Cuando tomas el ferry de Balearia en la multicultural y bella ciudad de Tánger, fundada por el gigante Anteo, según Plutarco, y siempre y cuando el mar lo permita, tendrás una agradable travesía de algo más de una hora.
Son pocos los kilómetros que unen y a veces separan Europa y África, un estrecho marítimo en un mundo con personas iguales, pero diferentes en tantas cuestiones religiosas y culturales que durante siglos no nos hemos entendido, lo cual ha ocasionado una relación de vecinos a menudo difícil.
Marruecos, como muchos países africanos, ha sido maltratada por ese eurocentrismo que tanto daño ha hecho en tantos lugares, lo que explica, en parte, las mutuas desconfianzas actuales.
Pero volver a Algeciras Al-Yazirat Al-Hadra (la Isla Verde), la primera ciudad fundada en la península ibérica por los conquistadores musulmanes en 712, es siempre una satisfacción, sobre todo cuando declina el sol y los ruidos del puerto son un runrún ya lejano que se va desvaneciendo con la tarde.
Y si además puedes alojarte en el hotel Reina Cristina, podrás reencontrarte con una parte significativa de la historia que ha marcado las también difíciles relaciones entre naciones de Europa y, en este caso, con Francia y sus apetencias coloniales, nunca satisfechas, en el norte de África.
Fotografía: Felipe Sérvulo. Hotel Reina Cristina, Algeciras, Cádiz, España.
Dicho hotel, uno de los protagonistas de esta historia, está rodeado de hermosos jardines, con soberbios árboles centenarios, palmeras y araucarias, inaugurado en 1901 como respuesta a las necesidades de alojamiento derivadas por la puesta en servicio del ferrocarril Bobadilla–Algeciras.
En funcionamiento desde el 27 de noviembre de 1892, fue un proyecto impulsado por empresarios británicos que buscaban dotar de un enlace ferroviario a Gibraltar, pero el tren nunca llegó a la colonia británica debido a la negativa de España.
Sin embargo, conscientes de la imposibilidad de llevar una línea férrea hasta Gibraltar por suelo español, los promotores se dieron por satisfechos con una parada en San Roque, a pocos kilómetros del Peñón.
Debido a que el ferrocarril ya conectaba prácticamente la ciudad con la red ferroviaria europea, por su situación geográfica, equidistante entre Madrid y Rabat y la oportunidad de disponer de un excelente hotel, el citado Reina Cristina fue elegido para celebrar lo que se conoce en la historia como la Conferencia de Algeciras, celebrada del 16 de enero al 7 de abril de 1906 a instancias de Alemania.
El objetivo fue intentar solucionar por vía diplomática la llamada Primera Crisis Marroquí, que enfrentaba a Francia con Alemania, surgida en 1904 y motivada por el pacto hispano-francés de delimitar y refrendar las zonas de África que ejercerían España y, sobre todo, la propia Francia, acuerdo bendecido por Irlanda y Gran Bretaña, a lo que Alemania se opuso frontalmente al estar también interesada en tener un protectorado en Marruecos, alegando importantes relaciones comerciales y las abultadas deudas que tenía el sultán de dicho país con bancos alemanes. Debido a la creciente tensión, se decidió convocar la conferencia como un intento de llegar a un arreglo amistoso y evitar la guerra.
Asistieron representantes de máximo nivel de Alemania, Francia, España, Marruecos, Reino Unido, el Imperio austro-húngaro, Estados Unidos, Bélgica, Italia, Países Bajos, Rusia, Portugal y Suecia. Las dieciocho sesiones se celebraron en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Algeciras, desde enero de 1906, hasta el 7 de abril, cuando la conferencia se dio por concluida con la firma del Acta de Algeciras por algunos participantes europeos; el 18 de junio fue firmada por el sultán. La permanencia de los componentes fue en el hotel, el mismo en el que tuve la suerte de alojarme en mi viaje a dicha ciudad, cuyos salones guardan el sabor decimonónico que los hace tan sugerentes.
Fotografías: Felipe Sérvulo. Cuadro del Ayuntamiento de Algeciras y lista de participantes.
