Artistas, curadores, productores, hoy, las condiciones para poder crear y ser dueños de la difusión están dadas, pero para quienes realmente, el arte y la cultura les brota desde la pasión. La Pasión es la pieza más importante en el motor de la vida, sobre todo, en el creador, el artista, y naturalmente, en toda persona con espíritu emprendedor. La tecnología actual lo permite. No solo lo digital, sino, principalmente, todo lo que es posible realizar a través de internet y de estos nuevos medios de difusión, entre ellos, las redes sociales, podcast, TikTok, Facebook, entre otros.

La creación y difusión, principalmente vía Internet, medio que revolucionó el mundo, al cual ahora sumamos la IA, son el vaso comunicante entre nuestros sueños y el público. Nuestro futuro está en nuestras manos. El artista de hoy debe saber usarlos para así disponer de plena independencia creativa y difusión.

Hoy, las webs, los podcasts, a través de YouTube, permiten que cada uno pueda desarrollar su propio canal de distribución, de venta o la difusión de su obra. Podemos tener nuestra propia galería de pintura, de fotografía, también nuestra propia discoteca, nuestros poemas no solo escritos, sino declamados. Nuestros libros y audiolibros. Nuestros filmes, nuestras performances. Son cientos, miles, los ejemplos que están a nuestro alcance vía internet. Periodista, humoristas, chef, médicos, son también clientes frecuentes de este medio. Personajes en las más variadas de las actividades y profesiones desarrollan su trabajo y difusión por esta vía. Este es el mundo de hoy al que debemos incorporarnos y dejar de quejarnos de que no somos considerados por las galerías, los museos, los festivales, los gobiernos y sus instituciones, por los fondos concursables etc. ¿Cuál sería la razón que impide que cada artista pueda hacer uso de estas herramientas?

Hoy todos intentan ser famosos en el más corto tiempo posible. Pero la pregunta no solo es para qué y por qué. Sino, ¿cómo lo logro? Pero este vehículo globalizado tan maravilloso, tiene sus complejidades, exige y hace necesario de nuestra autogestión una tarea profesional. Lograr darse a conocer entre millones de personas que lo intentan, requiere de constancia, perseverancia, disciplina, y pasión. Potencialmente son 8 mil millones de personas en el planeta que pueden o tienen la posibilidad de usar y subir contenido a este vehículo sin fronteras.

Frente a esta realidad descrita, me pregunto: ¿qué pensaran y qué pasará con los postergados de siempre? Me refiero a los habitantes de ese bello continente llamado África.

En mi penúltimo viaje a Mozambique, en el año 2018, los organizadores del Festival Dockanema me hospedaron en el centro de Maputo, la capital. Cada vez que salía a la calle para asistir a una proyección, en las afueras del Hotel había una enorme cantidad de jóvenes ofreciendo celulares, otros, sentados en la cuneta con la mirada pegada al aparato celular asistiendo seguramente a un contenido cautivador. Esta herramienta tan poderosa, tan penetrante y absorbente, permite a quien vive una realidad precaria ver a través de ella, el otro mundo. Ese mundo con el que seguramente sueña.

Muchas veces uno piensa que en ocasiones es mejor no saber o no enterarse de ciertas cosas, de esta manera uno no sufre, no las echa de menos cuando estas faltan. Pero qué puede hacer uno hoy cuando hasta el ciudadano más pobre del planeta tiene en sus manos un celular que le muestra el desfile de estrellas de los Oscares, el glamour del festival de cine de Cannes, con sus lujosos yates anclados en la bahía, o la puesta en escena para el cónclave papal bajo el oro y las obras de Michelangelo, o cuando seres humanos están muriendo al intentar llegar a Europa en balsas abarrotadas de inmigrantes africanos. Mientras en el medio oriente destruyen ciudades enteras sin importar la vida de la gente.

Hoy los jóvenes en occidente piensan y sienten que con su celular tienen el mundo en sus manos.

¿Pero qué pensarán los jóvenes africanos con ese mismo aparato entre las suyas?

¿Qué pasará por su cabeza al ver tanta magnificencia?

Es muy complejo para la población de una sociedad en vías de desarrollo, también llamada, del tercer mundo, o simplemente, país subdesarrollado, convivir con esta tecnología que les muestra ese otro mundo, y no sufrir, no ser afectados. Personas que han sido maltratadas por dictaduras, por un auténtico apartheid social, llenos de miedo, de dudas, de inseguridades. Ciudadanos que en muchos casos han sufrido la pérdida de la esperanza, de la motivación para emprender vuelo propio. Jóvenes que viven en sociedades latinoamericanas, como Venezuela, Nicaragua y Cuba, mentalmente mutiladas por la fuerza, por la falta de libertad, por la prohibición de poder ser un emprendedor independiente de sus vidas. ¿Qué posibilidad tienen ellos de poder usar a plenitud esta tecnología?

