Los escritores, en general, y los poetas, en particular, muestran una tendencia mayor hacia el suicidio. En promedio, los poetas viven 6 años menos que el resto de la población. Sus hábitos como grupo tienden hacia la soledad, una vida expuesta, sensibilidad exacerbada, inestabilidad social y afectiva, además un consumo frecuente de alcohol y drogas. ¿Es la personalidad la causa o es la poesía que lleva a tales extremos? La poesía es forma de expresión que requiere huir de las formas establecidas o convencionales y quizás sea ésta, en cierta medida, un tipo de autoterapia. Las preguntas son varias, pero la realidad nos demuestra que ser poeta es una actividad de riesgo que deberíamos asumir y entender. Se hace referencia a vida fluida, obsesiones, melancolía y depresión. No digo que todos los poetas sean así, pero estas características están presentes. Entre los poetas existe una radicalización, que huye de la realidad y a menudo se vuelve autodestructiva. Un aspecto que denota fragilidad y no podría ser de otra manera, porque hacer poesía significa, en muchos casos, exponerse y vivir al margen de la sociedad.

En un estudio realizado por el Karolinska Institutet de Estocolmo, que comprendía 1.2 millones de pacientes con trastornos psíquicos como: esquizofrenia, disturbios afectivos, depresión, síndrome de ansiedad, abuso de alcohol, abuso de drogas, autismo, TDAH, anorexia nerviosa y suicidio, los pacientes fueron divididos en grupos profesionales. Luego se individualizaron las personas con empleo en artes y ciencias: ocupaciones «creativas», usando como grupo de control «contadores».

De acuerdo con los resultados, el trastorno bipolar fue el único diagnóstico que se encontró con mayor prevalencia entre las personas con carreras creativas que, en general, tenían menos probabilidades de ser diagnosticadas con las otras enfermedades mentales incluidas en el estudio. Un estudio anterior de esta misma población descubrió que las familias con antecedentes de trastornos bipolares o esquizofrenia tenían más probabilidades de ser creativos.

Cuando los investigadores observaron específicamente a los escritores (y entre ellos a los poetas sin diferenciarlos), encontraron que estos están sobrerrepresentados entre las personas con esquizofrenia, depresión, trastorno bipolar, síndrome de ansiedad y problemas de abuso de sustancias. Los autores también tenían casi el doble de probabilidades de suicidarse que la población en general.

Algunas formas leves de esquizofrenia estimulan la creatividad y en este sentido existe una sobrexposición entre las dos. Los test de asociaciones que miden el pensamiento divergente, muestran aspectos en común entre las personas creativas y los esquizofrénicos leves. Ambos grupos presentan la capacidad de generar una cantidad mayor de asociaciones y una tendencia a distanciarse del significado de la palabra inicial. A nivel cognitivo, la esquizofrenia ha sido definida como un déficit asociativo y de atención, que también incide en la percepción, pues esta, la percepción, depende en gran medida del contexto mental, que a su vez actúa selectivamente en la construcción del percepto (objeto percibido). Los escritores juegan mentalmente con múltiples escenarios y esto requiere un tipo de asociaciones, donde se pasa rápidamente de un contexto a otro. Capacidad que se observa en la facilidad de crear historias y hablar rápidamente, que en cierta manera tiene algo en común con la confabulación típica de los esquizofrénicos.

Mentalmente tenemos que encontrar un equilibrio entre la capacidad de sostener un contexto, inhibiendo impulsos irrelevantes según la situación y, al mismo tiempo, poder alejarnos de este, creando asociaciones y viendo los problemas desde otra perspectiva. La búsqueda del sentido, el juego con las posibilidades, la sensibilidad emotiva y la imaginación a menudo se transforman en una prisión de la cual es difícil escapar y la muerte, lentamente, se convierte en la obsesión de muchos poetas. Los poetas se suicidan al convertirse en víctimas de su propia criatura, una visión del mundo sobrecargada de dolor, donde la resonancia de los sentimientos y emociones es significativamente aumentada.