Hace ya un mes una amiga cercana se atrevió a escribirme por ayuda. Su relación de pareja no estaba funcionando y quería un consejo de otro hombre para poder saber si tal vez ella estaba pasando algo por alto. En resumen: Ella estaba pidiéndole a él tiempo de calidad: Salir a comer, verse para caminar por el parque o, simplemente, encontrarse en casa de él para conversar. Su pareja expresaba que estaba ocupado, que en su mente solo había espacio para el trabajo, crecer financieramente y “enfocarse en él”. Ante esta última expresión solo pude sentir una corazonada: ¿Dónde he escuchado esto antes?
Le pregunté de inmediato: ¿Ha dicho algo similar a esta cuenta que te envié a Instagram? -Dos reels le compartí por mensaje directo-.
-Ridículos tan babosos, si algo así -respondió.
En efecto, la mente del novio de mi amiga estaba plagada de información de esta cuenta de hombres que “educa” y “forma” a otros varones sobre masculinidad y cómo ser machos alfa. No pude culparlo, en algún momento mis amigos y yo también fuimos cercanos a este tipo de contenido y mentiría que no pensé en algún momento que mi fracaso con las mujeres se debía a que me faltaba ser “más alfa”. ¿A qué se debía este repentino auge de estas cuentas? ¿de qué manera había mutado el discurso antifeminista en este tipo de movimientos masculinistas? Y peor aún ¿Qué tipo de consecuencias pueden generar estas ideas en los hombres de diversas generaciones? El presente artículo, si bien no responde a todas estas preguntas, es el fruto de un mes de encontrarme con ellas en mi soledad, y acompañado -por supuesto- de quienes ahora agradezco hayan sido mis guías en mi proceso de autodescubrimiento como individuo, profesional, maestro y -¿por qué no?- hombre.
El levantamiento de los alfas
Mientras me desenvolvía en mis primeros años como docente, tuve la fortuna de desarrollar mis mejores lecciones catedráticas en escuelas femeninas. No saben lo entretenidos que podían llegar a ser los debates y preguntas existenciales en medio de una conversación con estudiantes de 9° con crisis románticas, identitarias, familiares etc. Sin embargo, no tardé mucho tiempo en notar que el feminismo iba haciéndose cada vez más fuerte en sus respuestas en el aula de clase, hasta el punto de haberme acusado en algún momento de mansplainear1 a una de ellas por haber corregido a una estudiante frente la mala utilización del concepto “eudaimonia” en una de las sesiones.
Jamás consideré al feminismo mi enemigo, pero era cierto que en ocasiones dificultaba el desarrollo de otras temáticas, fuera porque lo que el tema implicaba en sí mismo pareciera una apología al patriarcado -en alguna de sus cambiantes formas- o porque una vez puestos los lentes de alguna nueva ideología es difícil quitárselos para poder ver la cantidad de aristas o tonalidades que puede haber en algo. De hecho, en muchas ocasiones coincidí con el movimiento en la necesidad de cuestionar supuestos establecidos por grupos predominantes y estas ideas, evidentemente, resonaban en mis estudiantes.
Sin embargo, cuando llegué a la última institución educativa donde enseñé noté los estragos que estaba haciendo este movimiento en la convivencia entre hombres y mujeres. Me explicaré mejor, este último colegio tenía dos sedes: Una femenina y otra masculina. En una el movimiento feminista tenía todo un grupo selecto de chicas que lo defendían, y en el otro los muchachos sentían que las mujeres los veían como estorbos y peligros potenciales. ¡Qué maravillosa forma de retornar después de una pandemia!
Los chicos comenzaron a agruparse en pequeños círculos donde compartían sus frustraciones y experiencias, lo que a su vez fomentaba una visión sectaria y defensiva de la masculinidad. Poco a poco, en mis lecciones se escuchaban expresiones como:
Si ellas no nos necesitan, pues nosotros tampoco a ellas.
Todas son unas interesadas, en cuanto encuentran a alguien con más plata se van.
Este fenómeno no es aislado. En muchos espacios, los hombres jóvenes que se sienten incomprendidos o atacados por el feminismo buscan refugio en comunidades que les ofrecen una identidad y un propósito claros. Y ante este panorama dicotómico de hombres vs mujeres las redes sociales empezaron a echar leña al fuego con publicaciones y comunidades que procuraban aislar más a ambos grupos. Estas comunidades, a menudo encontradas en redes sociales, promueven una versión distorsionada de la masculinidad que enfatiza la autosuficiencia extrema, la represión emocional y la dominación sobre otros.
