Se arrodilló frente al altar del Gauchito Gil. De las ramas de los árboles que envolvían el ambiente colgaban cintas rojas hasta las raíces. El gauchito estaba rodeado de ofrendas que sus devotos le habían dejado. Vino y cigarrillos eran los obsequios predilectos.
Cuando se recurre al Gauchito Gil es porque se agotaron todas las otras instancias para la concreción de los milagros, entonces decides acercarte a los paganos. Porque por más que insistentemente y durante las largas jornadas de trabajo había andado, no conseguía un solo resultado, cuán difícil era obtener del pozo agua para sus animales, del pozo no salía una sola gota más.
Frente al altar había estacionado un automóvil completamente deteriorado, su cajuela estaba cerrada con un lazo, y estaba abollado, y la pintura totalmente desvanecida, del fondo del auto se escuchaba la canción la “La más Bella”.
Cuando lo vio descender del auto todo transpirado pudo sentir el advenimiento de su aroma a hombre. Era un ser celestial, tenía el caballo un tanto largo, el torso desnudo y el resto de la ropa un tanto sucia, pero ella quedó anonadada, y su principal preocupación se desvaneció tras la aparición de semejante ser especial de tez oscura y ojos verdes, sus cejas en unidad, y su extrema delgadez, nunca había visto descender del cielo un ser tan único.
En su auto traía un perro de esos completamente mestizos, una especie de cruza con galgo que vestía un collar que coincidía con el rojo intenso del gauchito. A medida que descendía la música permanecía encendida, y ya mirándola realizó un movimiento de caderas y brazos en simultaneo, la miró fijamente y le lanzó un guiño de ojo izquierdo, tirándole un beso con sus finos labios al ritmo del cumbión de fondo.
Ella quedó completamente perpleja, no pudo emitir una sola palabra y se sonrojó. Su pelo rubio y su cara se asemejaban a una de esas muñecas, por su extremadamente belleza occidental y sus rasgos finos. Ese fue el mismo instante en que se enamoró, a veces el amor adviene en un segundo de elevación, pareciera que las almas atraviesan una especie de conjunción, de apareamiento ancestral.
Y mientras pretendía enfocarse en el objetivo del milagro lo miraba de reojo, mientras el fumaba un cigarrillo y le dejaba una botella de vino al gauchito, no sin antes beberle un sorbo, quien desde el cielo esperaba la tan ansiada ofrenda que le quitaría la sed de todas las injusticas terrenales. Mientras que el pedido de la joven fue desdibujándose frente a semejante presencia, dejó de concentrarse en sus problemas y dejó llevarse por su inocencia.
La música seguía resonando en su cabeza, y el arrodillado en el altar aclamaba con un grito ¡Hay amor! Lo que la dejó aún más perpleja, e interpelando en silencio al gaucho, lo sentenció con un ¡Que me mandaste!. El gauchito Gil desde el cielo estaba confuso por esta situación dos pedidos simultáneos estaban siendo procesados, mientras uno había pedido agua el otro había pedido amor, y la primera termino deseando el pedido del segundo, al segundo le termino asignando a altísima velocidad la concesión del amor.
Era lo único que podía hacer con las cartas tendidas en la mesa, inició desde el cielo, y en el medio del inmenso calor una gran tormenta con truenos de ruido extremo que en menos de dos horas configuró el cielo más celeste que puede haber en el mundo, en un oscuro, pero necesario escenario para cumplirle a ella su petición.
Las aguas eran para los animales que criaba en su campo, donde transformaba hambre, agua y pasto, en el alimento de los humanos, aunque ahora había aprendido a cultivar también ahora el espíritu, pues la esperanza es el alimento del alma, Gauchito Gil, sácame este dolor que atraviesa mi alma, que recubre todo mi espíritu, gauchito gil enséñame la espera, la paciencia, la sabiduría, la obediencia, el sacrificio, la generosidad, el respeto, veo al pueblo con tanto respeto, con tanta prolijidad, se puede ser un pueblo más manso.
Mientras él y frente al altar pedía que alguien remplazara a su ex amor en el hogar, lo habían dejado con un bebe que no sabía cuidar, solo necesitaba alguien de alma noble que lo ayudara con la tarea que el destino tal vez un tanto injustamente por su partida le había encomendado, una beba niña, una mujer. Gauchito Gil escucha mis suplicas, solo necesito una ayudita más, necesito a alguien que me la ayude a criar, sabes que ya ella ya habrá partido.
Y como el Gauchito Gil escuchaba todas las plegaría, aprovechó el momento del entrecruzamiento de pedidos, y utilizando sus fieles poderes concedió a ambos sus pedidos correspondientes, la joven se haría cargo de la niña, tan solo por el amor que le profesaría a su papá.