Según el sociólogo Edward Shils «la ideología es una de las formas que pueden revestir los diversos modelos integradores de las creencias morales y cognitivas sobre el hombre, la sociedad y el universo… que florecen en las sociedades humanas».1 Se caracteriza por una carga emotiva que se expresa en forma de disensión frente a los credos y concepciones del mundo establecidos.

Cierto es que la mayoría de las ideologías que conocemos se originaron en Occidente tras el proceso secularizador y, siguiendo a Henri Lefevre, 2 existen tres grandes concepciones que articulan a todas las grandes ideologías:

  1. La concepción religiosa (centro de referencia: la divinidad).
  2. La concepción individualista (centro de referencia: el individuo).
  3. La concepción colectivista (centro de referencia: la colectividad).

Estas tres concepciones mezcladas y atendiendo a otros elementos, dan origen a todas las ideologías. Los más importantes de esos elementos son la idea de nación, la concepción del Estado, el tipo de orden social que se quiera establecer, los usos y costumbres culturales y el planteamiento económico.

Estos elementos combinados de todas las formas posibles a su vez con las tres concepciones religiosas, individualistas o colectivas componen el abanico de ideologías que se han dado a lo largo de la historia sobre todo de Occidente y tras la caída del Antiguo Régimen (siglo XVIII), que es cuando en hombre, el individuo, toma el testigo de su destino a través de la Ilustración y el surgimiento del Estado nación.

Tradicionalmente, para simplificarlo, las ideologías se han colocado en un eje derecha-izquierda, siendo teóricamente todo lo que está en torno al centro, la moderación, y, según se va a los extremos, encontramos posiciones más excluyentes respecto al resto. Aunque esto no es del todo así, por lo que una buena forma gráfica de representar a las ideologías puede ser esta:


ideologias

Vista esta división ideológica, queda claro, sin necesidad de dar muchas explicaciones que quien, de una forma aparentemente seria, utilice para definir ideológicamente a alguien en términos como facha, progre, rojo, fascista, comunista, dictador, autarca, la mayoría de ellos incluso, intentando usarlos como adjetivo descalificativo, es un ignorante político y está en la indigencia intelectual más absoluta.

A partir de aquí mi planteamiento inicial era explicar el contenido doctrinal de las ideologías más importantes en la actualidad, pero, al percatarme de que ello es imposible en pocas líneas, me voy a centrar únicamente en algunas características de las ideologías más usuales, muchas de ellas desapercibidas para un ciudadano común, pero no para un politólogo.

El liberalismo, ¿de derechas o de izquierdas?

Habitualmente vemos que muchos partidos que se declaran de centro, aunque con matices, o que dicen ser moderados, se declaran liberales. Pero, ¿qué es el liberalismo para la ciencia política?

Lionel Trilling afirma que el liberalismo es más bien una amplia tendencia que un cuerpo doctrinario conciso,3 aunque para utilizar una definición ortodoxa puede decirse que el liberalismo es una creencia, un conjunto de métodos y prácticas que tienen como objetivo lograr una libertad mayor para el individuo. Aunque, solo con esta definición, se dice poco.

El liberalismo como doctrina apareció tras el Antiguo Régimen, poniendo el acento en el individuo como protagonista de la historia, emancipándose de la religión y del absolutismo para ejercer su voluntad y tomar las riendas de su vida. Esto tiene dos consecuencias, una cultural y otra económica.

En la cultural, como bien define Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el individuo busca a Dios en la tierra, no en la promesa del reino celestial, cada cual ejerciendo su voluntad individual y buscando a Dios en la habitualidad, encontrará la riqueza como gratitud divina a su orientación a lo material por medio de su espíritu emancipado. Este «ascetismo intramundano» rompe con la necesidad de esperar a la recompensa en el paraíso prometido y pone en marcha culturalmente el motor del capitalismo.

Porque, y esto es importante, el inicio de la era liberal es también el punto de partida del capitalismo. De ahí la consecuencia económica. Cada cual, en el ejercicio de su voluntad, sus intereses y su trabajo logrará la recompensa que merece, no obteniéndola todo aquello que «no está tocado con la mano divina» del esfuerzo, la gracia o el mérito.

