The Lugano Report: on preserving capitalism in the twenty-first century.
(Susan George: análisis, apéndice y epílogo. Pluto Press, Londres, Sterling (Virginia), 1999, 213 pp.)
Los detentores del capitalismo de principios de este siglo están preocupados. Encargan a un grupo de eminentes pensadores («Grupo de Trabajo») a que les digan desapasionadamente lo que le espera al «Sistema» si se le deja seguir su curso actual. Los secuestran en una casona en Lugano, en los Alpes suizos, para que elaboren este Informe que contendrá sus advertencias y recomendaciones.
El grupo que encarga el Informe (prominentes multimillonarios) ve el capitalismo como una construcción social resultado del ingenio humano acumulado: “la invención colectiva más brillante de la historia”; por lo tanto, debe ser preservado. En su opinión, la tarea del siglo XXI consistirá en crear una estructura política mundial legítima y universalmente reconocida que lo sustente: porque el mercado, en su forma más amplia e inclusiva, es “lo más cerca que podemos estar de la sabiduría del Todopoderoso”.
En su Informe, el Grupo de Trabajo muestra su descontento con algunas de las tendencias que encuentran en su análisis. Hacen sonar algunas campanas de alarma apocalípticas y lanzan algunas advertencias al respecto. Entre ellas, consideran que varias señales indican que el mercado competitivo ya está cruzando ciertos umbrales no permisibles, hecho que no está siendo reconocido, incluso cuando, para algunos en el Grupo, ya es demasiado tarde.
Más allá de tales limites, por ejemplo, el de la distribución de la riqueza y las disparidades son peligrosas para la propia supervivencia del sistema y, por tanto, deben ser consideradas...
Simplemente no se puede tener una economía global que enriquece a unos pocos más allá de cualquier referencia histórica y crear perdedores contados en decenas de millones.
Los perdedores resultantes son invariablemente desestabilizadores para el sistema. Afortunadamente, hasta ahora estos perdedores no han asumido la responsabilidad de su condición de perdedores ni han tomado medidas al respecto. Las protestas populares ocasionales que vemos son más bien “los últimos suspiros” de los grupos oprimidos, y las onegés se han vuelto ya menos radicales, desafiantes y revolucionarias. La era de la fuerte oposición política y de los amplios frentes de solidaridad ha terminado. Pero esto no durará.
Como los intereses a corto plazo son primordiales, el sistema ahora simplemente acoge con satisfacción el crecimiento-por-el-crecimiento, sin calcular los costes finales totales, incluidos los costes ecológicos y sociales del crecimiento, que ahora externalizan impunemente quienes se benefician de él.
La satisfacción de las necesidades humanas, en contraposición a las necesidades del propio mercado, son accesorias al sistema global, que obedece a la lógica de la oferta y la demanda, y no a la lógica de la carencia de las necesidades básicas y del respeto de los derechos humanos.
En el ámbito financiero, la misma mentalidad a-corto-plazo va en contra de los beneficios a largo plazo; los derechos inmediatos de cada persona están suplantando al propio mantenimiento del sistema.
Las pocas instituciones reguladoras internacionales existentes están todas, en realidad, regulando la peligrosa dirección de una libertad aún mayor para el mercado, para que este siga operando sin restricciones de ningún tipo.
El Informe advierte de que, sin normas ni restricciones, el mercado puede provocar (y provocará) su propia caída. Si se le deja irrestricto, quedarán muy pocos ganadores y demasiados perdedores; conducirá a la sobreproducción y al sub-consumo, a la destrucción ecológica, a una concentración cada vez mayor de la riqueza y a un rechazo cada vez mayor de los no aptos. Así pues, hay que abandonar el mito, incluso el culto, del progreso inexorable. De lo contrario, en una carrera hacia el abismo. Los que han sido dejados afuera, tarde o temprano, se rebelarán y harán que el capitalismo liberal se derrumbe con ellos.
En la actual situación de un mercado fuera de control, la destrucción es máxima. “La basura social y el despilfarro resultantes ponen en peligro los ideales liberales y del mercado”, aunque pocos se atrevan a decirlo en público.
La conclusión del Informe, nos dicen, es que no podemos sostener el sistema liberal de libre mercado y, al mismo tiempo, seguir tolerando la presencia de “millones de superfluos”.
