En mi primer artículo publicado en Meer1 hablé sobre cierto problema medio ambiental de gran envergadura en el presente, el llamado “Problema de los comunes”, propuse a la propiedad privada como medio para su solución; pero en realidad el argumento central de ese artículo tiene muchas más aplicaciones, una de ellas es a la teoría política y puntualmente a la comparación de las formas de gobierno, a continuación, y como un corolario de lo dicho en el artículo antes mencionado, vamos a hacer un examen de la democracia moderna en relación a la monarquía tradicional.

La aplicación del problema de los comunes a la comparación de la monarquía y la democracia: Historia moderna del mundo occidental

Actualmente el mundo occidental es predominantemente republicano-democrático, sin embargo, salvo algunas excepciones, este tipo de gobierno fue la excepción, más común en occidente durante gran parte de su historia acabó siendo la monarquía. Roma en su era republicana, la república de Atenas y los cantones suizos son algunos ejemplos de los más conocidos de órdenes republicanos previos a la era moderna pero solo dos de estos órdenes fueron duraderos, el romano y el suizo, el ateniense fue más bien efímero2.

Este paso hacia la democratización de occidente no sucedió de un día para el otro, sino que fue un proceso lento que transcurrió a través de más de un siglo.

Francia y la revolución francesa de 1789 con su consecuencia de mayor importancia que fue el derrocamiento de la dinastía monárquica de los Borbones y el alzamiento en su lugar de un orden republicano comenzó en la era moderna el proceso de democratización occidental.

A lo largo del siglo que siguió a la revolución francesa en Europa se comenzó a extender el voto popular flexibilizando las condiciones que las personas debían tener para poder dar su voto político. Aunque hay que decir que la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815 y la restauración de los borbones en Francia detuvo un poco el auge del republicanismo desacreditándolo durante todo el siglo 19 a causa del terror que provocaba la revolución y el rechazo que se tenía hacía las guerras napoleónicas, con todo, esto no impidió que incluso en los órdenes monárquicos de la Europa decimonónica se comenzasen a expandir lentamente en todo el transcurso del siglo los derechos de voto3. Las monarquías absolutas se fueron volviendo cada vez más democráticas eliminando las restricciones de acceso al gobierno o flexibilizando algunas, pero hasta ese momento no había existido un plan efectivo para eliminar las monarquías absolutas salvo en Francia como antes se dijo.

Entrado el siglo 20, el panorama era distinto, sucedió la primera guerra mundial comenzando en 1914 como un típico conflicto bélico, es decir, como una mera disputa territorial, los monarcas clásicamente iban a la guerra con el solo fin de expandir sus dominios territoriales y con esto buscaban tener un número mayor de vasallos a los cuales tributar incrementado la riqueza total de su Estado de esta forma y consecuentemente la suya, ya que el Estado era su propiedad privada. Pero a medida que fue pasando la guerra y llegamos al penúltimo año de esta, 1917, vemos una modificación sustancial en la naturaleza de las motivaciones de los participantes, a partir de este año ingresan los Estados Unidos de América a la guerra comandados por su presidente Woodrow Wilson con un propósito claramente definido, en sus gobernantes claro está, el de hacer el mundo de un lugar más seguro para la democracia. La pregunta es: ¿qué medio fue usado para tal fin?

Bueno, en la realidad histórica Wilson decidió ir por el camino de la abolición de todo régimen de gobierno no democrático en Europa. Puntualmente se centró en 3 monarquías europeas: la de los Habsburgo en Austria, la de los Hohenzollern en Alemania y la de los zares en Rusia estas eran vistas como ejemplos de un pasado que debía ser eliminado, el ancien regime, para dar paso a la nueva era del republicanismo democrático.

