Norma Plá a Cavallo lo tiene que…
Que me vienen con chorizos, pero ella ya va a llegar.

(Sr. Cobranza – Las Manos de Filippi)

Ay, ay, ay,
Qué risa que me da.
Tu casa van a quemar
Mataste hasta Norma Plá,
Vendiste hasta la Argentina,
Sos capaz de vender a tu mamá.

(Industria Argentina – Damas Gratis)

Hace unos días, una persona muy especial me invitó a ver un documental sobre aquella mujer jubilada, Norma Plá, quien fue un ícono en la década de los 90, una persona muy natural, espontánea e histriónica; una mujer que se animó a decirles a muchos funcionarios de esa época dura, y de frente, con la verdad como estandarte, qué era lo que pasaba con un sector vapuleado de la sociedad, que lo era entonces y que hoy, en estos días que vivimos, vuelve a serlo.

Los jubilados, los viejos, nuestros viejos, son el sector que más sintió el recorte del actual gobierno. Lo vemos todos los días: cómo sufren, cómo para cobrar lo poco que ganan, después de haber aportado por años, deben hacer fila en el banco o acudir todos los miércoles al Congreso de la Nación, haga frío, calor, llueva o no. Los vemos ahí, siendo reprimidos, aguantando los trapos.

En mi opinión, el documental intenta reivindicar la figura de Norma como un símbolo, rescatar y traer a nuestros días su lucha y mostrar que esta no fue en vano. En el mediometraje observamos una gran cantidad de archivos de video de nuestra luchadora, ya sea en la calle o haciendo una choriceada en plena calzada de una avenida cercana al edificio donde vivía el ministro de Economía de ese momento, el infame Cavallo —de ahí los versos de la canción.

La abanderada de los jubilados, a principios de los 90, empezó a liderar un grupo de adultos mayores que se juntaban en la plaza Lavalle, en la ciudad de Buenos Aires. En aquella plaza comenzó a aglomerar a muchos jubilados que no tenían para comer. Ese era el punto de reunión, el caldo de cultivo de lo que luego se transformaría en los primeros cortes de calle frente al Congreso de la Nación.

En el film Norma También vemos a una mujer sencilla, que trabajó gran parte de su vida, histriónica en su semblante y combativa; sin ningún reparo a la hora de reclamar lo que, con profunda convicción, creía que era justo.

En una escena de un programa de televisión como Polémica en el Bar, sentada en una mesa y rodeada de varios hombres trajeados y ostentando una falsa magnanimidad, ella, con pura elocuencia y simpleza, les cantó la posta: “Escúcheme, ¿por qué me van a poner vallas (en el Congreso) cuando yo voy a pedir lo mío, lo que he aportado en 42 años? ¿Por qué me ponen las vallas? Atrás de las vallas, los batatas, que les estamos pagando nosotros. Hoy el gobierno no es el presidente solo, es un conjunto de personas, ¿me entiende? El gobierno, le voy a hablar franco: no nos da pelota, nos quiere matar a los viejos, después de haber aportado 42 años. Porque nosotros no vamos al Congreso por deporte o porque nos gusta ir a tirar las vallas o ir a pegarle a un vigilante. Yo salí a luchar cuando tuve hambre. Usted, cuando tenga hambre —si algún día tiene hambre—, va a salir a luchar también”.

Con el pasar de los meses, las marchas de los jubilados fueron ganando adeptos de todas las clases sociales y de sectores combativos, como sindicatos, organismos de derechos humanos y asociaciones civiles, pero nunca de algún sector del gobierno. Durante mucho tiempo, Norma y los jubilados fueron acompañados por un gran número de personas, que no solo tiraban vallas o le pegaban a la policía: reclamaban con ahínco lo poco que tenían para perder, con dignidad, porque los árboles mueren de pie y se lucha como un jubilado o jubilada.

Norma mostró humanidad en toda su esencia: nunca le negó a nadie en esa plaza un plato de comida; se conmovía por la situación de muchos de sus compañeros y de todos los que la acompañaban. Incluso creyó en las lágrimas de cocodrilo del cínico ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo, cuando este recordaba a su padre.

Fue vapuleada, golpeada, reprimida, arrestada y denigrada. Realizó huelgas de hambre para ser escuchada. Mostró valentía al salir a la calle a exigir lo que le correspondía. Murió en 1996, después de años de luchar contra un cáncer. Incluso en pleno tratamiento oncológico participó como invitada en varios programas y, con altura, siempre reclamó por lo que más creía.

Dejó un legado, un ejemplo. Lo vemos en la cultura general, en letras de canciones de rock como “Sr. Cobranza” o de cumbia como “Industria Argentina”, de Damas Gratis.

Su legado, en estos tiempos oscuros, está siendo reivindicado. Después de 30 años, siguen pegándoles a los jubilados, quitándoles sus aportes y sus derechos. Siento que hay dos frases suyas que reflejan lo que ella fue en plena lucha: “Yo no le pegué a un policía; le pegué a un vigilante” y “Yo, por cortar una calle, tengo 26 procesos. Pero los que robaron mi plata, esos no van presos”.