Leer un poema es mirar el mundo desde una perspectiva variable, que cambia en cada lectura y mientras más lo leemos, más nos sorprendemos de su significado, dudando que su sentido sea uno, sino múltiple y se altera de situación en situación, porque cambiamos nosotros mismos en la interpretación y como intérpretes. La poesía nos entrega el uso del lenguaje como instrumento de comunicación, donde el escribir se viste de sentir y los sentimientos de palabras, que nos permiten ver el mundo desde un ángulo más próximo y, a la vez, más lejano y profundo.

Desgraciadamente se lee poco poesía y creo que esta, la poesía, es el mejor instrumento para reflexionar y entender la importancia de una coma, un punto y, sobre todo, del silencio. Pero el mundo, nuestro modo agitado de vivir, nos aleja de la poesía, que es un parsimonioso paseo por jardines imaginarios para sentir el más genuino aroma de la vida. La vida es sentimiento e interpretación, lenguaje y reflexión, ambigüedad y decisión afilada de rimas e imágenes elocuentes, que insinúan un mundo lleno de sentido y pocas palabras. La poesía es antípoda de cliché, ya que esta, todo lo desnuda para vestirlo de sutiles pétalos de amapolas, que a menudo se confunden con la sangre.

¿Cuándo leíste detenidamente un poema? Si la respuesta es días, semanas, meses o años, detén todo lo que haces, sácate los zapatos, siéntate o, mejor, hazlo de pie, y lee al menos tres poemas de distintos autores y sobre el mismo tema, para así decir que has recomenzado a ver el mundo, las cosas y la vida misma desde lo alto, desde abajo y desde el lado.

No hablemos mal de un poeta, pues de ellos, ya nadie o pocos hablan. Nadie los lee y si alguien, despreocupadamente y sin saberlo, llegara a pensar que lo que ellos dicen es verdad, cuando es lo contrario. Un poeta es un niño cargado de años y con barba o, si es mujer, con una honda mirada, que aún puede percibir el mundo y las personas sin prejuicios y jugar con la imaginación y las palabras, derribando las superfluas fachadas. El poeta es un ser dispuesto a llegar a extremos, persiguiendo su aventura con sed de verdad, que muchas veces es desconsolada, porque la humanidad no es humana y no está hecha para los que toman la existencia en serio, para los que sienten y se ríen de lo absurdo, mostrándolo como es, un trozo de tiempo malgastado, en una vanidad malsana.

Pero volviendo al inicio, repito, que sin poesía nada existiría. La flor ya no sería flor, ni el amor, amor, si el poeta no dejase su vida, cantándonos con la frescura del rocío y los nítidos colores del alba, porque en la vida no existe un mañana, sino una hora abierta, presente e inmediata, donde detrás del nombre, la etiqueta, se oculta la tragedia y la esperanza. Leer un poema es entrar en el mundo por la puerta sin límites de un sueño esculpido en palabras.