Para Wilson y los altos mandos americanos los gobiernos típicos de la Europa de 1917 eran un peligro para el nuevo orden mundial que querían instaurar, por lo que intervinieron en la, por entonces llamada, gran guerra con el explícito fin de eliminar esos gobiernos e instaurar repúblicas democráticas en su lugar cosa que logró uniéndose al bando aliado junto con Francia, gran Bretaña y Rusia venciendo finalmente en 1918 a las potencias del eje compuestas por Alemania, Austria-Hungría y el imperio otomano.

Antes de la intervención militar estadounidense había en Europa para 1914 solamente tres repúblicas: Francia, Suiza y Portugal (esta última desde 1911) luego de finalizar la guerra en 1918 todas las monarquías habían desaparecido de Europa(hablo de las más importantes), las que subsistieron sólo lo hicieron de forma nominal y las demás fueron abolidas y reemplazadas por regímenes republicanos como sucedió en Alemania, Austria-Hungría y Rusia, cayendo esta última en manos bolcheviques.

En el Mainstream de las ciencias sociales y de la historia se piensa este cambio epocal de las monarquías a las democracias como un verdadero logro, como un avance a destacar en la historia humana.

Lo que voy a sugerir a continuación es una réplica a tal idea.

Argumento teórico a priori a favor de la monarquía

Uno se podría preguntar llegado este momento cómo se pueden relacionar las dos cuestiones centrales de estos artículos: El problema de los comunes y la monarquía contra la democracia, pregunta más que lógica, para responder esta incógnita recordemos la proposición fundamental del problema de los comunes:

Si no existe propiedad privada sobre un determinado recurso escaso este se acabará agotando debido al incentivo que tienen todos los que lo usan de explotarlo a corto plazo lo más que se puede ya que se tiene el miedo de que si no se lo usa ya, en el mañana no se lo podrá usar porque otros con el mismo miedo o previendo el mismo escenario ya lo habrán utilizado.

Los monarcas absolutos hereditarios pasan en el poder una interminable cantidad de años en relación a los gobernantes republicano-democráticos, como mucho un gobernante democrático pasa en su puesto 8 años4 mientras que un monarca hereditario absoluto ostenta su cargo por varias décadas si hace bien las cosas.

Esta diferencia de tiempo de mandato entre estos tipos de gobernantes es derivada de la naturaleza de la propiedad del Estado que ambos dirigen. En el caso del gobernante demócrata-republicano este no es propietario del Estado que gobierna sino más bien es un mero custodio del mismo, es solamente un cuidador, cuidador que dentro de un par de años tendrá que pasar su cargo a otra persona con la cual no está relacionada familiarmente ni de ninguna forma (hasta es más que probable que sea alguien de un partido distinto al suyo) por lo que, presupuesto su propio interés personal, no tendrá incentivos para no explotar a la población al muy corto plazo con el fin de enriquecerse personalmente por medio de impuestos, de emisión de dinero y de toma de deuda, el sabe que si no hace el acto de explotación en el presente en el futuro no podrá hacerlo ya que no estará en el gobierno para entonces, por lo que otro cuidador republicano será el que disfrute del expolio de dichos bienes que el no robo cuando tuvo la oportunidad.

Podemos llamar a la república como aquel régimen de gobierno de propiedad pública, es decir que no es propiedad de nadie, que tiene la estructura de incentivos dada para que los gobernantes mediante intervenciones empobrezcan todo lo que puedan a la población a corto plazo, enriqueciéndose a costa de ella. En este caso, podemos hablar de un concepto como es el de riqueza total del Estado, compuesto de los ingresos corrientes del Estado y del capital del mismo.

