Hay algo en la poesía que la hace inmediata, directa y, a la vez, profunda y sin tiempo. Leyendo poesía, nos enteramos del mundo, de cómo este resuena en las personas y de sus significados, situaciones, sentimientos y estilos, que hacen nuevas tendencias y no sólo en la poesía, sino en el sentir, en el imaginario colectivo y el arte en general.

Es mi impresión que, en estos momentos, está surgiendo una poesía cotidiana, reflexiva e intimista, que a menudo se percibe como un monologo, donde el autor describe sus sensaciones y reacciones frente a otras personas, eventos y el mundo como realidad circundante. La voz es siempre emotiva y se presenta como una isla en un archipiélago inmenso. Como una reacción, un gesto, una observación entre miles de posibles observaciones, que detienen el tiempo y nos hacen pensar. Y el poeta, en este tipo de poesía, es siempre más un periodista, un investigador que descubre y presenta nuevos temas, usándose a sí mismo como espejo y haciendo crónica de vida, desde una perspectiva, a menudo, no convencional.

El estilo de la poesía en nuestros días es principalmente libre y la poesía, así, se vuelve ligeramente prosa y la prosa poesía. La poesía contemporánea busca la paradoja, la inversión del sentido, la sorpresa, el humor, el compartir secretos. Pero, también, una descripción hiriente de sentimientos, que renuevan el lenguaje y lo hace simple y afilado como una flecha.

La poesía también se ha vuelto menos musical, menos estructurada, menos formal y más que nunca, personal y se presenta como una composición subjetiva de fragmentos, como un mosaico lleno de nuevas tonalidades, combinaciones y sentidos, que se abren como una ventana para que podamos ver una parte oculta del cielo.

Hay que agregar que el territorio de la poesía está siempre más poblado, que es siempre más multiforme y en un coro de miles de voces. Cada voz, singularmente, pierde presencia y fuerza. Ya casi no existen los grandes poetas, que dominaban el universo de la poesía y, por esto, hay que ser selectivo y buscar, con esmero y paciencia, a nuestros poetas de todos los días, creando una relación con ellos para darle a sus voces más resonancia y más fuerza. En el sentido, que no basta leer uno o dos poemas, sino que uno tiene que descubrir la persona detrás de los versos para percibirla y entenderla en su contexto y esto hace de la poesía un espacio que crece y aumenta en una lectura continua o se desangra en palabras sin vida y en letras ya muertas.

La diversidad y el subjetivismo poético hacen la poesía más compleja y a veces también ilegible, si uno no la encuadra en la historia del poeta. Porque la poesía, para vivirla, exige una relación casi exclusiva, de “monogamia secuencial” no jurada en un mundo de multitudes anónimas, donde el amor o el interés, para ser tales, requiere una elección de unos pocos amantes o poetas y al leerla, uno declara: esta poesía la hago mía, la sigo. Esta forma de expresión y sensibilidad me interesa. Estos temas son también mis temas y esta voz y modo de hablar, de describir sentimientos, es la tinta con que escribo y narro parte de mi existencia y estas imagines y giros son los instrumentos, que me permiten ahondar en ella y entenderme, entendiéndola. Cuando uno, hoy, elige un poeta, elige íntimamente diálogos, reflexiones y compañía a la distancia. Elige una sombra bajo el sol y una luz para todas las noches oscuras y por eso leer poesía es una elección privada, íntima y personal, que rescata la nueva poesía, como un diálogo basado en reflexiones y experiencias.

Nostalgia

Te puedo mirar
con los ojos cerrados.
Te puedo tocar
sin usar las manos.
Te puedo besar
con un beso sin labios
y despeinarte toda
con un viento sin alas
prisionero del pasado.