Dedicado a Isabel (in memoriam), a mis abuelos, Victoria Patricia y Santiago (in memoriam). A mis tíos, Nieves y Santiago (in memoriam). A mis padres, Teresa y Luis. A mi hermana, Patricia. A Mariluz San Prudencio, Mª Angeles González, Pilar Esterán, Patricia Martínez, Beatriz Díaz, Gema Sanjuan, Yolanda Toledano, Antonio Luque, Oscar Aguilera, Ruben Muñoz, Javier Cabrera, Miguel Cuesta, Luismi Morillas, Paco Cota, Rafa Sánchez Cerrajero, al maestro y ex Decano del Colegio de Ciencias Políticas, Miguel A. Ruiz de Azúa, a la doctora, Maria Merino, a mis sobrinos y Mateo y Elías, los rubios más guapos del mundo. A toda esa ternura que está por venir.

Es la ternura nuestro don.

(El don de la ternura. Nacho Vegas. 2021)

La ternura, eso que más allá de las palabras y los gestos, se transmite incluso sin la presencia. Si hay algo que dé belleza y sentido a la vida, eso es, la ternura. Más allá de la idea de debilidad, paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz ya que se muestra sin miedo, sin pudor. Gracias a la ternura, toda relación se hace más profunda y duradera porque su expresión es un síntoma del deseo de que el otro esté bien al permitir crear espacios auténticos de conexión con los demás.

De tu estampa han salío tres nubes que me encantan.
Pero escampa y se esfuman, se pierden, se van.
«Pues te aguantas» me grita la que más me hace falta.
Otra canta, la otra me la he debido inventar.

(De tu estampa. Josele Santiago. «Garabatos». 2006)

Si consultamos diccionarios en busca de la acepción «ternura» nos llevaremos de entrada una decepción. Además de lo parco de su definición, nos encontraremos solo con palabras similares a tierno, afectuoso, cariñoso, amable, delicado, suave… poca cosa para lo que encierra esta palabra, poco utilizada, poco entendida y, sobre todo, poco practicada.

Para empezar lo más directamente posible, la ternura es, ante todo, una actitud, una forma de actuar de por si, es decir, imbuida o no dentro de cada cual, dentro del modo de relacionarse de cada individuo con el entorno y, sobre todo, con las personas. Se tiene ternura o no se tiene, no puede fingirse, tenerse en algunas situaciones o con algunas personas, al final, es su ausencia siempre, se vería «el cartón»; no se puede disimular ad aeternum.

La ternura no se trasmite solo con palabras, imposible, de hecho, las palabras pueden ser un obstáculo. Pueden utilizarse palabras tiernas, gestos amables, puede abusarse de contextos afables, ventajistas y artificiales, pero la ternura es otra cosa. La verdadera ternura se transmite más allá de las palabras, o mejor, a pesar y en ausencia de estas. La ternura es una sensación que emana de alguien, que otro percibe y que puede utilizar como canal, desde algo tan sutil como un gesto o mirada hasta algo más evidente como un abrazo, un beso o, por supuesto, un gesto sensorial. Pero el que no es fuente de ternura, nunca la transmitirá. Puede irradiar, eso sí, cariño, amabilidad, afecto… en momentos precisos y puntuales o con personas delimitadas, pero no será una fuente de ternura.

Al ser una actitud, la ternura es siempre desinteresada. Puede estar dirigida a alguien o algo, a una persona, a un paisaje motivante, pero no participa de la actitud de ellos, por eso es desinteresada. Para explicarlo mejor, evidentemente cuando la ternura llega a otra persona, esta persona puede sentirla o puede tener una reacción ante su efecto, pero no es el fin que se persigue. El que emana ternura la emana siempre o ¿no podemos observar a gente que trasmite ternura al observar un jardín, al describir un olor, al expresar cualquier tipo de sentimiento?... La respuesta es sí, y no se busca una reacción a priori, es una cualidad per se. Otra cosa es que lo que esa persona trasmite llegue a otra, está la recoja y haya una reacción.

Por eso, la ternura es una actitud general de ciertas personas, es desinteresada y gratuita precisamente al ser una actitud o forma de existir no puede ni disimularse ni potenciarse artificialmente.

Siento que me estremezco
solo de estar contigo respirando el mismo aire (…)
Y me pasé las noches sin dormir como lobo aullándole a la luna llena.
Todo lo que te hace sonreír, me vale la pena.
Quise hacer el mundo más feliz y quise volar y hacer un mundo nuevo
y, aunque todo esté por conseguir, no me desespero.