Recuerdo que cuando comencé en Mozambique a realizar mis primeros documentales tuve la oportunidad de visionar noticieros cinematográficos realizados por portugueses en esa colonia. Vi escenas de cómo los blancos portugueses huían del país aterrados por la caída del poder colonial en Portugal y la próxima liberación de sus colonias en África. Los blancos durante los días previos hacían campañas del terror anunciando que llegarían submarinos soviéticos, y que la ciudad estaría ocupada por sus tanques. Algo parecido a lo que vivimos cuando triunfó Allende en Chile. El terror se apoderó de eso ciudadanos. Fueron presa de sus propios panfletos, de su propia campaña del terror y huyeron hacia Sudáfrica asustados de sus prejuicios y del temor de vivir en un país gobernado por negros.

En esos mismos noticieros cinematográficos, pero ahora realizados después de la independencia en 1975, pude apreciar cuando los portugueses al abandonar Mozambique y específicamente la ciudad capital Lourenço Márquez, hoy Maputo, dejaron abandonado sus departamentos y sus casas completamente amobladas. Muchas de ellas, verdaderas mansiones. Estas propiedades fueron rápidamente ocupadas por la población negra que siempre vivió en los alrededores de la capital. Ciudad en la que antes solo podían transitar con un salvoconducto, para ir a servir al blanco. Entraron y se adueñaron de esas propiedades. Era algo lógico ya que el movimiento de liberación llamado Frelimo les había prometido que ahora tendrían el derecho a disfrutar de esos privilegios.

El cambio de vida que significó para esa gente del campo ocupar esas propiedades fue algo tremendo. Algo para lo cual no estaban preparados. La falta de educación, y de hábitos para poder adaptarse a esta nueva realidad rápidamente cobró su precio. Al huir los portugueses quedaron también muchos servicios básicos sin los técnicos, sin el personal adecuado que pudiera mantenerlos funcionando. Con el pasar de las semanas comenzaron a fallar los ascensores ya que los niños jugaban sube y baja en él. La bomba de agua que subía el líquido a los estanques en la terraza del edificio ya no funcionaba. Por lo tanto, las mujeres, debían subir largas escaleras, hasta el piso veinte en muchos casos con un enorme balde con agua sobre sus cabezas. Ya no era aquella clásica escena de mujeres con baldes sobre sus cabezas cruzando la sabana rumbo a su aldea.

Las imágenes de los noticieros también mostraban, tinas de baño o bañeras convertidas en huertos donde brotaban lechugas y otros vegetales propios de sus dietas. Los balcones fueron ocupados como gallineros. Por primera vez fue posible despertar con el canto del gallo mañanero en pleno centro de la ciudad. A los pocos años, cuando llegué a vivir en Mozambique, era habitual oír al atardecer el sonar de los tambores anunciando el inicio de las ceremonias de curanderos. La terraza de los edificios estaba reservada para criar cabritos y cerdos. Estas escenas me hacen recordar la Habana vieja.

Muchos de esos bellos y amplios departamentos tenían piso de parqué con maderas preciosas. Pisos que lucían gran gusto y delicados diseños. Ahora eran simplemente leña para calentar la comida.

Cuando uno, y más aún, la sociedad, se salta etapas en su formación cívica, en su desarrollo educacional, y en general, ese avance, ese salto acelerado de etapas, finalmente, se transforma en un problema difícil de conducir. Más complejo aún, en un país joven, que recién está empezando a conocer y compartir los avances postergados por el colonialismo.

La búsqueda del éxito rápido, algo común en las generaciones actuales. Jóvenes con poca experiencia, sin mucha preparación, pero con un gran manejo de estas nuevas tecnologías que los hacen ser bastante prepotentes y muy dependientes de estos medios.

Hoy, cuando casi han desaparecido los medios en papel, me refiero principalmente a los culturales, también desapareció con ellos la crítica seria, profesional. Aquella que, si lo criticaba mal a uno, era hombre muerto en vida como artista. Aún peor era si esa crítica lo ignoraba. Hoy, en las redes sociales todo el mundo es crítico y muchos son muy mala leche. Situación que puede provocar trastornos mentales, emocionales, depresión, estrés y baja autoestima, en jóvenes y adolescentes, que abusan y dependen de estos medios, cuya autoimagen y desarrollo emocional se encuentran en etapa crucial de formación.

La pasión, la perseverancia, no solo son el motor que nos inspira, sino también la fuerza que nos conduce en la búsqueda de aquello que llamamos éxito, que no es otra cosa que el resultado, y la consecuencia de haber hecho las cosas bien.

Un bello recuerdo que tengo de cuando estudiaba cine en el Dramatistaka Institutet de Estocolmo ocurrió cuando visionamos y analizamos el film YOL, del director turco Yilmaz Güney y Serif Gören, obra que ganó Cannes en 1982. Yilmaz, durante la dictadura de los años 80 se encontraba en la cárcel cumpliendo condena debido a que los militares habían encontrado poesía en su casa. Yilmaz escribió el guion de Yol estando en prisión. Contrató como asistente a Serif Gören para que la filmara mientras él cumplía condena. Yilmaz logró escapar de la cárcel y se llevó los rollos de negativos a Suiza. Finalmente, pudo ver realizado su sueño escrito tras las rejas al concretar la edición de su film en París.