Los modernos presidentes o primeros ministros solo se preocupan por maximizar el primero de los dos componentes de la riqueza de Estado más el segundo no les interesa ya que solo pueden “ganar” si incrementan lo más posible el primero de ambos, esto claro está, empobrecerá a la población al corto plazo al ahora tener menos ingreso disponible, pero tendrá también repercusiones a largo plazo porque la población ahorrara menos, invertirá menos lo cual llevará a una disminución de los procesos de producción en marcha, ceteris paribus, la cantidad de bienes y servicios de los que las personas pueden gozar es menor por lo que su nivel de vida va a caer5. Un monarca tiene propiedad privada sobre el Estado, lo cual lo hace ser el dueño exclusivo del ente monopolizador de la coacción sistemática e institucional contra la propiedad privada6, esto le permite permanecer en el poder de forma indefinida en tanto tenga el amparo de la mayoría población lo cual deriva en su mayor previsión a largo plazo.

Querrá el monarca, otra vez presuponiendo su interés personal, ser lo más rico posible maximizando su riqueza total. Pero el cómo gobernará mucho más tiempo que el presidente del gobierno de propiedad pública tendrá en cuenta la riqueza total futura de su Estado. Como quiere gobernar una sociedad rica y vivir de forma parasitaria con relación a ellos no los ahogará con impuestos, deuda pública y emisión de dinero Fiat a tal fin de que sus vasallos puedan enriquecerse y al largo plazo pueda extraer rentas más altas e incrementar el valor del capital de su gobierno y así además de beneficiarse él mismo de estas medidas, de legislación sana y política fiscal y monetaria sensatas, podrá redundar todo esto en un beneficio para sus herederos, sus hijos/nietos etc., que podrán gozar de un Estado que administrar mucho más rico en relación al Estado que hubiesen recibido si su antepasado solo se hubiera centrado en el corto plazo como suelen hacer los primeros ministros y presidentes.

El rey dado el carácter hereditario de su gobierno se comporta como el anciano que se preocupa por su descendencia no consumiendo al corto plazo toda la riqueza que a lo largo de su vida pudo acumular, ya que a pesar de que a él ya no le quede mucho tiempo de vida procura ahorrar y mantener sus propiedades en condiciones para que sus hijos, nietos y demás familiares tengan en el futuro, futuro que él probablemente no viva, más recursos económicos con los cuales mermar sus necesidades.

Volviendo un poco al principio y haciendo analogía con los pescadores podemos decir que el Presidente del gobierno de propiedad pública razona como sigue: “Si no expolio a mis gobernados ahora mañana no poder hacerlo, ya que soy solamente un custodio elegido popularmente para gobernar, no tengo propiedad privada sobre el gobierno por lo que la riqueza total futura de este me importa un comino, a mí solo me interesa aumentar mis ingresos corrientes lo más que pueda así y todo esto los disminuya en el largo plazo, así y todo esto carcoma el capital del Estado en el largo plazo, es más, como es probable que el siguiente gobierno sea opositor me conviene dejarle una herencia económica pesada para que su popularidad sea menor“. Como se puede ver este razonamiento es análogo al del pescador que no es propietario del lago del cual extrae peces.

En cambio, el gobernante de propiedad privada razona como sigue: “Si expolio a mis gobernados ahora lo más que pueda, los voy a empobrecer a largo plazo lo cual, en consecuencia, me va a empobrecer a mi dado que sus rentas van a ser más bajas y el capital de mi Estado también, por lo que, lo que más me conviene es tratar de a lo largo del tiempo ser lo menos expoliatorio posible de manera tal que pueda vivir yo de la población a la cual gobierno y subyugo de forma parasitariamente rica y no parasitariamente pobre, lo cual también hará que mis descendientes sean bastante ricos y puedan tener un mejor nivel de vida”. Esta forma de razonar es análoga a la del pescador que si es propietario del lago del cual extrae peces.