(Primer movimiento: Después de la catarsis. Robe. «Mayéutica». 2021)

De todo esto también dimana que la ternura es sutil e inmaterial. De hecho, como he apuntado, no puede expresarse con palabras que la demuestren materialmente. Podemos decir a una persona querida: «te quiero mucho», incluso aunque ese sentimiento expresado sea falso, podemos decir a otra persona: «te aprecio» y será verdad o puede que no. Pero lo que nunca escucharemos es: «te tengo ternura» o «te tierno mucho». Imposible. De ahí que la ternura sea una acción del ser per se hacia fuera —centrífugamente— y hacia otro ser, es demostrativo y comunicativo, no denotativo. Puede sentirse, no demostrarse. De ahí su grandeza, la ternura es incontrovertible, es sentible pero indemostrable y conecta más que cualquier otro sentimiento.

Eso que en ocasiones llamamos, «química», «feeling» o intuición no tiene nada que ver con el ideal de ternura que está por encima de todos ellos y sirve para su validación y consolidación, es decir, la ternura es el metro de platino iridiado del resto de sentimientos y sensaciones, de ahí que sea uno y todos, que venga aparejado de más sentimientos positivos y que genere un sentimiento de «felicidad» en otros.

Es importante esto último, muchos sentimientos positivos generan bienestar, pero la ternura en toda su grandeza y puridad, lo que provee es ese sentimiento casi metafórico que conocemos como felicidad, eso sí, sutil, inmaterial, susurrante y, por tanto, más especial y grande.

La ternura implica confianza y seguridad en uno mismo. Por un lado, porque su demostración debe ser una manifestación de la no existencia de pudor. Como dice Bayard J. Taylor: «Los más valientes son los más tiernos». Además, sin la ternura no hay entrega y la entrega es la mayor expresión de exhibicionismo. Quien posee ternura muestra más fácilmente sus sentimientos más genuinos de simpatía, afecto y dulzura. Hay que sentirse seguro en la relación para ser tierno, te expones frente al otro, bajando las barreras y mostrándote más vulnerable. Su expresión, además, no es ostentosa, porque se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro… por tanto es también una actitud sin contrapartidas y autentica, precisamente por esa apertura total.

Solo esos seres que tienen una sensibilidad especial, una forma diferente de penetrar en las cosas, son capaces de transmitir ternura. Una abuela poniendo el máximo celo en cocinar para sus nietos, ¿a qué hay algo diferente en su gesto y resultado?, una persona admirando los diferentes colores de las hojas de los árboles y trasladando su sentimiento a su pareja, ¿a qué hace cambiar el paisaje y las sensaciones de ese tiempo vivido?... Eso es la ternura. Por eso, ya se ha hecho intuir a lo largo de estas líneas, la ternura es sutil e inmaterial, trasmisible y sentida.

La ternura es un encuentro de silencios, de reconocimientos y valoraciones, de unificación de criterios, de consensos y acuerdos, de dialécticas diferencias, de tolerancias y disculpas fraternas y sinceras, de comprensiones, compromisos y esfuerzos. Todo esto para construir algo superior aprendiendo de los que «no saben» pero sienten y transmiten, de los que sueñan y ríen, de los que se enfrentan a la adversidad y aprenden tanto de las derrotas y de los fracasos como de los aciertos y de los éxitos.

Su espacio es el espacio del lenguaje no verbal, quizá precisamente este sea el mejor lenguaje. Ya sabemos, y así lo afirmó Wittgenstein, que el lenguaje es un universo y el mundo que marca los límites de la expresión, teniendo que utilizarse como método para llegar al conocimiento de la verdad. Pero debido a su limitación, la ternura necesita un espacio mayor, un lenguaje más potente y universal, el lenguaje no verbal. La ternura es sobre todo ternura por los gestos, las expresiones, las acciones, las caricias, los abrazos, los besos no impostados, por eso, además, la ternura recíproca para ser realmente plena debe darse entre «iguales».

Mis dedos se entretienen siempre en tus pies,
que crear un paraíso es tan fácil como crees.
Mi aliento se estremece y crece por tu piel,
y si no me das permiso, treparé por la pared.

(Pijama de fantasma. Fernando Alfaro. «Saint-Malo». 2015)

La ternura se mueve y manifiesta en un plano de igualdad. Es evidente que los que están en un plano de desigualdad por norma general nos conmueven y nos generan ternura. Los niños, los ancianos, los necesitados, los animales de compañía, etc., pero no están en un plano de igualdad. En cierto modo nos conmueven porque están en un plano inferior o, mejor, de necesidad, somos sus protectores o su «desvalimiento» es el que mueve nuestra ternura. Aunque no siempre es así.