De ahí que, el liberalismo ortodoxo defienda el darwinismo social, es decir, el que se gane su posición, su riqueza y su propiedad privada, lo ha logrado porque lo merece y, el que no lo logre, no obtenga bienes siquiera para vivir, comer o, simplemente, este en peor posición, es porque no se ha esforzado lo suficiente o no tiene las capacidades para lograrlo.

Por eso, el liberalismo como ideología política defiende en puridad la propiedad privada, el darwinismo social, el sistema capitalista, la competencia y que, en aras de la libertad individual, cada cual este donde merece.

Lógicamente hay distintos matices. Por ejemplo, los liberales ortodoxos, neoliberales o ultraliberales defienden la existencia de un Estado lo más pequeño posible, con pocas o ninguna carga impositiva, donde el mercado y su mano invisible se autorregule, donde no exista un sector público y donde cada cual se gane la vida y, si necesita transportes, médicos, colegios, etc., se los pague y, si no ha logrado cierta posición, que no viaje, que no se eduque y que no se cure.

Este liberalismo ortodoxo no se ha dado prácticamente en ningún momento de la historia ya que, si nadie regula el mercado, si no se interviene, se crean diferencias que pueden dañar la estructura social. Por ejemplo, en el siglo XX las políticas liberales en EE. UU. ocasionaron el crac del 29 que hizo que, desde ese momento, se fuese a un modelo económico mixto con un papel estratégico para el Estado. Algo similar a las políticas liberales de Reagan y Thatcher en los ochenta que, al desregular la economía, fueron erosionándola hasta la crisis financiera de 2007.

Por eso, algunos consideramos al liberalismo ortodoxo una ideología utópica y, por ello, hay otras formas más plausibles de liberalismo intervencionista, llevadas a cabo por la derecha y por la izquierda. Aunque principalmente se declaran liberales partidos que están más en un espectro que va desde el centro derecha a la derecha tradicional, incluso, algunos partidos de extrema derecha defienden en sus postulados políticas de ultraliberalismo. Por lo dicho, cuando veo partidos o a personas que se declaran liberales, me suelo preguntar, ¿sabrán que significa ser liberal?

Por cierto, la gran paradoja es que defendiendo los liberales la libertad del individuo como sujeto económico (libertad económica), no suelen defender esa misma libertad individual para ejercer la voluntad en cuestiones como el aborto, la eutanasia, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la libertad sexual, la libertad religiosa. Es decir, normalmente quien se declara liberal en lo económico, más allá de que lo sea o no, suele ser conservador en cuestiones sociales.

Conservadurismo

El denominador común a los llamados partidos conservadores es su carácter contrarrevolucionario ya que dicen tener como prioridad conservar unos valores, unas ideas y un orden social anterior al individualismo liberal. Pero, en realidad, de facto, en los temas sociales los partidos liberales y conservadores son parecidos.

En todo caso, pueden distinguirse dos periodos históricos para entender qué es el conservadurismo. El tradicional iniciado con la Revolución Francesa, que experimentó una evolución con la industrialización de Europa, la revolución social y el socialismo desde 1848. Podemos decir que el segundo periodo se inicia tras la Comuna de París y constituyó una respuesta a las ideologías revolucionarias, alcanzando el clímax con la revolución bolchevique y la III Internacional (1919-1943). Desde ese momento comenzaron a diluirse las fronteras entre el liberalismo y el conservadurismo. La mayor diferencia se centra en los aspectos económicos, ambos defienden poca intervención del Estado y bajos impuestos, pero el liberalismo, sobre todo si es ortodoxo, casi defiende su eliminación.