Notas

1 Véase: Medio ambiente y propiedad privada.
2 Para una información más detallada sobre este tema véase: Hans Herman Hoppe, Monarquía, democracia y orden natural, cap. 2.
3 Hoppe dice al respecto: “Desde 1815 a 1830 los Borbones restaurados en Francia limitaron severamente el derecho al voto. El colegio electoral representativo de una población de unos 30 millones de franceses incluía tan sólo a los más grandes propietarios de Francia —unos 100.000 electores, menos de 0,5 % de la población mayor de 20 años—. Como resultado de la Revolución de julio de 1830, la abdicación de Carlos X y la coronación del Duque de Orleans, Luis Felipe, el número de votantes se incrementó hasta los 200 000. Las convulsiones revolucionarias de 1848 hicieron otra vez republicana a Francia, introduciéndose el sufragio universal para todos los varones mayores de 21 años. Napoleón III fue elegido por casi 5,5 millones de franceses de un electorado de más de 8 millones.
Después de 1815, el colegio electoral del Reino Unido estaba integrado por unos 500.000 propietarios acomodados —un 4 % de la población mayor de 20 años. El Reform Bill de 1832 rebajó las condiciones del censo hasta ampliar el voto a unos 800 000 electores. La siguiente ampliación del censo, hasta los 2 millones, llegó con la segunda reforma electoral de 1867. En 1884 las restricciones a la propiedad se relajaron todavía más y el electorado aumentó hasta los 6 millones (casi un tercio de la población mayor de 20 años y más de tres cuartos de todos los varones adultos).
En Prusia, el más importante de los 39 Estados alemanes reconocidos después del Congreso de Viena, la democratización comenzó con la Revolución de 1848 y la constitución de 1850. La cámara baja del Parlamento prusiano fue elegida desde entonces por sufragio universal masculino. Sin embargo, hasta 1918 el electorado se componía de tres estamentos con un peso electoral diferente. Por ejemplo, los más ricos —aquellos que pagaban un tercio de los impuestos— elegían a un tercio de los miembros de la cámara baja. En 1867 se fundó la Confederación de Alemania del Norte, incluyendo a Prusia y otros 21 Estados alemanes. Su constitución instituyó el sufragio universal para los varones mayores de 25 años. En 1871, después de la victoria sobre Napoleón III, la constitución de la Confederación se adoptó, en su contenido esencial, como constitución del nuevo Imperio alemán. De una población cercana a los 35 millones, unos 8 millones de alemanes (alrededor de un tercio de la población mayor de 20 años) eligieron el primer Reichstag alemán.
Después de la unificación política de Italia liderada por el Reino de Cerdeña y el Piamonte en 1861, el voto sólo se concedió a unas 500.000 personas de una población de 25 millones (un 3,5 % de la población mayor de 20 años). En 1882 se relajaron los requisitos del censo y la edad mínima para votar se bajó desde los 25 años a los 21. El electorado italiano superó así los 2 millones de votantes. En 1913 se introdujo el sufragio casi universal para los varones mayores de 30 años y un sufragio con muy pocas limitaciones para los varones mayores de 21 años, con lo que el número de votantes italianos alcanzó los 8 millones (más del 40 % de la población mayor de 20 años).
En Austria se introdujo el sufragio censitario y desigual en 1837. El electorado, compuesto de cuatro clases o curiae, cuyo voto pesaba diferente, totalizaba 1,2 millones sobre una población de 20 millones (10 % de la población mayor de 20 años). En 1867 se incorporó una quinta curia. Cuarenta años después se abolió el sistema curial, adaptándose el sufragio universal e igual para los varones mayores de 24 años y elevándose los votantes a 6 millones (casi un 40 % de la población mayor de 20 años)”, Ibidem.
4 En el caso de mi país, Argentina, el presidente, primer ministro, tiene el cargo vigente por 4 años antes de la reforma constitucional de 1994 el cargo era por 6 años.
5 Sobre el proceso civilizatorio, los derechos de propiedad y la interferencia gubernamental véase Hans Herman Hoppe, Monarquía, democracia y orden natural, cap. 1, y Murray Newton Rothbard, Poder y mercado; también puede verse para un desarrollo histórico Hans Hermann Hoppe, Progreso y declive, cap. 3.
6 Sobre esta concepción del estado véase Max Weber, Murray Newton Rothbard y Hans Hermann Hoppe.