El Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) es un ambicioso proyecto de conectividad global que busca fortalecer las rutas comerciales entre Asia, Medio Oriente y Europa.
Contexto y objetivos del IMEC
Anunciado durante la cumbre del G20 en 2023, el IMEC ha sido concebido como una alternativa a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, con el respaldo de Estados Unidos, la Unión Europea, India y varias naciones de Medio Oriente. Su objetivo es optimizar el comercio intercontinental mediante una red de ferrocarriles, carreteras y corredores marítimos que reduzcan costos y tiempos de transporte.
El 2024 ha sido un año crucial para el desarrollo del IMEC, con la reactivación del proyecto en medio de una creciente competencia entre potencias. Italia ha desempeñado un papel central en la consolidación del corredor, especialmente tras su decisión de abandonar formalmente la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, reafirmando su alineación con las estrategias económicas de la Unión Europea y Estados Unidos.
El papel de Italia y Francia en el IMEC
La participación italiana ha sido clave no solo por su ubicación estratégica como punto de entrada a Europa, sino también por su liderazgo en el desarrollo de infraestructuras y su interés en fortalecer la cooperación con India y Medio Oriente. Francia, por su parte, ha intensificado su presencia en la región con el objetivo de posicionarse como un actor clave en la conectividad euroasiática.
París ha buscado equilibrar su participación en el IMEC con iniciativas propias de infraestructura y comercio, en un intento por consolidar su influencia en Medio Oriente y África. La rivalidad con Italia en este ámbito ha añadido una nueva dimensión al desarrollo del IMEC, generando competencia por inversiones y contratos de infraestructura.
El avance del IMEC también ha estado condicionado por la evolución de las relaciones geopolíticas en Medio Oriente. La normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, así como los cambios en la política energética global, han influido en las decisiones de los países involucrados.
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han jugado un rol central en la estructuración del proyecto, utilizando su influencia económica para atraer inversiones y consolidarse como nodos estratégicos dentro del corredor.
Desafíos y competencia global
A medida que el IMEC avanza, persisten desafíos relacionados con la financiación, la estabilidad regional y la competencia con otras iniciativas de conectividad global. Sin embargo, su desarrollo representa un paso significativo hacia la diversificación de rutas comerciales y el fortalecimiento de la cooperación intercontinental, consolidando una red que podría redefinir el comercio global en los próximos años.
Desde que se anunció el plan IMEC en septiembre de 2023, la opinión de que IMEC es la versión india (o la versión de Narendra Modi) de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta (BRI) ha ganado fuerza en China. Según algunos comentaristas chinos, India propuso el plan en un intento de ponerse a la altura de China y contraatacarla, pero el plan de India encalló rápidamente cuando se intensificó el conflicto israelí-palestino, con un intercambio de misiles entre Irán e Israel.
Sin duda, China entiende que el proyecto IMEC ha sido un desastre, sobre todo debido al empeoramiento de la situación en Oriente Medio. Sin embargo, el proyecto parece haber despegado de nuevo en la segunda mitad de 2024. En diciembre de 2024, el viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Su Alteza Abdullah bin Zayed Al Nahyan, de los Emiratos Árabes Unidos, visitó la India y pidió la implementación del IMEC. South Asia Gas Enterprise Pvt. Ltd. (SAGE), un consorcio privado con sede en la India, también está llevando a cabo un proyecto para construir gasoductos submarinos de gas natural que conecten el estado de Gujarat, en el oeste de la India, con Omán.
El Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) se inserta dentro de una competencia estratégica más amplia entre India y China por la influencia en las cadenas de suministro globales y la conectividad transregional.
Mientras que China ha impulsado la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) desde 2013 con una inversión acumulada que supera los 1,000 mil millones de dólares, India ha buscado contrarrestar esa influencia con proyectos alternativos, incluyendo el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) y el propio IMEC.
La BRI de China abarca más de 150 países y 32 corredores económicos, con un enfoque en infraestructura masiva que incluye ferrocarriles, carreteras, puertos y telecomunicaciones. Su eje clave es la Ruta de la Seda Marítima, que conecta China con el sudeste asiático, África, Medio Oriente y Europa a través de una red de puertos estratégicos.