De este conservadurismo moderno emana la llamada democracia cristiana (partidos democristianos) que, juntamente con los partidos socialdemócratas, han sido los artífices de la Europa en la que hoy vivimos. Los democristianos defienden una economía capitalista basada en la propiedad privada, con bajos impuestos, una economía social accidentalista y un Estado dedicado fundamentalmente a la seguridad nacional y a mantener, aunque con el menor rol posible, al Estado en empresas estratégicas únicamente, ya que defienden la gestión privada como motor de crecimiento.

Modelos impositivos

Por lo general, los partidos del espectro derechista defienden políticas de poca presión impositiva. Esto suele ser así para conservadores, democristianos, centro derecha, por supuesto, liberales, e incluso y, sobre todo, para los partidos neocons y de extrema derecha.

Su postulado es muy sencillo, los ciudadanos deben tener el máximo de dinero en su bolsillo, de esta forma, administraran su vida con plena autonomía y libertad, dedicando el gasto a lo que realmente quieren, no a lo que quiera dedicar el Estado. Además, al activar de esta forma el consumo, se generará mayor crecimiento y, por tanto, más riqueza que favorecerá a toda la sociedad. Es decir, generando un círculo virtuoso con la acción de la mano invisible del mercado. Además, para muchos de estos partidos, el Estado suele ser ineficaz en la administración y orientación del gasto, proponiendo, de facto, en mayor o menor medida según cada partido, un Estado más pequeño y con funciones más reducidas, dando prioridad a la iniciativa privada en la administración de lo que no sea estratégico para los ciudadanos.

Para los partidos de izquierda, con matices según sean reformistas, social liberales, socialdemócratas, eurocomunistas… la presión fiscal debe ser la adecuada para que el Estado prevea servicios fundamentales y estratégicos a los ciudadanos, ya que, según ellos, si el Estado no hace de agente «igualador» o «subsidiario», hay ciudadanos que no podrán afrontar ciertos gastos fundamentales y llevará a estos ciudadanos a ser marginados, cuando no expulsados del sistema. Es decir, para estos partidos, o se articulan impuestos en suficiente cuantía o habrá partes de la sociedad que no podrán tener acceso a ciertos bienes e, incluso, a transportes, información, sanidad, educación, etc.

Para los liberales y el resto de los partidos del espectro derechista, esto forma parte de una especie de darwinismo social que hace que solo los más competitivos y exitosos saquen la cabeza, estableciendo una sociedad del mérito (económico) que, enlazando con el ascetismo intramundano antes visto de Weber, el esfuerzo y la adoración de lo material, hará que este se devuelva en forma de riqueza si se merece.

Para los socialdemócratas, como ejemplo de ideología predominante en la izquierda desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, es cierto que la sociedad debe ser meritocrática, pero, la desigualdad de partida debe paliarse igualándose para que todos los ciudadanos partan de una misma situación para luego obtener cada uno lo que merezca según su esfuerzo, valía o suerte.

Si situamos a los liberales, neocons y a la extrema derecha en un lado, estos defenderían muy poca presión fiscal, incluso reducida al mínimo, asumiendo cada ciudadano casi la totalidad de sus gastos, incluidos los más costosos (imaginemos: el tratamiento de un cáncer o la educación universitaria de sus hijos).

Impositivamente hablando, los democristianos estarían en una línea más moderada. Aunque defienden poca presión fiscal, entienden que hay sectores estratégicos que el Estado debe asumir, a saber, educación, pensiones, sanidad, infraestructuras… En sentido similar se sitúa la socialdemocracia, pero con una presión fiscal más alta y un calado social más igualador pues quiere extender más estos sectores estratégicos e incluso extenderlos.

La diferencia sería pues que los democristianos defienden impuestos progresivos con pocos tramos y los socialdemócratas con más o bastantes tramos. Es decir, que los más ricos paguen un porcentaje más alto que las personas con rentas más bajas. Habiendo mayor diferencia entre unos y otros si gobierna la socialdemocracia y menor si lo hace la democracia cristiana.

Los liberales ortodoxos, neocons y extrema derecha defenderían la eliminación de la progresividad, apostando por la proporcionalidad, es decir, que todos paguen el mismo porcentaje de impuestos independientemente de su renta.

