar a la calidad de la vida, sabiendo que esta depende de las relaciones, el contenido, la riqueza emocional y el dialogo y que toda guía a una vejez activa es una guía a una vida mejor, donde la riqueza no es material, sino más bien cultural y de intercambio.

Uno de los experimentos que se pueden hacer, sin mayores dificultades, es mostrar a los jóvenes como fue nuestra infancia y juventud sin pantallas, televisores, ordenadores y teléfono, cuando se vivía más en la calle en contactos con tantos otros niños y explorando el mundo, los animales, insectos, plantas, arboles y también las personas adultas que poblaban nuestros espacios.

Los mayores tienen tantas historias que contar, tantas cosas que mostrar, tanto que decir, que aislarlos es traicionar nuestro pasado, pagando un precio en apatía, menos empatía y mayor estrechez mental.

Yo crecí en una pequeña ciudad, donde los niños jugaban en la calle y a menudo íbamos a pescar y compartir los pescados con los vecinos. Una de las señoras que vivía en el barrio, hacía una sopa de pescado cada vez que le llevamos robalos o pejerreyes y a menudo, cuando nos escuchaba pasar por delante de su casa, nos invitaba o a comer o a ir a pescar.

Un día de verano, estábamos corriendo detrás de una pelota y se detuvo un camión con algunos niños y adultos, invitándonos a ir con ellos a recoger mariscos en las rocas de la playa. Lo hicimos y recogimos varios sacos de patatas llenos de mariscos. Al volver el camión se detuvo nuevamente en el mismo lugar donde nos había encontrado y con dos tres bocinazos hizo que la gente del barrio saliera de sus casas a buscar mariscos y llevárselos gratuitamente. Era un día templado, recuerdo. Sin viento y los vecinos decidieron preparar juntos los mariscos para una cena compartida y fue allí que conocí al abuelo de uno de mis amigos, que todos llamaban el pescador y él nos contó algunas de sus historias de pesca en alta mar y a pesar de su edad, pude observar que se conservaba muy bien. El pescador reía generosamente y hacía reír.