Un punto crítico de la BRI ha sido su alto endeudamiento para los países receptores, lo que ha generado preocupaciones sobre la llamada "trampa de la deuda", como se ha observado en Sri Lanka, donde el puerto de Hambantota fue arrendado a una empresa china por 99 años debido a la incapacidad del gobierno de pagar sus deudas.
En comparación, el IMEC busca ser una alternativa menos invasiva y con mayor participación del sector privado. Su estructura se basa en el desarrollo de infraestructura ferroviaria y marítima que conecte India con Europa a través de Medio Oriente. A diferencia de la BRI, el IMEC enfatiza la descarbonización del comercio, con un enfoque en la reducción de emisiones y en la implementación de energías limpias. Sin embargo, la financiación inicial del IMEC aún no se ha detallado completamente, lo que plantea dudas sobre su viabilidad frente a la extensa red de financiamiento chino respaldado por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) y el Exim Bank de China.
Por otra parte, existe el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC por sus siglas en inglés), liderado por India junto con Rusia e Irán, es un corredor multimodal que conecta Mumbai con San Petersburgo a través de Irán, el Cáucaso y Rusia. Con una extensión de 7,200 km, se espera que reduzca en un 30-40% los costos de transporte entre India y Europa en comparación con la ruta tradicional a través del Canal de Suez.
Aunque el IMEC comparte con el INSTC el objetivo de conectar India con Europa, su enfoque geopolítico es diferente. Mientras el INSTC se basa en un eje norte-sur a través de Rusia, el IMEC prioriza una ruta occidental, alineándose con socios estratégicos como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y la Unión Europea. Esto lo posiciona como una alternativa viable en un contexto donde Rusia enfrenta sanciones económicas.
En términos de competencia con China, el IMEC representa una apuesta por una conectividad segura y diversificada, sin depender de rutas dominadas por Beijing. Sin embargo, aún enfrenta desafíos en términos de financiación, ejecución y estabilidad política en Medio Oriente.
El talón de Aquiles del IMEC
Uno de los principales desafíos del Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) es su financiación. A diferencia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China, que cuenta con el respaldo de bancos estatales como el Banco de Desarrollo de China y el Exim Bank de China, el IMEC carece de un mecanismo de financiamiento centralizado y garantizado.
Hasta el momento, los detalles sobre las inversiones concretas y la estructura financiera del proyecto siguen siendo difusos, lo que genera incertidumbre sobre su viabilidad y sostenibilidad a largo plazo.
Los comentaristas chinos son mordaces con respecto a IMEC, criticando su fragilidad organizativa y su falta de enfoque en los países en desarrollo, aludiendo a la clara ventaja de la BRI como pionero, la excesiva dependencia de IMEC del transporte marítimo y la falta de conectividad terrestre, y su exclusión de Irán y Turquía.
Aunque el IMEC ha sido anunciado con gran entusiasmo por India, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, la Unión Europea y Estados Unidos, ninguno de estos actores ha especificado cuánto capital está dispuesto a invertir. Hasta ahora, no se ha creado un fondo común de infraestructura como el que respalda la BRI. En contraste, China ha destinado más de 1,000 mil millones de dólares en proyectos de la BRI en todo el mundo desde 2013, mientras que la inversión inicial del IMEC no ha sido oficialmente anunciada.
A diferencia de la BRI, donde gran parte del financiamiento proviene de préstamos estatales chinos, el IMEC planea atraer inversiones privadas y financiación de bancos multilaterales como el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD). Sin embargo, el sector privado suele ser más reticente a invertir en proyectos de infraestructura a gran escala si no hay garantías claras de retorno, lo que podría ralentizar la captación de fondos.
La construcción de una red ferroviaria de alta velocidad, junto con la modernización de puertos y la infraestructura de interconectividad en Medio Oriente, requerirá inversiones que se estiman en cientos de miles de millones de dólares. Sin un modelo de negocio claro que garantice beneficios tangibles en el corto y mediano plazo, los inversores podrían mostrarse cautelosos.
La ruta del IMEC atraviesa países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que han demostrado estabilidad en los últimos años, pero también regiones con riesgos geopolíticos latentes. Conflictos en la región podrían afectar el costo del financiamiento al incrementar las primas de riesgo para los inversionistas.
La UE y EE.UU. han manifestado su apoyo al IMEC, pero hasta ahora no han comprometido una financiación sustancial. Iniciativas como la Asociación para la Infraestructura Global y la Inversión (PGII) del G7, que busca contrarrestar la BRI con una inversión de 600 mil millones de dólares, podrían canalizar fondos hacia el IMEC.