La única forma de garantizar la felicidad y el bienestar de la mayoría es que la población total del planeta sea proporcionalmente menor. Por lo tanto, una estrategia de una importante reducción de la población y de suspensión de intervenciones en salud reproductiva son, a la vez, un imperativo económico, social y ecológico, y son perfectamente defendibles desde un punto de vista ético en esta coyuntura histórica.
Así pues, “la cuestión para nosotros no es si, sino cómo lograr el objetivo de una reducción tan drástica de la población, porque al final, el poder reproductivo se convertirá en el verdadero poder amenazador.
Desde este punto de vista, la política del siglo XXI ya no debería consistir en repartirse el pastel, o en decidir quién obtiene qué recursos, cuándo y cómo. Para los impulsores del sistema, la política girará en torno a la mortalmente grave cuestión de mantenerse con vida. La ética de la solidaridad debe ser sustituida por una ética de la emergencia.
Pero las autoridades políticas mundiales contemporáneas no están imponiendo las reglas adecuadas para resolver el problema más obvio y llamativo de hoy. Las reglas actuales son manifiestamente inadecuadas para que las indispensables estrategias de reducción de la población sean operativas mañana. Los líderes que persisten en estrategias de solidaridad y universalidad y que intentan poner en práctica planteamientos basados en lo que demandan los ciudadanos deben ser desacreditados personalmente, para que se desconfíe de ellos.
El mundo empresarial también necesita crear su propia autoridad interna, más eficaz, encargada de vigilar y hacer cumplir la ley. Las empresas transnacionales tienen que practicar un capitalismo de alianza más verdadero y de facto.
Ahora, la política no debe centrarse en la vitalidad, sino en la mortalidad, en promover la reducción, no la reproducción.
Por un precio (que tenemos que estar dispuestos a pagar), y con el suficiente poder político, esto puede hacerse.
Hasta aquí las advertencias del Informe (que a menudo parece una sátira social moderna).
El informe señala además verdades ocultas y desnudas de las que “pocos se atreven a hablar”. Por ejemplo, en el caso de la ayuda exterior, poca gente del norte se da cuenta de que sus impuestos sirven para rescatar, no tanto a los gobiernos necesitados, como a los grandes actores privados del mercado mundial.
O aún menos ven que la ONU es, en última instancia, útil para el sistema, porque es el único foro internacional que da a los miembros pequeños y más débiles de la comunidad internacional la ilusión de que tienen algo que decir sobre la gestión de los asuntos mundiales. (Los discursos en la ONU o en sus conferencias son baratos; nunca se proponen tratados/contratos vinculantes ni se ofrecen verdaderos incentivos sostenibles).
A continuación, el Grupo de Trabajo formula algunas recomendaciones radicales en su informe. Tienes que leerlas por ti mism@; debes sacar tus propias conclusiones, asunto-por-asunto.
Tienes que leer, por ejemplo, acerca de los puntos de vista del grupo sobre la privatización total de los servicios públicos; sobre el enfoque de mercado del Banco Mundial en materia de asistencia en salud: ¿debe terminar el trabajo de privatizar la salud allí donde el proceso aún no ha concluido?
También deberías leer sobre cómo se debe atacar a las organizaciones que promueven la vitalidad, la reproducción, la equidad y la solidaridad popular, y cómo los programas de reducción de la población e inhibición de la reproducción deben formar parte de la condicionalidad de los programas de ajuste estructural (PAE).
Descubre por ti mism@ lo que dice el Informe sobre las drogas: ¿deberían legalizarse después de todo?
Deberías leer por qué los arriesgados cultivos modificados genéticamente, si es que se cultivan, deberían limitarse únicamente a los países pobres.
¿Debería mantenerse bajo control (o eliminarse gradualmente) la democracia para que el mercado globalizado mantenga su papel dominante? (...porque las elecciones y la participación de las masas favorecen por definición a las masas, que por definición también son perdedoras...).
Averigua si el “factor población” sólo debe considerarse en relación con las necesidades del esquema neoliberal de las cosas, persiguiendo así reducciones drásticas de la oferta de trabajadores para conservar todas las características y privilegios del sistema imperante, cualesquiera que sean los costes humanos. (Recordemos aquí que el significado original de proletario es “el que sirve al Estado no con lo que posee sino con la descendencia que produce”).
