En la novela de Jean Paul Sartre La Náusea, escrita en 1931, su protagonista Antoine Roquentin descubre que nada tiene sentido y que ese sinsentido se disfraza en ruidosas narrativas lingüísticas construidas para el engaño y el autoengaño.
Lo experimentado por Antoine, la náusea, provoca vómito. Es lo mismo que acontece hoy cuando los desacreditados lenguajes políticos e ideológicos ocultan la siniestra verdad de la manipulación y del absurdo, y disimulan con entretenimiento el horror cotidiano.
Me pregunto: ¿son el actual Papa y su Iglesia portadores de sentido en un mundo dominado por el sinsentido e infectado de disfraces? ¿O representan, por el contrario, una máscara más?
Función histórica de las cúpulas político-ideológicas
Cualquier dirigente político e ideológico del orbe puede presentarse como la esperanza de una humanidad decadente y doliente, pero en realidad ninguno de ellos lo es, así como tampoco lo son los movimientos que representan.
Su función es menos ambiciosa: consiste en mantener funcionando la sociedad de consumo, rentabilizar el complejo militar-industrial del Sistema-Mundo y alimentar los constructos lingüísticos, mentales y emocionales donde los humanos viven sus días, consumen y cultivan las sensibilidades cotidianas.
En la gestión de esa función, los dirigentes actuales pueden ser más o menos eficaces y obtener más o menos éxito, pero no van más allá. Su visión está concentrada en los intereses de sus Imperios, Estados, gobiernos, movimientos y naciones.
La paz, en tal circunstancia, no la conciben como una forma de vida permanente, ni tampoco un contenido existencial sin odios ni fanatismos. No, la paz en esos entornos es un acuerdo, una negociación, donde la guerra continúa la política por otros medios, y viceversa, mientras la destrucción de vidas humanas y no humanas, de infraestructuras y eco-sistemas, es el daño colateral necesario. Los datos disponibles no dejan lugar para la duda.
Ejemplos nauseabundos
El gasto militar mundial alcanzó un máximo histórico de 2718 mil millones de dólares en 2024. La violencia es cada vez más generalizada, extendiéndose en 56 conflictos e implicando un número de víctimas muy superior a las estadísticas oficiales.
Del inventario mundial de unas 12121 cabezas nucleares en enero de 2024, 9585 se encontraban en arsenales militares para su uso potencial. 3904 de esas ojivas estaban desplegadas en misiles y aviones, y 2100 se mantenían en estado de alerta operativa alta en misiles balísticos (Ver Sipri Yearbook 2024).
Los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas son los principales productores y exportadores de armas para la destrucción masiva, y los Estados que forman la Asamblea General de esta organización son los compradores de armamento, contribuyendo todos a la rentabilidad económica del complejo militar-industrial.
Y esto es así mientras sus representantes pronuncian encendidos discursos en favor de la paz, el medio ambiente y la vida. La incoherencia es pasmosa, la mentira se regodea hasta el éxtasis de sí misma.
Para octubre de 2024, 1100 millones de personas vivían en situación de pobreza extrema, 40 por ciento de las cuales habitaban en regiones en situación de guerra, más de la mitad de los pobres viven con una persona desnutrida en su hogar (637 millones) y, a estos datos, se agrega el aumento de la desigualdad y sus efectos negativos en las tasas de crecimiento económico. En el año 2021, más de 828 millones de personas padecían de hambre.
En fin, de realidades distópicas están plagadas las sociedades contemporáneas, originando situaciones dramáticas y trágicas para millones de seres humanos.
En este contexto, los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 expresan un fracaso monumental.
Muy lejos se encuentra el mundo de terminar con la pobreza en todas sus formas, alcanzar el hambre cero, potenciar el desarrollo de la salud, el bienestar y la calidad de la educación en todos los continentes, reducir las brechas de género, disminuir todas las formas de violencia, dignificar el trabajo, asegurar el agua limpia, el saneamiento ambiental, la energía asequible y no contaminante, y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres.
Un puñado de políticos, religiosos y tecnócratas se reunieron un día y redactaron esos objetivos y los presentaron en bellos enunciados verbales, seudo-poesías y discursos.
En la formulación de la Agenda 2030 no se tomó en cuenta el contexto local de los países, ni se construyeron estrategias de consecución claras y cronometradas en conexión con las condiciones específicas de naciones y regiones, se ignoraron los contextos empresariales, científicos y tecnológicos, y se invisibilizaron las tecnocracias políticas, económicas, sociales, ideológicas y religiosas habituadas a confiscar la riqueza social creada por el trabajo de la inmensa mayoría de las personas.
Los objetivos de desarrollo de la Agenda 2030 no pasaron de ser un nominalismo declaracionista y manipulador.
El papa León XIV y la náusea: desafíos
En el contexto de un mundo nauseabundo por sus innumerables incoherencias y mentiras, cabe preguntar por los desafíos principales del papa León XIV y su organización religiosa. Sin ser taxativo, menciono los siguientes:
Primero, crear autonomía mental y emocional respecto a los feudos de poder político y económico con los cuales se relaciona y, al mismo tiempo, desarrollar suficiente versatilidad para promover el diálogo y la adopción de acuerdos específicos en un marco de pluralismo.