Otra cuestión es si aumentar la presión en los impuestos directos, los que hemos visto, o los indirectos, es decir, los impuestos que gravan a los bienes de consumo como, por ejemplo, el IVA. No olvidemos que los impuestos indirectos tienen el mismo gravamen para todas las rentas ya que el IVA aplicado, por ejemplo, al pan, es el mismo para todos los ciudadanos. Por ello, los partidos de izquierdas defienden generalmente la contención de este tipo de impuestos. Aunque, por otro lado, es de suponer que quien más riqueza tiene más consumirá, por lo tanto, pagará proporcionalmente más impuestos.

Es decir, como vemos, en política, no todo es blanco o negro, aunque haya personas que acaten y digieran los postulados de un partido sin entrar en análisis programáticos e ideológicos. De hecho, quizás su carencia de información les esté perjudicando.

Todos estos modelos tienen sus fortalezas y debilidades, siendo seguramente lo más sensato, aplicar un modelo u otro dependiendo de la situación en cada momento. Es decir, en momentos de expansión y crecimiento posiblemente las policías fiscales aplicadas deberían ser unas y en momentos de crisis, otras. Es más, la coordinación internacional es clave para ir alineados y que las políticas sean eficaces ya que, no lo olvidemos, el mercado esta globalizado.

Por cierto, al hablar de impuestos directos estamos hablando fundamentalmente de los impuestos a las rentas del trabajo. Pero, si cada vez es necesario que trabaje menos gente, cada vez hay más procesos digitales y sin intervención humana, ¿cuál es la solución para poder hacer sostenible un sistema que provea de pensiones a sus mayores, sanidad, educación, etc.?

Cada vez más teóricos defienden que quizás el modelo deba cambiar e ir a un sistema donde quien pague impuestos sean las rentas de capital en función de la riqueza generada, no de los beneficios, pudiendo llevar así políticas distributivas que mantengan al sistema capitalista fuera de las seguras futuras crisis fiscales que pueden ponerlo en peligro.4

Fascismo y comunismo, ¿insultos?

En los últimos tiempos observamos, algunos con perplejidad, que se utiliza la palabra fascista o comunista como insulto contra un rival político, encaje este o no con su definición. Por ello, voy a definir muy brevemente que significa cada palabra en términos políticos.

En los años 20 y 30 del pasado siglo, apareció en casi todos los países europeos y algunos de otras partes del mundo, una ideología que, partiendo de supuestos postulados izquierdistas, se situó de facto en lo económico y social en la parte más extrema de la derecha ideológica. Estos partidos decían defender a los más necesitados de la sociedad, al lumpen, a los trabajadores maltratados por el sistema, defendiendo políticas de distribución, basadas más en la caridad que en la estructuración económica, que decían tener estructura sindical y cuasi militar, enemigos del comunismo y del socialismo que, según ellos, arrojaban a la pobreza a las clases populares. Defendiendo un modelo de sociedad nacional (nacionalista), corporativa y orgánica, con políticas sociales muy conservadoras defensoras de la tradición como un valor social y que debía ser la base del mantenimiento del orden.

Estos partidos, que devinieron en organizaciones elitistas, defendían el capitalismo autárquico de autoproducción y definieron lo extranjero como amenaza, como enemigo. Estas características, aunque no se daban de la misma manera en todos, sí eran comunes más otra característica, su laicismo. En algunos países estos partidos si fueron católicos confesionales, pero, en general, eran laicos.

El que da nombre a esta ideología fue el Fascio italiano, de ahí la palabra fascismo. Pero pueden encuadrarse, en una definición amplia a otros en toda la Europa de la época, siendo el más trágicamente conocido el nacionalsocialismo (nazismo) alemán. Como se ha dicho, todos los países europeos tuvieron su partido fascista, incluso, algunos de fuera como Japón, China, Sudáfrica y algunos países de América Latina.

