La protección del medio ambiente es un tema de mucha discusión en el pasado siglo XX y en el presente siglo XXI. Para que la humanidad tenga una calidad de vida decente y en constante aumento se requiere de una naturaleza sana que nos permita realizar nuestras actividades económicas y con esto, si es que se desea, se logrará además otro objetivo perseguido por muchos en el presente: hacer más amena la vida de los animales.

En este contexto, propongo una solución para abordar al menos parte del problema ambiental. Considero que la devastación medioambiental ocurre en parte porque muchos recursos escasos son utilizados de manera indiscriminada, agotándose hasta su desaparición en los peores casos. Para evitar este infortunio, sugiero la instauración de la propiedad privada1 sobre estos recursos. La propiedad privada sobre tales recursos será el medio que forjará un cambio en los juicios de valor e ideas de las personas que usarán esos bienes, generando una estructura de incentivos óptima para el bienestar medioambiental.

El inconveniente económico que motiva esta propuesta es el famoso «problema de los comunes». En primera instancia, explicaré este problema para quien no lo conozca.

El problema de los comunes

El problema de los comunes, también conocido como la tragedia de los comunes, fue propuesto por Garrett Hardin hace más de cinco décadas, en 1968, a través de un artículo publicado en la revista Science.2

La tesis fundamental sostiene que los recursos que no son propiedad de nadie se agotarán por su sobreexplotación. Tomemos como ejemplo un lago que no posee dueño, pero cuyos peces son apropiables, es decir, susceptibles de convertirse en propiedad privada. En esta situación, los pescadores, al no poder apropiarse del lago, optarán por explotarlo al máximo a corto plazo, extrayendo la mayor cantidad de peces posible, lo que provocará la devastación del recurso acuífero, lo cual lo volverá inutilizable.

El problema se intensifica, ya que, aunque se podría pensar que los peces no seguirán el mismo destino, la realidad es que también terminarán siendo sobreexplotados. Los peces no existen en un vacío; necesitan un entorno natural para nacer, desarrollarse, procrear y perecer, al igual que todas las especies animales, incluidos los seres humanos. La supervivencia de los peces depende de un entorno natural en condiciones aptas para la vida, no alterado por las actividades económicas humanas.

Sin embargo, esta condición se ve comprometida cuando no hay propiedad privada sobre el lago u otros recursos escasos. La mentalidad común se resume en el siguiente razonamiento: «Si no aprovecho el lago ahora, en el futuro ya no podré hacerlo, ya que otros lo habrán hecho. Los peces, la razón por la cual deseo utilizar el lago, son recursos finitos. Todos los individuos utilizan el lago por la misma razón, buscan peces para diversas actividades económicas, ya sea de producción o consumo. Dado que todos razonan de manera similar, explotarán el lago al máximo, ya que, si no lo hacen en el presente, no encontrarán más peces en el futuro. Por lo tanto, procurarán maximizar su pesca, dejando escasas o incluso nulas dotaciones de peces para mi futura e hipotética actividad de extracción. Dada esta situación, sería un despropósito no hacer lo mismo que los demás».

Preferencia temporal

Habiendo explicado esto, considero pertinente introducir un concepto de teoría económica de gran relevancia para el problema que estamos analizando: la preferencia temporal. Este concepto se refiere a la disposición de las personas para llevar a cabo una acción en un momento específico, ya sea en el presente o en el futuro. Las personas prefieren realizar una acción ahora o más tarde dependiendo del beneficio relativo que de ello deriva, si consideran que el beneficio de realizar una acción en el presente es mayor que el de realizar esa misma acción en el futuro entonces la llevarán a cabo ahora. En cambio, quien orienta su acción hacia el futuro lo hace porque piensa que de esa forma saldrá más beneficiado que si la orienta hacia el presente.

Quienes optan por la primera vía se dice que tienen una preferencia temporal alta, dando prioridad al bienestar presente sobre el futuro. Por otro lado, aquellos que orientan sus acciones hacia el futuro, prefiriendo el bienestar futuro antes que el presente, tienen una preferencia temporal baja.