Pero la ternura de la que hablo debe moverse en un plano de igualdad. Una pareja de enamorados se trasmiten una ternura conmovedora, un padre y su hijo pueden trasmitirse ternura y sentimientos… esa es la ternura de la que hablo. De la ternura que, a todas las características antes descritas, se le suma esta: se mueve en un plano de igualdad, de equidad. Por un lado, esto potencia esa ternura, es ternura en total potencialidad y, por tanto, hablamos de ternura en su máxima expresión.

La ternura tiene una fuerte carencia de ruido, incluso, esta desprovista de él. No es que, como digo, no sean necesarias excesivas palabras para que aparezca. Sino que solo puede darse con cierto tipo de palabras o de ruido en general.

No puede darse ternura en la voz gruesa, en el ruido atroz, en el grito, en la imposición, en el exabrupto, en la verborrea, en la falta de respeto, en el insulto, en la falta de confianza... Digamos que estos son elementos que cortocircuitan a la ternura. Es como si al contemplar tiernamente un paisaje, alguien rompe esa armonía con un grito histérico descontextualizado. Como si dos personas se transmiten ternura y en ese proceso de comunicación, alguno lo rompe con un exabrupto, de hecho, es esto una barrera de contención impenetrable de la ternura. Es por ello también, la ternura, una herramienta universal de hermandad y de trato al otro.

Por eso tiene también una sólida base de tolerancia. Esto es así porque al estar construida sobre una base de sensibilidad, tiene también el don de la empatía. Y, al ser empático, es decir, al poderse poner en el lugar del otro, vive en su contexto y, por tanto, lo comparta o no, lo tolera y acepta de forma natural. No existe mayor expresión de tolerancia que la que, aunque no comporta ideas, argumentos, opiniones, acciones, sí comparta sensaciones, las que, precisamente trasmite la ternura.

Y de aquí, le sumamos aún más características, más valores positivos y que procuran bienestar en dosis sumas: la ternura es humilde, se amolda a cualquier circunstancia, experiencia y situación de la vida.

No te crees nada de lo que digo, solo quieres ser mi amigo,
Pero metes la lengua en mi ombligo para desesperarme aún más.
Y tú aún llevas zapatillas y yo no soy ya una chiquilla
y aunque escondo la cuchilla, no te acabas de fiar.
Se me doblan las rodillas, me derrito como mantequilla,
Y olvido un rato la astilla que atraviesa mi pobre corazón.

(Negro cinturón. Christina Rosenvinge. Tu labio superior. 2008)

La ternura también tiene, obviamente, un componente físico. No quiere decir que sea imprescindible, pero en algunos tipos de ternura viene aparejada indefectiblemente. Es más, hay acciones físicas que pueden realizarse con ternura o no y siempre tienen que ver con acciones entre personas.

Evidentemente una mirada puede trasmitir ternura, un gesto, una acción, pero más aún cuando las acciones son físicas, un apretón de manos, un abrazo, una caricia… y así subiendo la escala hasta llegar a un beso o a una relación sexual. Esta última puede ser algo parecido a una gimnasia placentera, a una intensidad sensorial de intercambio físico si no hay ternura, pero sus sensaciones se multiplican hasta casi el infinito cuando están maceradas en ternura, es más, si se parte de la ternura, la violencia física del acto se convierte en una ternura reciproca alimentada por la entrega. Se cambia la lija por el terciopelo.

Precisamente es en esta última situación descrita cuando el acto mismo en si es casi lo menos importante, se convierte en una parte más que acompaña y alimenta a un intercambio de ternura extrema entre dos seres humanos. Algunos dirán sobre este argumento: «ya, pero es que se está hablando de amor y no únicamente de sexo». No, no es eso: se está hablando de ternura, quizá —y esto sería motivo de debate, una expresión más elevada que el amor ya sea filial, conyugal, romántico, fatuo, etc.

Más allá de lo que nos despierta la ternura debemos decir que sentirla es un hecho que enaltece y ennoblece a las personas porque los coloca en un estadio en donde se valoran cuestiones más importantes y relevantes que las materiales, como son las morales, espirituales y sentimentales.

Que si me quieres querer, quiéreme pero sin peros,
dame un corazón vacío, tengo datos, te los grabo y te lo lleno.
Con un currículum donde consten mis sueños,
una foto reciente de mis nostalgias
y documentos que acrediten mi palabra ante notario de
destrozarme los puños contra las ventanas,
enamorarme siempre del menos adecuado
y de gritarle a Dios que voy armado.