La narrativa de estos grupos suele presentar al feminismo como un enemigo que busca despojar a los hombres de su poder y dignidad. Esta visión polarizada y conflictiva no solo perpetúa la división entre géneros, sino que también impide el desarrollo de una masculinidad saludable y equilibrada. Los hombres que adoptan estas ideas pueden llegar a ver la vulnerabilidad y la empatía como signos de debilidad, lo que les dificulta establecer relaciones auténticas y significativas.
Es crucial entender que el feminismo, en su esencia, busca la igualdad y el respeto mutuo entre géneros. Sin embargo, la percepción de algunos hombres de ser atacados puede ser una reacción a experiencias personales de sentirse marginados o incomprendidos. Esta reacción defensiva pudo llevarlos a adoptar posturas extremas y a buscar validación en movimientos que promueven una masculinidad cada vez más aislada.
Aislamiento y productividad
Mencioné antes que a mi amiga le compartí un par de reels sobre esta página. El que más llamó mi atención mencionaba lo siguiente:
El hombre promedio es débil, no sabe tomar decisiones, está esperando a que su madre le diga qué tiene que hacer (…). Puedes conquistar a la chica que quieras y ganar mucho dinero de forma muy fácil. Enfócate 6 p*tos meses en trabajar en ti y estarás por encima del 90%.
Recuerdo -difusamente- algunos conceptos del pensamiento sectario que logré aprender en la universidad y este reel me dio escalofríos cuando lo revisé bajo el lente de un estudioso de las religiones. Veamos algunos componentes del pensamiento sectario expuestos en estas cuatro líneas:
Sesgo ideológico: Solo sus creencias son correctas; desprecian cualquier pensamiento diferente.
Intolerancia: No toleran opiniones distintas y ven a los demás como inferiores.
Desprecio por la autonomía: Consideran que las personas fuera del grupo son débiles e incapaces de tomar decisiones.
Promesas de éxito fácil: Atraen a nuevos miembros con promesas de éxito rápido y fácil.
Mentalidad de “nosotros contra ellos”: Se ven a sí mismos como una élite y a los demás como enemigos.
Las características mencionadas pueden tener consecuencias negativas tanto para los individuos que forman parte de estos grupos como para la sociedad en general. Los hombres que adoptan estas ideologías pueden experimentar aislamiento, problemas de salud mental y dificultades para establecer relaciones saludables. Además, la perpetuación de estereotipos de género y la resistencia a la igualdad de género pueden contribuir a la perpetuación de la desigualdad y la discriminación. Se promueve la idea de que un hombre debe ser completamente independiente y no depender de nadie más para su bienestar emocional o material. Esta mentalidad puede llevar a un aislamiento social significativo, ya que los hombres son alentados a evitar cualquier forma de dependencia o vulnerabilidad.
Al final, el ideal de “hombre alfa” que estos grupos quieren dar a conocer es el de un hombre que no se rodea de nadie que no esté “a su altura”, y que construye relaciones basándose en lo que puede obtener de ellas en términos únicamente materiales.
Conclusiones
Un hombre sano busca el equilibrio en todos los aspectos de su vida. Si bien es importante enfocarse en el crecimiento financiero y el desarrollo personal, también es esencial reconocer el valor de las relaciones significativas. Encontrar seres valiosos que han demostrado su valía merece una retribución en forma de tiempo de calidad y conexiones profundas.
La verdadera masculinidad no se define por el aislamiento ni la represión emocional, sino por la capacidad de ser vulnerable, de conectar con otros y de vivir de manera auténtica y equilibrada. Al cultivar relaciones saludables y dedicar tiempo a las personas que nos importan, podemos construir una vida más plena y satisfactoria. La fortaleza reside en encontrar un balance entre nuestros proyectos y nuestras conexiones humanas, reconociendo que ambos aspectos son fundamentales para nuestro bienestar y felicidad.
Notas
1 Se refiere a la acción de explicar algo a alguien de manera condescendiente, como si la otra persona fuera estúpida. Se usa especialmente cuando un hombre explica algo a una mujer que ella ya entiende.