Para muchos, el amor es una ciencia, una materia.
Desde que comenzamos a tomar clases de ciencias, descubrimos que la materia tiene un proceso de existencia interesante. La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. De esta forma, se determina que existe desde tiempos indefinidos, sin crearse ni destruirse, solo transformándose acorde a las circunstancias: un proceso bastante similar al del amor, que ha existido desde siempre, se extiende a través de los árboles genealógicos y nunca se destruye, solo se transforma en algo nuevo.
El amor es una pieza clave en cada estrato social. Sin embargo, la forma en la que el amor se desarrolla ha cambiado a lo largo de la vida, los años y, por supuesto, los avances tecnológicos. Esto es lo que, sin duda, ha dado comienzo a nuevas historias de amor.
Pero antes de conocer las nuevas historias de amor, es importante conocer sus formas tradicionales. Mis padres se conocieron en una tienda de ropa. Mi mamá visitaba la tienda con frecuencia y mi papá contaba con la suerte de dirigir la tienda, así que tenía razones válidas para hacer el primer acercamiento. Los saludos cordiales se convirtieron en llamadas, las llamadas en salidas y las salidas se han convertido en 26 años juntos (y contando). No recuerdo la primera vez que escuché esta historia, pero sí recuerdo la primera vez que comencé a compararla con una historia de amor de la era digital.
Una amiga sigue el perfil de un chico guapo que vio en Instagram (y que no conoce por nada del mundo), comienzan un intercambio de likes a través de las historias, finalmente comienzan una conversación, salen y al tiempo son novios.
La forma de conseguir el amor no es nueva, no se ha creado: se ha transformado. La manera en la que vivimos el amor ha cambiado en los últimos años. Las redes sociales y la vida digital que mantenemos han llegado para revolucionar las formas tradicionales de todo lo que hemos conocido. Con esto, han comenzado a generarse opiniones sobre el amor y la forma en que lo viven las nuevas generaciones: ¿Es bueno? ¿Es malo? Es una opinión. Sin embargo, hay que reconocer que, como todo, siempre existen los pros y los contras.
Como dije al inicio, mis padres se conocieron en una tienda de una forma bastante “tradicional” para ser los años 90. Durante esos años, conocer a una persona consistía en conocer su personalidad raíz por raíz, en cada salida y con cada pregunta. Ahora, un perfil en línea nos cuenta todo sin tener que decirnos ni una sola palabra. Constantemente creamos una percepción de las personas, aun cuando no las conocemos solo por lo que su perfil refleja y lo que podrían ser sus gustos personales. Entramos a la vida de una persona nueva, pero ya conocemos una porción de su vida por su curado y detallado perfil en línea.
Esta es una variación de lo que hoy definimos como un amor moderno. Sin embargo, conocer el amor a través de la tecnología no limita ni reduce lo que el amor significa. En todo caso, lo reafirma. Sin importar los años, las eras y las distintas etapas de la vida, el amor siempre ha encontrado la forma de salir a la superficie y sobrevivir en un mundo incierto. Desde siempre, el amor ha sido y es una lámpara en la oscuridad que se encuentra hasta en los caminos más oscuros. El amor ha sobrevivido y se ha fortalecido.
Por eso, estas versiones del amor son solo una forma de resistencia, pero, sobre todo, de transformación. La vida cambia, todo cambia. Con el tiempo, el amor también lo hace. Los sentimientos no cambian ni la intensidad con la que se ama, sin embargo, el amor se adapta a cambios generacionales. El amor toca a individuos nuevos y se sintetiza de formas que permiten que veamos al amor desde otras perspectivas.
Finalmente, el amor no ha dejado de nacer en circunstancias inesperadas ni en tiempos difíciles. El amor sigue presente y ha persistido a lo largo de toda nuestra historia. El amor moderno o “el amor en la era digital” es solo una era de transformación. El amor convirtiéndose en un ente tecnológico, que sobrepasa toda barrera y largas distancias.
El amor no se está creando, se está transmitiendo. No se está destruyendo, está buscando nuevas formas de emerger con los cambios generacionales que los años han traído consigo. El amor se está transformando en un sentimiento que necesita seguir en la superficie y que rebasa todas las nuevas tecnologías que parecen aplacarlo. El amor sigue en las oficinas, en las visitas comunes al supermercado y en los lugares inesperados. Pero también ha encontrado su lugar en los medios digitales que han emergido. El amor está en todas partes, y ahora también, en el internet.