(Mi currículum. Andrés Lewin. «Agencia de viajes». 2003)

Hasta aquí he hablado de la ternura en contextos positivos, placenteros, casi rutinarios. Pero la ternura también aparece, por supuesto, en momentos de dolor, de hecho, y aunque parezca que la ternura agudiza los momentos de dolor, en realidad los contextualiza, pone en valor lo realmente importante y alimenta la reconstrucción del ser ante las eventualidades negativas de la vida. En este sentido, la ternura es una cura ante el dolor, la melancolía, la desesperanza…

El que es golpeado por el infortunio pero no conoce la ternura queda básicamente noqueado, desorientado, no sabiendo seguramente hacerse las preguntas que le den respuestas para contextualizar lo bueno, lo tierno, lo básico del dolor encajado. Por eso, el dolor, los golpes y otros acontecimientos negativos, hacen que ese dolor sea más intenso, pero más contextualizadamente lógico, facilita las claves y provee de las herramientas para poder extraer el jugo del sentido último, atemperando e incluso sacando las consecuencias positivas que pueda haber y que, siempre, partirá de las personas para orientase a las personas. No me repetiré, pero en esta ternura «negra» también aplican todas las características descritas hasta volverla ternura sentidamente coherente, ternura «blanca».

En ocasiones, un ejemplo evita circunloquios por su sencillez, certeza y casi universalidad. Recientemente escuche a un cantante explicando que, durante el confinamiento por la pandemia de la covid, recibió la carta de una amiga, escrita a mano y casi deteriorada por la fuerza con la se presionó el bolígrafo al escribirla. En la carta, su amiga le explicaba su derrumbamiento absoluto tras haber sabido que su hijo tenía una gravísima enfermedad. El destinatario de la carta quedó también noqueado al leerla. Cuando reaccionó, tuvo un sentimiento de solidaridad, de empatía y de ternura con su amiga. Se identificaba con sus sentimientos, que se agrandaban al ponerse en el lugar de ella, renacer juntos y ser apoyo tierno constante. Este es el ejemplo que también las peores noticias generan ternura, en este caso, curativa. De su deseo balsámico de «nacer contigo de nuevo», compuso una de sus canciones.

Quiero salir de este pozo de tono y horizonte negro,
mi sangre que sea tu sangre, la que dé luz en tu miedo.
Mis venas se llenan de fuerza cada vez que te veo,
es tu cara en mi viviendo, corazón que late nuevo.
No me des la espalda oscuro desconcierto,
clava en mi tu espada y que sea él mi fuego,
Ese que queme la vida en tu mundo mi recuerdo, nacer contigo de nuevo.

(Nacer contigo de nuevo. El Drogas. «El largo sueño de la polilla». 2021)

La ternura es un continuo. Esperar a las grandes ocasiones para expresar ternura nos lleva a perder las mejores oportunidades que nos brinda lo cotidiano para hacer saber al otro cuán importante es para nosotros su existencia, su presencia, su ser. Y, sobre todo, para caer en la melancolía.

En la ternura se manifiestan las íntimas relaciones que existen entre pensamiento y sentimiento, mente y afecto, cerebro y corazón. Sobre esto, el neurólogo Robert K. Cooper, afirma que «el corazón tiene cerebro». En el corazón se generan habilidades poco conocidas, como intuiciones, sensaciones e iniciativas y sentimientos profundos. Además, dice, que está más abierto a la vida y revela los valores más profundos que orientan el comportamiento de las personas. En él habitan las capacidades que conforman las claves de la inteligencia emocional, y que justamente mencioné antes aparejadas a la ternura: la empatía, el optimismo, la iniciativa, la vocación de servicio, la inspiración, la alegría, la confianza… La ternura es el motor que las mueve a todas.

La ternura es libertad galopante transmitida en sensaciones que se hacen universales, que, más allá de esto, van de lo particular a lo universal. Por todo lo dicho, tenemos un derecho que exigir y por el que merece la pena vivir: defendamos el derecho fundamental a la ternura.

No hay victoria que sea final
Ni derrota total
Llegará con mano dura y perderán la ocasión
De entender que es la ternura nuestro don
Nuestro don.

(El don de la ternura. Nacho Vegas. 2021)

Notas

1 «El vientre del firmamento». Título de una canción de Chucho, incluida en el álbum-cofre Los diarios de Petróleo. 2001.
2 «En el arte, como en el amor...». Cita de Oscar Wilde.