Independientemente de lo que el Informe acaba recomendando, hay que admitir que venden su ”Solución Final” de una manera hábilmente tejida (y terriblemente teleológica). Lectores poco críticos y rápidamente impresionables, ¡tengan cuidado!
Susan George no está contenta con las recomendaciones del Informe Lugano. En un incisivo anexo, y luchando tanto contra el maquiavelismo moderno como contra la ingenuidad, hace su última llamada a las armas. Nos dice que, en este momento, las declaraciones sobre lo que debe y tiene que hacerse no sirven; todas ellas descuidan patéticamente las dimensiones cruciales del poder y dejan de lado la turbia política de los intereses bien atrincherados.
Asumir que cualquier propuesta de cambio hacia un desarrollo más centrado en las personas y equitativo sólo necesita ser explicada de forma convincente para ser adoptada, es el tipo de ingenuidad más triste e irritante, afirma.
Se declara poco dispuesta a seguir jugando juegos estúpidos. Para ella, el problema no es convencer a los responsables de estos resultados de que sus políticas son erróneas, sino conseguir que el poder las anule. Pide que se busquen formas de detener a quienes no se detienen ante nada, y añade que los códigos de conducta y las restricciones voluntarias son irrisoriamente (o llorosamente) inadecuados para proteger a las personas y a la naturaleza de la explotación y la destrucción.
Para ella, hay que elegir entre sus reglas y las nuestras: hay que acabar con la tiranía transnacional antes de que ella acabe con nosotros. Y para cambiar el equilibrio de poder hay que evaluar los números, las fuerzas y la capacidad de hacer alianzas. El momento es ahora (si no ayer). ¡Y, a saber, Susan George lo escribió 1999!
Por desgracia, Susan George no profundiza en las vías de acción necesarias. De hecho, necesitamos más y más amunición para denunciar y combatir las conclusiones del Informe palmo a palmo, medida a medida.
En un epílogo, la autora hace algunas confesiones, entre las que destaca su propia filosofía de preguntarse siempre: ¿Quién tiene el control y cómo utiliza su poder? ¿Qué grupos se benefician y cuáles pagan los costes? Pretende convertirnos a la misma filosofía, ya que no corren buenos tiempos y es mucho lo que está en juego.
Susan George conserva en este libro su conocido (y apreciado) sarcasmo e ingenio. A modo de muestra, he aquí algunas de mis favoritas:
Los mercados financieros inestables no se comportan racionalmente; también crean perdedores a una escala que hoy haría que los años 30 parecieran un mal día en las carreras.
Para los pobres, los niños son como billetes de lotería: uno puede triunfar en la vida y cambiar el estatus de toda la familia.
La mano invisible se ve frustrada por la matriz (el útero) Invisible.
La doctrina del liberalismo se parece a la del Evangelio: muchos son los llamados, sólo unos pocos los elegidos.
Los mercados se disciplinan instantáneamente; celebran, por así decirlo, elecciones permanentes.
Felizmente, pocos políticos son héroes.
La guerra contra las drogas puede ser políticamente un éxito de multitudes, pero si fuera una guerra real, se consideraría una derrota peor que la de Vietnam.
Después de la McDonaldización del mundo, ¿qué vendrá? Pronto vendrá McEscuelas, McSalud y McTransporte?
Aunque la ignorancia y la estupidez deben tener su merecido, la mayoría de las cosas salen como salen porque los poderosos quieren que salgan así.
El gran dinero es nómada y viaja a la velocidad de los bytes.
En palabras de la propia Susan George, el libro pretende afligir nuestra comodidad sin, por desgracia (todavía), proporcionar mucho consuelo ni salidas a los afligidos. El mayor de los retos queda en nuestras manos, las de los lectores.
Espero con interés los debates sobre este Informe. Quien no lo ha leído no puede hablar de él.
Nota para los no convencidos: para los que, engañados por las instituciones de Bretton Woods, crean que el orden neoliberal acabará generando muchos más ganadores que perdedores, Susan George estaba dispuesta, en su momento, a conceder un premio en efectivo si se presentaba alguna prueba que mostrara remotamente algún recelo o escrúpulo que se desprendiera de cualquiera de los pronunciamientos del FMI o del Banco Mundial (el anuncio sobre su premio ”Qualm” se añadió en la página 201 del libro).