Para ilustrar esto mejor, tomemos un ejemplo: los deudores son personas con una preferencia temporal alta, ya que prefieren tener dinero presente a costa del dinero futuro. Si A le pide a B 100 dólares con un 5% de interés, estaría obteniendo 100 dólares en el presente, pero se está obligando a devolver esos 100 dólares en el futuro con el interés correspondiente. A está mejorando su bienestar en el presente, pero a expensas de su bienestar futuro.

Los acreedores, por el contrario, tienen una preferencia temporal baja. Prefieren el bienestar futuro antes que el presente, dando dinero en el presente a cambio de recibir dinero en el futuro. B entrega 100 dólares a A, sacrificando su bienestar presente, con el objetivo de mejorar su bienestar futuro, ya que A se compromete a devolver esos 100 dólares con un interés del 5% en el tiempo pactado. B empeora su bienestar en el presente, pero para mejorarlo en el futuro.

La explicación de este concepto es crucial, ya que nos ayuda a comprender las acciones de los agentes económicos que utilizan bienes sin dueños. Dado que estos bienes no pueden ser utilizados de manera exclusiva, son explotados hasta su extinción por la humanidad. En el ejemplo hipotético anterior, los pescadores tenían una preferencia temporal sumamente alta (eran algo así como deudores), y los incentivos los orientaban en este sentido, de manera casi inevitable. Por lo tanto, nuestro objetivo más relevante en este momento es reducir la preferencia temporal de los pescadores (hacer que se asemejen a los acreedores), y la propiedad privada se convierte en nuestra receta para lograr este cambio. Esta medida alterará la estructura de incentivos de los agentes económicos y modificará su preferencia temporal, orientándola hacia el futuro salvando así al medioambiente y a los animales.

En síntesis, la no existencia de propiedad privada sobre recursos escasos genera incentivos deficientes que orientan la actividad económica del hombre hacia el presente, por lo que acaba siendo una gran fuente de problemas económicos y produce grandes insatisfacciones de necesidades al agotar los bienes necesarios para la vida humana feliz y placentera y provocar la decadencia de los biomas.

El caso del elefante africano

Presentaré otro ejemplo del problema de los comunes, esta vez no hipotético sino real, relacionado con una especie de animales.

El elefante africano fue una especie altamente codiciada y cazada en varios países del continente africano, como Zaire, Sudáfrica, Namibia, Kenia y Tanzania. Para abordar este problema, los gobiernos de estos países optaron por volver propiedad pública a estos elefantes, una medida común para enfrentar este tipo de desafíos. Sin embargo, el resultado no fue el esperado, y los elefantes continuaron enfrentando la amenaza de extinción.

En contraste, Zimbabue tomó un enfoque diferente al problema. A diferencia de sus vecinos, este país no optó por soluciones ineficaces y volvió propiedad privada a los elefantes y los resultados fueron notables: los elefantes se reprodujeron de manera asombrosa, llegando al punto en que la gestión de su población se volvió un desafío. Incluso se establecieron granjas de estos animales, y se está considerando la utilización de su cuero y otras posibilidades anteriormente descartadas debido a su ilegalidad.

Botswana fue otro país africano que eligió una salida similar frente al problema de la extinción de sus elefantes. Al igual que Zimbabue, tras transferir los derechos de propiedad sobre los elefantes de propiedad estatal a los Consejos Tribales regionales, experimentó resultados positivos. Según el ecólogo Fred L. Smith, en una década, la población de elefantes en Zimbabue no ha dejado de crecer, a diferencia de lo que sucede en toda África oriental y en Kenia, donde ha disminuido en más de un 50%.3

La isla de Pascua

Ahora exploraremos ejemplos relacionados con el medio ambiente. En la isla de Pascua, se llevó a cabo una tala descontrolada de árboles que resultó en una deforestación, pérdida de biodiversidad y colapso social impactantes. Este acto destructivo tenía como objetivo la construcción de monumentos y barcos, según relata Jared Diamond,4 biólogo y biogeógrafo especializado en el tema.

