Idealizar es parte del proceso de desarrollo de las personas. Consiste en hacer que nuestros modelos de comportamiento se concreticen en modos de ser, valores y, en cierta medida, nuestra moral. Idealizar, es, en este caso, sinónimo de incorporar, internalizar y aceptar reglas externas a las que nos exponemos, sobre todo durante la infancia. La interacción social y con personas relevantes permite que estos procesos se sedimenten y conviertan en estructuras consolidadas como redes neuronales y predisposiciones a actuar y reaccionar de una determinada manera. En los escritos de Freud, la «idealización» es un elemento que conforma el «superego», cuya función primordial es anteponerse a ciertos impulsos para garantizar la «aceptación social». En la vida, generalmente existe una imperiosa necesidad de actuar y, para hacerlo, hay que distinguir «arbitrariamente» entre el «bien y el mal». Los objetivos son vivir, reproducirnos, reducir los esfuerzos y ampliar las posibilidades. En pocas palabras: «estar bien».

El modo en que internalizamos referencias externas para hacerlas «nuestras» es relativamente inconsciente y permanece tal como muchas de nuestras predisposiciones para actuar que, en la mayoría de los casos, son automáticas. No podemos afirmar que la «idealización» sea negativa o positiva. Su evaluación dependerá de las relaciones sociales, la situación específica y nuestras posibilidades de desarrollo y «aceptación». Es decir, en la forma que impacta nuestro comportamiento concreto.

Poder manejarse de manera flexible a nivel social y lograr resultados, creando buenas relaciones con otras personas es una capacidad importante en la vida y esta dependerá de los modelos a seguir. Un proceso complejo, lleno de vicisitudes, conflictos y contradicciones que establecen nuestro «carácter» mediante la socialización. Nuestras reacciones hoy son determinadas en gran parte por nuestras relaciones con otras personas en el pasado: padres, amigos, pareja y colegas. En cada una de estas relaciones, proyectamos un modelo de comportamiento internalizado que deriva de las primeras relaciones.

Estos modelos internalizados que representan pautas de comportamiento, también se manifiestan en preferencias y gustos, pues las pautas incluyen criterios de apreciación y autoevaluación. Un fenómeno observado incontables veces, es que la pareja «elegida», a menudo muestra «rasgos» en común con nuestros padres; esto fortalece, junto a otros factores, la endogamia y/o la búsqueda de pareja dentro del grupo de pertenencia, replicando siempre los mismos esquemas. Gustos concernientes a la alimentación, música, literatura, entre muchos otros; son en cierta medida, transferidos de una generación a otra, demostrando la falta de independencia y reflexión en la formación de nuestro modo de ser. Internalizar es una práctica que incluye la imitación inconsciente y esto lo apreciamos también en el lenguaje usado, las palabras, acento, pronunciación y gestos en general, que reflejan directamente el núcleo familiar o grupo de pertenencia.

En la adolescencia, el grupo de referencia se amplía e incluye a los amigos. Estas relaciones inciden en esa parte de la formación que concierne a la política, estilos de vida y ciertas preferencias culturales, evidenciando a menudo una ruptura con la familia. En este período se tiende a copiar «opiniones y actitudes» sobre todo de aquellos que tienen una posición dominante en el grupo, proceso que continúa en la vida adulta. En relación a las opiniones políticas, por ejemplo, observamos que estas, en algunos casos, se alejan de las posiciones de los padres y son conservadas en el futuro. Una persona que a los 15-16 años se define como perteneciente a una corriente política particular, a los 40-45 años no estará muy lejos de esas posiciones valóricas, buscando sin reconocerlo, personas, amigos, contactos e informaciones que tiendan a confirmar sus propios principios, reduciendo a un mínimo posibles divergencias y conflictos.

Un fenómeno que se ha agravado con internet, donde mayoritariamente se buscan datos congruentes con nuestros «prejuicios» y donde el perfil que usa el browser ya contiene nuestras preferencias. Es decir, internalizar modelos de comportamiento se convierte en un filtro que reduce nuestro universo social a un reflejo de «nuestras propias ideas y prejuicios»; nuestro comportamiento y hábitos nos encierran siempre más en un callejón estrecho y aparentemente sin salida. En este sentido, las consecuencias de la idealización de modelos de comportamiento tienen irrefutablemente implicaciones negativas.