¡Gracias, Papa Francisco! (...) Queremos ser una Iglesia sinodal, caminando y buscando siempre la paz, la caridad, la cercanía, especialmente con quienes sufren.

(Primer discurso del papa León XIV desde el balcón de la basílica de San Pedro, 08 de mayo de 2025)

Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador.

(Homilía del papa León XIV en su primera misa junto a los cardenales, 09 de mayo de 2025)

He comenzado esta carta con las palabras de agradecimiento de su hijo y hermano en Cristo el cardenal electo por usted Robert Prevost, y su sucesor como papa León XIV. Es una manera de decirle, santidad, que estamos inmensamente agradecidos por cuidar la barca de la Iglesia e interceder desde la comunión de los santos para que los hermanos cardenales supieran interpretar al Espíritu Santo y elegir a un hombre que sigue su ejemplo de humildad y “opción preferencial por los pobres”. A continuación quiero recordar su presencia a lo largo de mi vida de fe en sus 13 años de pontificado, y cómo sus enseñanzas y ejemplos han servido para mi crecimiento como cristiano e hijo de la Iglesia.

En la serie que he venido publicando acá sobre la historia de mi vida espiritual, he resaltado cómo desde niño mi madre y mi abuela me enseñaron a querer al papa como parte esencial de ser cristiano. Aunque fue a partir de mis 25 años cuando comencé de forma disciplinada a llevar una vida de piedad, entre dichas prácticas decidí mantener una mayor cercanía al santo padre leyendo todas sus encíclicas y tratar de seguir su pensamiento (espero dedicar la entrega de julio próximo a esta experiencia con el pontífice de ese momento: san Juan Pablo II). A medida que el internet facilitaba el acceso a la información y se popularizó la TV “por cable” en mi país (a principios del siglo XXI), mi seguimiento de todas las actividades de los papas fue mayor. Textos, homilías, vuestros comentarios en el rezo del Ángelus dominical y las audiencias generales de los miércoles.

Así llegó el 13 de marzo del 2013, un día que nunca olvidaré. Se encendieron las luces en la logia de la basílica de San Pedro rogando por el milagro de un papa de nuestra continente. “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam! Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Jorge Mario Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio qui sibi nomen imposuit Francesco”. Apenas escuché “cardenal Bergoglio”, yo grité ¡es el argentino!, ¡tenemos un papa latinoamericano y jesuita! En su primer discurso nos pidió que rezáramos por usted, una costumbre que siempre he tenido y que imito hasta el día de hoy al despedirme de las personas diciendo: rezo por ti, reza por mi. Comencé de inmediato a buscar sus escritos y seguir todas sus actividades. Me gustó muchísimo que desde el primer día nos enseñó con su ejemplo a ser humilde y poner en primer lugar a los más pobres, los descartados, los migrantes. Siguiendo a san Ignacio de Loyola asumió al conversar con los demás el principio de “ser lentos para hablar y pacientes en escuchar”.

El espacio de mi columna por ser corto me obliga a seleccionar lo que más me impactó de su pontificado. Los medios han tergiversado mucho su legado con palabras como “revolucionario” o “reformador radical” cuando la realidad es que mantuvo la tradición evangélica y apostólica como todo cristiano auténtico debe hacer. Su innovación estuvo en su estilo y actitud, en el ejemplo y en la apertura para escuchar a “todos...” permitiendo dar inicio a una Iglesia donde laicos y mujeres tengan una mayor participación (sinodalidad).

Pero nada de esto rompe con el primado de Pedro gobernando la Iglesia junto a los obispos. Los cambios son más pastorales y administrativos con el fin de fortalecer una Iglesia más misionera, austera y cercana a los más débiles (como propone su exhortación apostólica “Evangelii gaudium”, 2013). “En la Iglesia hay espacio para todos, todos, todos” (“Discurso de acogida” en las XXXVII Jornada Mundial de la Juventud, 03 de agosto de 2023), porque la “iglesia es como un hospital de campaña (...) siendo su misión: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es afectuoso, que Dios nos espera siempre” (Homilía en Casa Santa Marta, 05 de febrero de 2015).

Las exhortaciones apostólicas “Gaudate et exsultate” (2018) sobre la santidad en nuestro mundo y “C’est la confiance” (2024) sobre la doctrina de Santa Teresita del Niño Jesús, probablemente fueron las que más impactaron mi vida espiritual. Ambas están relacionadas de forma íntima al decirnos que la vida cristiana tiene su centro en la unión con el amor de Cristo, la santidad es la respuesta al encuentro con Dios (a su gracia) que nos llama a la misión (evangelizar haciendo el bien, siendo el mayor bien responder al don de la fe). Para lograr este encuentro debemos hacer oración constante, discernimiento (examen de conciencia) para identificar su voluntad. Y confiar, como nos dice Santa Teresita, en que nuestros pequeños actos de amor nos llevarán a la alegría (bienaventuranza) divina. Abandono en su misericordia, en especial cuando las dificultades son mayores. Es por ello que podemos decir con usted santo padre en su dialecto argentino: “¡Soñá que el mundo con vos puede ser distinto!”, y no se olvide por favor “rezar por mí”.