En el caso de España también fue así, y, aunque esto sería un apasionante tema para un artículo más largo, podemos decir que las JONS de Ledesma Ramos eran fascismo ortodoxo, no así tanto la Falange joseantoniana. Y, por ejemplo, podemos considerar al Movimiento Nacional de Franco, fascista en muchos aspectos y no fascista en otros. En todo caso, eso no afecta al lugar en el que le ha situado la historia, el de los regímenes execrables.

Como estos regímenes fueron, no solo reinos de injusticia para sus ciudadanos, las minorías, los más desfavorecidas, los de fuera, los distintos… se ocuparon de demostrarlo mediante muertes, guerras y el holocausto, evidentemente, cuando la palabra fascista se utiliza para definir a un rival político, debe tomarse como un insulto, como algo despectivo (la historia ya lo ha juzgado). De ahí que, en buena lógica, al que se lo llaman, suelen mostrar su enfado.

¿Existe hoy en día un fascismo remodelado o postmoderno? Como tal, defiendo que no. Cierto que muchos partidos que hoy pueden situarse en ese espectro político defienden casi literalmente lo dicho. Pero hay un cambio importante, vivimos en un mundo globalizado, donde incluso las políticas domesticas deben pasar el tamiz de organizaciones internacionales, donde nos hemos dado unas reglas de convivencia y legalidad no solo europea, sino también global.

Por tanto, esos nuevos partidos no son exactamente iguales. Eso sí, al igual que en los fascismos del siglo XX el enemigo número uno es el comunismo y el socialismo, porque cercenan, según ellos, la libertad individual al querer regular la sociedad para compensar desigualdades. Los nuevos partidos de extrema derecha también quieren luchar contra las reglas político-sociales establecidas para llevar a cabo su modelo de sociedad, de ahí que para batallar contra estas reglas sociales defiendan un nuevo modelo de voluntad que llaman «libertad» sin entrar en su definición, aunque es más parecida a un modelo de sociedad sin reglas y con predominio del darwinismo social, apoyándose en lo que llaman «batalla cultural» que no es más que su hoja de ruta para atacar al sistema.

El comunismo en origen se basó en las teorías de Karl Marx. Aunque hoy pocos comunistas se declaran marxistas, y menos aún los socialistas que fueron progresivamente renunciando a sus ideas para pasar a denominarse socialdemócratas (Programa de Bad Godesberg), el origen se basa las teorías marxistas del materialismo histórico y materialismo dialéctico.

El materialismo histórico resumidamente afirma que, en cada periodo histórico, quien tiene la propiedad de los medios de producción, tiene el poder sobre la sociedad. El materialismo dialéctico expone que en cada momento de la historia hay un paradigma social y económico que, tras entrar en crisis, alumbra un nuevo periodo. Para Marx, cuando el capitalismo entrase en crisis, surgiría espontáneamente una revolución que haría aparecer un nuevo paradigma, para él, este sería el momento del comunismo.

Como tal, para Marx las sociedades que estaban más cerca de llegar al comunismo eran las que tenían un capitalismo más avanzado y, por tanto, más cerca de entrar en crisis. De ahí que donde de forma natural debían darse era en Alemania y/o Inglaterra, y defendía que no podría darse en sociedades rurales y atrasadas como, por ejemplo, Rusia o España.

Es decir, la revolución rusa no debió darse según Marx. De hecho, como se comprobó tras su caída, y antes, lo que en la URSS se dio no fue una revolución comunista ni nada parecido, fue sencillamente una dictadura, llamémosle, de izquierdas, que no plasmó las ideas marxistas. Eso sí, tiene en su haber pobreza, asesinatos masivos, crueldad y haber sido un régimen autárquico monstruoso, sobre todo en la época del estalinismo.

De hecho, el comunismo tal y como esta teorizado, no se ha dado nunca y no se dará, por una simple razón, es cierto que el capitalismo ha entrado en crisis gravísimas, pero siempre se ha ido reinventando, a saber, de la mano invisible, a la economía mixta, de la economía mixta regulada a la globalizada y, quizás ahora, al capitalismo digital sostenible donde se está comenzando a plantear un nuevo modelo de trabajo.

