“Tenía muchas esperanzas de tener al pequeño Dieguito, quien iba a llorar mucho”, le escribió Frida Kahlo a su madre, mientras vivía en San Francisco con su esposo, Diego Rivera. “Pero ahora que pasó lo que pasó, no hay más que aceptarlo”. Era la segunda vez que perdía un bebé, a pesar de todos sus esfuerzos por ser mamá. Desafortunadamente, no sería la última.

Poco se sabe sobre que Frida Kahlo tuvo cuatro hijas/hijos. Todas ellas fallecieron sin haber nacido, pues sus embarazos no tuvieron éxito. En cartas como esta (en ocasiones para sí misma; en otras, para su círculo cercano), la pintora mexicana expresó la profunda desesperanza que le generaba no ser madre. Esta es la historia de su proyecto de más largo aliento, que plasmó insistentemente en sus obras, con los resultados más ingratos: la maternidad.

Sufrir el cuerpo

Frida Kahlo sufrió la estancia en su cuerpo. Desde muy joven conoció el dolor físico. A muy temprana edad contrajo poliomelitis, documenta el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad (CONADIS)1, lo que le impidió la motricidad durante sus primeros años de vida. De hecho, su pierna derecha quedó mucho más delgada que la contraria, documenta la institución.

Durante su adolescencia, en 1925, padeció el accidente trágico de tranvía en Tlalpan que la dejaría paralizada durante varios años: su columna vertebral se fracturó en tres partes, irremediablemente. A pesar de las terapias, y de su juventud, poco pudo hacerse para que recuperara la movilidad por completo. Esta incapacidad (y la frustración que le generaba) se reflejó en su obra durante el resto de su vida, en diferentes etapas, con distintos rostros.

Y no era para menos: la artista se sometió a “al menos 32 cirugías a lo largo de su vida”, documenta la historiadora del arte Emilia Bolaño2. Uno de los ejemplos más tempranos de este malestar constante está en La columna rota (1944). En este, la mujer se representa a sí misma con el pecho abierto y, en lugar de vértebras, una columna de piedra completamente destrozada. Ella llora, con cientos de clavos en el cuerpo —posiblemente por el dolor que le generaba su sistema nervioso colapsado—, frente a un desierto de dunas tristes.

Así fue gran parte de su desarrollo físico: limitado, adolorido, apenas contenido por una faja de metal, como se representó a sí misma en la obra. El accidente terrible del 25 la acompañaría el resto de sus días, con estragos en todo su organismo. Uno de los más pesados para ella, sin duda, fue la incapacidad de tener bebés.

Frida fría en su féretro estadounidense

Frida Kahlo odió sus estancias en Estados Unidos. Sobre todo porque, durante sus primeros años de matrimonio, tuvo que mudarse mucho: las raíces coyoacanenses que había echado desde la infancia se desvanecieron durante sus veintes, explica la organización3 que lleva actualmente su nombre, cuando Diego Rivera tenía que cambiarse de lugar constantemente por trabajo.

Como el muralista de moda entre las élites y las bohemias del siglo XX, Rivera aceptó múltiples encargos oficiales de empresarios y jefes de Estado, principalmente estadounidenses. La primera vez que se mudaron para allá fue en 1930, cuando el muralista cumplió un encargo en San Francisco, California. Poco tiempo después, vivieron en la ciudad de Nueva York, para finalmente establecerse durante algunos años en Detroit, cerca de Chicago.

A pesar de estos tiempos de tránsito —entre ciudades, entre países y rascacielos inalcanzables—, Kahlo no abandonó el deseo de ser madre. Y lo que es más: el deseo de tener bebés con Diego Rivera, a pesar de sus bien sonadas infidelidades. Tal vez a causa del abandono, y sin duda por el dolor físico de no poder establecerse en un mismo lugar, fue que Frida Kahlo acabó en el Henry Ford Hospital de Detroit: estaba experimentando su segundo aborto. Un feto, una flor, una pelvis, un caracol. Esos fueron los elementos que la surrealista mexicana plasmó de su experiencia en el Henry Ford Hospital, en la pintura que lleva el mismo nombre. Todos conectados por venas a su cuerpo, recostado en una cama de hospital con sangre debajo del sexo: era Frida fría sobre su féretro estadounidense.

10 de mayo sin ser madre

Frida Kahlo hizo solo un grabado, del cual se conservan únicamente 12 copias. “Las demás las destruyó”, se lamenta Bolaño4. Para cuando produjo El aborto (1932), ya había tenido al menos dos embarazos fallidos, con abortos inducidos o espontáneos. En la obra, su anhelo de ser madre supura en forma de lágrimas desde sus ojos, y se derrama como sangre sobre su pierna derecha.

Aunque durante sus años en Estados Unidos la pintora ya sabía de las infidelidades de su esposo, no abandonaba el deseo de ser mamá. Lejos de su familia, de su casa y de sus animales, Frida Kahlo no podía sino sentirse completamente devastada, en cuerpo y alma.

En total, la artista tuvo cuatro embarazos fallidos. De estas experiencias de pérdida, produjo decenas de obras para limpiar su luto. En todas ellas, coincide en que pinta a su bebé casi como “como un ídolo precolombino”, escribe Bolaño, fuera de su cuerpo, pero conectado a ella por líneas de sangre. Pequeños, sin desarrollarse bien, con los ojos cerrados: así vivió Frida Kahlo a sus hijas/hijos, sin conocerles en persona pero sintiéndoles en carne propia.

A través de los años, tuvo que pasar varios 10 de mayo, que en México se celebra el Día de las Madres, sin tener a sus hijas/hijos con ella. Solo podía tocarles y sentirles por medio de las pinturas en las que les plasmó sin vida.

Referencias

1 Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad. Frida Kahlo, su vida a través de la discapacidad. 06 de julio de 2018.
2 Emilia Bolaño. La columna rota: autorretrato de mujer sufriendo. Historia/Arte.
3 Biografía de Frida Kahlo. Disponible en línea.
4 Emilia Bolaño. El aborto: ultra-autorretrato de sus sentimientos. Historia/Arte.