Grandes árboles como los Alphitonia y los Elaeocarpus fueron talados para la fabricación de canoas que se adentraran en el mar. Se infiere que estos y otros árboles también se utilizaban para esculpir estatuas y transportarlas. El proceso de deforestación probablemente comenzó con la llegada de las primeras personas a la isla alrededor del año 900 d.C. y para 1722, cuando llegó Jacob Roggeveen -primer europeo en explorar la isla-, ya estaba completo. Roggeveen no encontró ningún árbol que midiera más de tres metros de altura.

En el siglo XV, la deforestación alcanzó su punto máximo, llevando a la desaparición de todo el bosque y sus especies de árboles. Las consecuencias fueron significativas: la construcción de estatuas y canoas se detuvo debido a la falta de madera y sogas. La escasez de madera llevó a reemplazar la leña como combustible por restos de cultivos, caña de azúcar y hierbas. Sin canoas, la población de la isla no pudo cazar marsopas para alimentarse, lo que constituía la principal fuente de consumo cárnico. Alrededor del año 1500, la población de aves terrestres desapareció, la de aves marinas disminuyó significativamente, y elementos clave en la dieta como cocos de palmera y manzanas malayas desaparecieron. Los rendimientos agrícolas bajaron, escaseó el abono y la isla experimentó hambre, reducción demográfica y canibalismo.

Como se observó en el ejemplo del elefante africano, la transformación en propiedad privada de esta especie logró salvarla de la extinción en Zimbabue y Botsuana, donde los consejos tribales, con una baja preferencia temporal, administraron de manera eficaz a los elefantes, generando una abundancia de ellos. Si se hubiera seguido este enfoque para los árboles en la isla de Pascua, su extinción no habría ocurrido.

Cada propietario de árboles habría cuidado de utilizarlos de manera sostenible, evitando su agotamiento prematuro y previniendo la tala excesiva por parte de otros que pudiera llevar a su eliminación de la isla. Esto habría evitado las consecuencias negativas que siguieron a la tala de árboles: las canoas de madera continuarían su producción, los monumentos de los pascuenses seguirían siendo construidos, los rendimientos agrícolas no habrían disminuido, la leña no habría necesitado ser reemplazada como medio de calefacción, las marsopas seguirían siendo parte de la dieta pascuense, las aves permanecerían en el bioma de la Isla de Pascua, y el canibalismo y la reducción demográfica no se habrían producido.

La sistemática reducción de la preferencia temporal de los taladores de árboles en la isla de Pascua, que podría haberse logrado con propiedad privada, mantuvo el nivel de vida de los pascuenses y evitó el deterioro del bioma de la isla, asegurando la permanencia de las aves y la preservación de frutas y verduras.

Caso final

Por último, vamos a referirnos a un caso de propiedad sobre la tierra, que fue, de hecho, el ejemplo hipotético que Hardin usó allá por 1968 cuando propuso por primera vez este problema que analizamos a lo largo de este artículo.

Cuenta el profesor Huerta de Soto5 que en el oeste norteamericano en la segunda mitad del siglo XIX hubo inconvenientes al momento de determinar el derecho de propiedad sobre la tierra lo cual desencadenó tensiones entre agricultores y ganaderos con el consiguiente riesgo de sobreexplotación de la tierra. Se generó un incentivo para solucionar este problema, pero la solución tardó en llegar hasta que se introdujo un elemento que permitió delimitar objetiva y fácilmente la propiedad de cada quien y fue algo tan «simple» como el alambre de espino. Otra vez la propiedad privada fue la solución al problema.

Notas

1 Sobre el concepto de propiedad privada se debe aclarar que se concibe como la posibilidad de controlar de forma única o exclusiva un recurso material y escaso. Sobre este concepto véanse autores como Hoppe, Rothbard y Kinsella.
2 Garrett Hardin, The Tragedy of the Commons, Science, Vol. 162, No. 3859 (December 13, 1968), pp. 1243-1248.
3 Fred L. Smith, Introducción a la ecología de mercado, segundo capítulo.
4 Jared Diamond, Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, segunda parte, capítulo segundo.
5 Jesús Huerta de Soto, Estudios de economía política, capítulo 21, secciones cuarta, quinta y sexta.