Por cierto, en mi opinión las dos ideologías que nunca se han puesto en práctica en realidad tal y como están formuladas son el comunismo y el liberalismo, por mucho que haya personas que hoy lo defiendan, parecen más ideologías utópicas que prácticas.

El comunismo encontró una forma de encajar en las democracias occidentales, moderándose para definirse como eurocomunismo. Los partidos de cuño comunista que han «tocado» poder en algún momento en Europa, antes, hoy y mañana, son eurocomunistas moderados, más que comunistas marxistas.

En este contexto, es fácil entender que cuando a alguien supuestamente comunista, se le llama así aplicando el termino como insulto, no suelen sentirse afectados, se lo toman, lógicamente, más como una descripción que como una falta de respeto.

Nacionalismo

En esta breve panorámica de algunos de los postulados e ideas de las ideologías más representativas, creo que es útil dedicar un espacio a hablar del nacionalismo. Este es principalmente un sentimiento de pertenencia a un espacio, una cultura, unos valores, unas tradiciones como contraposición a otras, a las que son diferentes.

En general, al no ser un sentimiento universalizador, es excluyente respecto a otras naciones. Utilizo el término nación porque es más útil para el fin de estas líneas, sería más farragoso entran a definir otros términos similares, pero para nada iguales, como Estado o país.

De forma sencilla y directa se puede afirmar que si el sentimiento nacional (nacionalista) se sostiene en las tradiciones, en los valores compartidos, en la identidad común, en la cultura de un pueblo, estos postulados encajan con los partidos situados a la derecha del arco político. Y así es, cuanto más a la derecha más claramente aparecen programas, ideas y palabras (patriotismo, tradiciones, sentimiento de pertenencia a una comunidad, etc.).

Además, muchas veces al hablar de nacionalismo a nuestra mente nos viene el nombre de partidos que van desde los partidos regionales y autonómicos, hasta los nacionalistas independentistas y radicales. Y, de hecho, esto es correcto, pero también debemos incluir a los partidos nacionalistas nacionales, valga la redundancia, aquellos que contraponen los valores nacionales a los de otros países o naciones.

Es decir, desde los nacionalismos estatales hasta los nacionalismos excluyentes todos forman parte de la defensa de un ideario nacional con valores, según ellos, exclusivos y defendibles. Por cierto, nacionalismo excluyente es un término redundante ya que, por definición, todos los nacionalismos son excluyentes al poner enfrente al «otro» para afirmar su identidad.

Por otro lado, aunque hay partidos nacionalistas de ideología situada la izquierda, estos no son coherentes a la luz de la teoría y la ciencia política. Cierto que los hay, pero es una contradicción porque las ideologías izquierdistas teóricamente defienden la universalización de valores, de políticas… como podemos observar fácilmente en su himno histórico, La Internacional (Agrupémonos todos en la lucha final. El género humano es la internacional).

Conclusión

Los temas esbozados en este artículo son solo eso, un esbozo, por cada uno de los temas podrían dedicarse cientos de páginas, estudios, etc. La única y modesta pretensión ha sido intentar, por un lado, esclarecer algunas ideas arraigadas con poca exactitud y, por otro, motivar al lector a que indague, a que sienta curiosidad y profundizar en estos apasionantes temas.

Con una sólida y bien fundada opinión seguramente tendríamos todos más capacidad para entender las incoherencias de los partidos políticos de nuestro sistema y, sobre todo, para saber si ese partido por el que sentimos inclinación, incluso a veces con cierto fanatismo, es el que mejor representa nuestros valores, nuestra concepción de la vida o, sencillamente, si es el que mejor va a defender nuestros intereses.

Notas

1 Shils, E. (1971). Enciclopedia internacional de las ciencias sociales. Aguilar.
2 Lefevre, H. (1964). El marxismo. Eudeba.
3 Trilling, L. (1950). La imaginación liberal. Edhasa.
4 Mayer-Schönberger, V. y Ramge, T. (2019). La reinvención de la economía. El capitalismo en la era del big data. Turner.