Juan Luis Pérez-Cejuela Nicolás
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Juan Luis Pérez-Cejuela Nicolás

Autor poliédrico con formación en Ciencias Sociales, Humanidades y Empresa. Experto en política, historia, movimientos sociales, economía, administración, seguros, gestión empresarial, planificación e implementación de proyectos, recursos humanos, gestión de equipos y personas, desarrollo de operaciones y experiencia de cliente. Su background aporta una visión generalista de los procesos y situaciones que facilita la solución sencilla y estructurada de problemas complejos.

Pero no estamos únicamente ante un perfil técnico. Precisamente su orientación a las ciencias sociales y su concepción generalista de las distintas disciplinas, hacen que nuestro autor tenga capacidad para analizar disciplinas interrelacionadas y extraer conclusiones simplificadas de análisis sofisticados y complejos.

Defensor de la continua necesidad de cuestionarse lo establecido (tesis) para hacer nuevos replanteamientos (antítesis) y extraer novedosas y certeras conclusiones (síntesis), que pueden ser nuevamente mudables (dialéctica falsacionista). Poseedor de más dudas que certezas, partidario de ese escepticismo que todo lo cuestiona y que, sin atarse al sectarismo totalizante y totalitario, no dando nada por hecho o establecido en base a prejuicios y huyendo de posiciones polarizadas. En definitiva, con intención de trascender lo falsamente evidente, pero aplicando siempre buenas dosis de sarcasmo, ironía y, por supuesto, con mucho sentido del humor.

En una época que parece caminar con paso firme hacia la oscuridad de la sinrazón, este autor se alza como un defensor contemporáneo del espíritu ilustrado, de esa herencia racional, empírica y humanista que situó al ser humano en el centro del pensamiento, la ciencia y la ética. Frente al ruido de los dogmas modernos, los mitos de la opinión fácil y las supersticiones de la posverdad, reivindica el valor de la evidencia, la razón y el conocimiento contrastado como las únicas herramientas capaces de sostener una sociedad libre, justa y verdaderamente avanzada.

Su pensamiento parte de una convicción profunda: no hay progreso sin pensamiento crítico, ni libertad sin conocimiento. Vivimos tiempos en los que se confunde la emoción con la verdad, la creencia con el hecho y la experiencia individual con la certeza universal. En un mundo que sospecha del saber y glorifica la intuición desinformada, él mantiene viva la llama ilustrada que defiende que el pensamiento racional, la observación empírica y el método científico no son enemigos del alma ni de la sensibilidad, sino precisamente su fundamento más noble.

Para él, la ciencia, la filosofía, la historia, la literatura o la economía no son compartimentos estancos, sino dimensiones complementarias de una misma aventura humana: la búsqueda de sentido. Sostiene que sólo un conocimiento integral —que conjugue la razón con la emoción, la lógica con la ética, el dato con la duda— puede sostener una visión plena del mundo.

Nada más lejos de su posición. Este autor no pretende abolir la emoción, sino rescatarla de la ignorancia. No quiere una razón fría, sino lúcida; una emoción ciega, sino consciente. Considera que el verdadero humanismo no está en negar la razón, sino en ponerla al servicio del ser humano, de su libertad y de su capacidad para comprender y transformar el mundo.

Por eso trasciende los estereotipos del intelectual al uso y rehúye los falsos mitos de la nueva espiritualidad, del relativismo complaciente y de la falsa autenticidad que desprecia el conocimiento.

Su mirada sobre el presente es crítica, pero no pesimista. Cree que aún es posible reconciliar la sensibilidad con la razón, el arte con la ciencia, la emoción con la lógica. Considera que el siglo XXI necesita una nueva Ilustración, no como copia del siglo XVIII, sino como su actualización: un proyecto cultural, ético y humano que rescate el valor del conocimiento frente al ruido, del pensamiento frente a la consigna, de la verdad frente al relato.

Su escritura —que combina rigor conceptual, ironía y un sentido del humor lúcido— actúa como resistencia serena frente al desvarío colectivo. No pontifica, no impone; propone, interroga, sugiere. Habla desde la duda, porque sabe que sólo la duda fecunda permite construir certezas sólidas. Su escepticismo no es negación, sino apertura; su crítica, una forma de amor por la verdad.

Así, este autor se sitúa en esa tradición de pensadores que, desde la Ilustración hasta nuestros días, han hecho del pensamiento un acto de dignidad. En un tiempo en el que el ruido y la apariencia dominan el espacio público, él apuesta por el silencio fértil del que piensa antes de hablar, por la palabra con peso, por la razón que no renuncia a la belleza, y por la inteligencia que no teme al corazón.

Porque, al fin y al cabo, —sostiene— pensar con claridad, sentir con profundidad y vivir con coherencia son tres modos de decir lo mismo: que aún hay esperanza mientras haya seres humanos dispuestos a razonar.

Libre de dogmas, ajeno a los estereotipos y enemigo declarado de los lugares comunes, este autor es un pensador que se mueve con la misma soltura entre la reflexión filosófica y el análisis técnico. Su mirada crítica y su talante librepensador lo convierten en un observador inconformista del mundo contemporáneo, ese que a menudo confunde la comunicación con el ruido, la opinión con el juicio y la palabra con el simple eco del vacío.

Defiende que la comunicación sólo cobra sentido cuando dice algo que merece ser escuchado, cuando aporta fondo, no sólo forma; sustancia, no sólo sonido; nueces, no ruido. En una época dominada por el “cuñadismo profesional” y las soflamas superficiales, prefiere callar antes que sumarse al coro de lo evidente. Por eso, observa en silencio, habla cuando debe y escribe en Meer, donde su pensamiento encuentra el espacio natural para desplegarse con libertad, ironía y rigor.

No concibe la vida sin participarla de pasiones, afectos, aficiones… sin personas queridas, sin libros, sin música, sin conversaciones trascendentes y banales, en definitiva, sin belleza. Afirmando que es necesario participar la existencia de esos tres valores irrenunciables que son la transparencia, la coherencia y la lealtad, y que conforman la base y sustrato para alimentar a los tres sentimientos nobles que dan pleno sentido a la vida, a saber, la ternura, la alegría y la ilusión.

Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid (colegiado núm. 6.507), fue colaborador en el Dpto. de Historia del pensamiento y de los movimientos sociales y políticos, donde realizó estudios de doctorado. Ha participado en numerosos seminarios sobre ciencias sociales, historia del pensamiento, literatura y arte.

MBA en Administración y Dirección de Empresas (ITEAP) y Master de Desarrollo Profesional en Inteligencia Artificial (Universidad de La Rioja). En el mundo de la empresa posee diversos cursos de gestión e implementación de proyectos, de gestión del cambio, de dirección de personas y equipos, y de especialización en Seguros y entidades financieras (ICEA y UNESPA), poseyendo la certificación profesional en Experiencia del cliente (Asociación DEC). El mundo del seguro es su ámbito profesional principal.

Un autor, en definitiva, que piensa más de lo que afirma, escribe más de lo que presume y calla más de lo que el ruido actual permitiría, pero que, precisamente por eso, resulta más necesario que nunca.

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