Si bien el IMEC presenta un gran potencial geoeconómico, su éxito dependerá en gran medida de su capacidad para movilizar recursos financieros de manera estructurada y sostenible. Sin un compromiso claro de inversión y un modelo de financiamiento eficiente, el proyecto corre el riesgo de quedar en el papel como una iniciativa ambiciosa, pero de difícil ejecución.
Esas críticas no son necesariamente infundadas. De hecho, el IMEC es problemático por todas esas razones. Pero seguramente lo más importante es que, justo cuando China se enfrenta a los países desarrollados, en particular a los Estados Unidos, como representante autoproclamado de los países en desarrollo, se están gestando movimientos entre los países en desarrollo para enfrentarse a China. La India está adoptando una postura firme contra la BRI de China al ser anfitriona de la Cumbre del Sur Global y no invitar a China, y al encabezar la iniciativa del IMEC. Si esta resistencia continúa, las esperanzas de China de que los países en desarrollo, encabezados por China, cuestionen el orden global impuesto por los países desarrollados se verán frustradas. Seguramente, esto es razón suficiente para ser un poco menos críticos con el IMEC y, al mismo tiempo, darle a China algo serio de qué preocuparse.
El potencial geoeconómico del IMEC y su impacto en Oriente Medio
El Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) tiene el potencial de redefinir el papel de Oriente Medio en el comercio global, posicionando a la región como un nexo clave entre Asia y Europa. Sin embargo, su éxito depende de la estabilidad política de los países que lo conforman y de su capacidad para gestionar los múltiples conflictos abiertos que amenazan con obstaculizar su desarrollo.
Arabia Saudita, uno de los actores principales del proyecto, ve en el IMEC una oportunidad para consolidar su estrategia de diversificación económica bajo el plan Visión 2030. El reino busca reducir su dependencia del petróleo y convertirse en un centro logístico de primer nivel, facilitando el tránsito de mercancías entre Asia y Europa.
Para los Emiratos Árabes Unidos, la iniciativa refuerza su papel como un hub comercial global. Con puertos altamente desarrollados en Dubái y Abu Dabi, EAU ya es una de las principales plataformas de comercio y logística de la región, y su participación en el IMEC podría consolidar aún más su liderazgo en el sector.
Israel, por su parte, se beneficia del corredor al integrar sus capacidades tecnológicas e innovadoras en la cadena de suministro global. Su presencia en el proyecto también es una manifestación del acercamiento diplomático con los países árabes, impulsado en parte por los Acuerdos de Abraham. Sin embargo, las tensiones con Palestina y el conflicto en Gaza suponen un riesgo para la estabilidad de su participación, ya que cualquier escalada podría afectar el flujo de mercancías y la cooperación regional.
Jordania, aunque con menos recursos económicos que sus vecinos del Golfo, desempeña un papel estratégico en el corredor al conectar por tierra distintas rutas comerciales dentro de la región. Su estabilidad política lo convierte en un socio confiable, y la inversión en infraestructura derivada del IMEC podría traer beneficios económicos significativos para el país.
A pesar de su potencial, la puesta en marcha del IMEC se enfrenta a desafíos geopolíticos críticos. La guerra en Gaza y el conflicto palestino-israelí generan un clima de incertidumbre que puede afectar la cooperación entre los países involucrados. Además, las tensiones entre Irán y los países del Golfo representan una amenaza latente para la seguridad de las rutas comerciales. Irán, excluido del proyecto, podría percibir el corredor como una iniciativa que busca reducir su influencia en la región, aumentando el riesgo de fricciones y posibles represalias.
Otro factor de riesgo es la inestabilidad en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, donde la actividad de grupos insurgentes, como los hutíes en Yemen, representa una amenaza para la navegación. Ataques a embarcaciones comerciales o bloqueos en estas rutas clave podrían comprometer la viabilidad del IMEC.
En este contexto, el éxito del corredor dependerá de la capacidad de sus impulsores para gestionar estas tensiones y garantizar la seguridad de las infraestructuras involucradas. La cooperación regional será clave, así como la participación de actores externos, como Estados Unidos y la Unión Europea, que podrían desempeñar un papel en la mediación de conflictos y en la protección de las rutas comerciales estratégicas.