Posteriormente, durante la Segunda Guerra Mundial, se alojaron espías que controlaban los movimientos en Gibraltar. También ha recibido la visita de numerosos personajes ilustres a lo largo de su historia, entre ellos Arthur Conan Doyle, Charles de Gaulle, Winston Churchill u Orson Welles. Todo un placer haber estado en los mismos espacios que ellos.
Tras los acuerdos firmados en 1906, España y Francia adquirieron la obligación de ejercer un protectorado en Marruecos: el norte sería para España y el sur para Francia, esta última la gran triunfadora, apoyada en todo momento por Gran Bretaña, que tenía mucho interés en no dar opción a la pretensión alemana de obtener ganancia colonial en dicha región pensando en la seguridad de Gibraltar y temiendo que la marina alemana instalara una base naval en el Mediterráneo, lo que entraba en conflicto con la situación privilegiada de la marina británica en esa zona.
Este entendimiento franco-británico fue algo novedoso en Europa, y generaría más tarde la Entente Cordiale, en oposición a Alemania.
La Conferencia de Algeciras fue un intento de resolver la llamada primera crisis marroquí que enfrentaba a Francia con Alemania, y aunque en esta ocasión los acuerdos evitaron un conflicto armado, dichas tensiones volvieron a manifestarse en la segunda crisis marroquí o crisis de Agadir, en 1911, al cerrarse en falso las desavenencias en 1906.
Ese año estalló una revuelta contra el sultán de Marruecos. Para sofocarla, Francia y España lanzaron operaciones militares para restablecer la autoridad del sultán. Alemania, entre tanto, envió un buque cañonero (el navío Panther) a Agadir, puerto estratégico de gran importancia, ya que es el mejor entre Gibraltar y Canarias, pero situado en el protectorado francés de Marruecos; llegó con el pretexto de defender a los comerciantes alemanes allí establecidos, lo que Francia interpretó como un desafío.
De nuevo, la diplomacia evitó un enfrentamiento armado. Aunque Alemania por fin reconoció los derechos de Francia en Marruecos y renunció a cualquier derecho en la zona, pidió compensaciones. Recibió a cambio posesiones que hoy forman parte de Camerún, Chad, Centroáfrica, Congo y Gabón.
Continuaban las vergonzosas componendas que habían alcanzado las naciones europeas para repartirse África en la Conferencia de Berlín de 1884, donde se acordó entre las potencias coloniales que los territorios se tomarían mediante pactos y nunca por la conquista.
En un clima aparentemente muy civilizado, se establecieron reglas para el comercio y la navegación en África, pero la realidad fue que estos acuerdos no solo aceleraron el colonialismo europeo en África, sino que sentaron las bases debido al reparto para décadas de explotación, abusos y conflictos al ignorar por completo las realidades étnicas, culturales y geográficas africanas que existían desde siglos antes en dicho continente, repartiéndose en muchos casos territorios en un despacho sobre un mapa.
De esta manera, grupos étnicos que habían convivido siempre pacíficamente fueron separados entre diferentes colonias, mientras que pueblos tradicionalmente enemigos se vieron obligados a coexistir dentro de las mismas fronteras artificiales diseñadas por europeos a su conveniencia, lo que originó grandes problemas que perduran hasta nuestros días.
Participaron en el reparto Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, Suecia- Noruega y el Imperio Otomano. Un hecho revelador es que ningún representante africano fue invitado a la conferencia donde se decidía el destino de sus pueblos.
Pocos años más tarde, las tensiones por la competencia en las colonias, la carrera armamentista, las alianzas entre naciones (Triple Entente con Francia, Rusia y Reino Unido, la Tripe Alianza con Alemania, Italia y Austria-Hungría) y el creciente nacionalismo iban configurando una Europa de preguerra, cuyo detonante, como sabemos, fue el asesinato del heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando, por un nacionalista serbio, el 28 de julio de 1914, lo que desencadenó la Primera Guerra Mundial, que ocasionaría alrededor de 20 millones de muertos.
Alemania perdió la guerra y en el Tratado de Versalles de 1919 los vencedores le impusieron disposiciones punitivas severas que generaron resentimiento y contribuyeron a la aparición del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, que se saldó con 60 millones de muertos.
Puede decirse, con total seguridad, que el siglo XX ha sido el más cruel de la historia de la humanidad.