Satisfacer este desafío es harto difícil para una institución que, desde los tiempos del emperador Constantino, se ha enlazado de manera íntima con los poderes políticos, ideológicos y económicos, confundiéndose, perdiéndose y mezclándose con ellos.
¿Puede la Iglesia Católica re-crear, re-inventar, fortalecer y profundizar su autonomía mental y emocional respecto a un sistema mundo del cual forma parte esencial desde hace más de dos mil años?
No es nada fácil construir autonomía en un contexto geopolítico de Imperios en expansión.
Segundo, profundizar la singularidad cristiana expresada en la fórmula vere Deus, vere homo del Concilio de Nicea, reiterado en los Concilios de Constantinopla y Calcedonia, y desde entonces repetido con insistencia.
Este es un principio clave, necesario para que el catolicismo exista. Enfatizar el vere Deus, vere homo sitúa a la persona de Jesús de Nazaret en el núcleo existencial y conceptual de la cosmovisión católica, y esto supone convertir a la persona histórica del nazareno en el contenido central del mensaje institucional al mundo contemporáneo.
¿Es esto posible después de tantos siglos transcurridos? ¿Corresponde la fórmula vere Deus, vere homo a la naturaleza real del Jesús histórico?
No se trata del concepto Jesús de Nazaret, sino de la persona y de su experiencia, lo cual conecta muy bien con la tradición agustiniana del papa León XIV.
En una interpretación radical del agustinismo, la teología católica es ideología (falsa conciencia) cuando en su sustrato no existe la experiencia de lo sagrado, y en el cristianismo lo sacro por excelencia es la persona de Jesús de Nazaret. El cristianismo desaparece en ausencia de esa experiencia.
Tercero, muy relacionado con lo dicho, se encuentra el reencuentro del cristianismo católico con las modernidades presentes en las distintas civilizaciones.
En el caso de la civilización occidental, por ejemplo, a partir del siglo XV se produjo una ruptura profunda entre ambas cosmovisiones, y esa división originó un proceso histórico conducente al secularismo, el agnosticismo, el laicismo y el crecimiento del ateísmo.
Tanto el proyecto moderno occidental como el católico son corresponsables de esa ruptura, y en ambos casos se observa una ausencia de sentido autocrítico disimulado en una soberbia monumental.
¿Es factible el reencuentro del catolicismo y la modernidad occidental? ¿Es viable el reencuentro del catolicismo con las modernidades presentes en todas las civilizaciones? ¿De qué manera pueden diseñarse y concretarse esos múltiples coloquios?
Cuarto, reformar la curia romana, disminuir de manera radical la corrupción institucional, tanto en el Estado Vaticano como en todo el orbe católico, y transparentar los procesos internos reduciendo el secretismo, los excesos burocráticos y centralistas, y los acuerdos políticos de minorías eclesiásticas.
De lo que se trata es de una modernización un tanto disruptiva de las estructuras organizacionales, para hacerlas más eficientes, excelentes y transparentes, y mucho más congruentes con las predicaciones oficiales.
Quinto, eliminar por completo los encubrimientos institucionales respecto a la pederastia clerical.
Sexto, el mundo experimenta un cambio de época hacia un orden tripolar de Imperios expansivos (EEUU, Rusia, China).
¿Cuál es el perfil religioso de ese orden tripolar de Imperios? Y dentro de ese perfil, ¿cómo se sitúa la Iglesia Católica? ¿Cómo se sitúan las iglesias nacionales? ¿De qué manera se ubica el cristianismo en general?
Estos son los temas claves de la política exterior del Estado Vaticano, conforman la geopolítica de la religión institucional. Se trata de un ámbito en extremo riesgoso, debido a las innumerables redes de intereses involucrados, incluidas conexiones internacionales de delincuencia y mafia.
Séptimo, el nombre elegido por el papa (León XIV) parece ser una señal de la direccionalidad de su mensaje social.
El papa León XIV se sitúa en la línea histórica del papa León XIII, quién enfatizó la Doctrina Social de la Iglesia Católica (DSI).
Si el papa actual coloca en un lugar central a la DSI, eso puede favorecer alguna autonomía de pensamiento respecto a las distintas tendencias contemporáneas y, si ese es el caso, los temas claves serían:
Superar los excesos generalistas y moralistas de la DSI y de las declaraciones pontificias;
Fundamentar con mucho más contenido técnico algunos aspectos puntuales tales como los temas de la propiedad, la ganancia, el dinero, el sistema financiero, los tipos de Estado y de gobierno o la interacción entre bienes privados y bien común
Aclarar con mayor nitidez la interacción entre ética general, ética social y alternativas técnicas de organización social. En este punto no es viable seguir sosteniendo que la DSI es solo ética, como si la ética no tuviese implicaciones técnicas, y viceversa.
Veremos como atienden este tipo de cuestiones el papa León XIV y sus colaboradores.
Octavo, resolver el tema del sistema económico del Estado Vaticano. Este es uno de los asuntos más complejos y comprometedores.
Quizás lo más importante sea referirse a la ausencia en el Estado Vaticano de un sistema productivo capaz de cubrir con solvencia su mantenimiento y gastos.
Los dineros de que dispone el Vaticano se originan en donaciones, operaciones financieras, turismo, alquileres de bienes muebles e inmuebles, venta de publicaciones y otras fuentes de importancia menor.
Su modelo económico, aun cuando se intente disimular, forma parte del sistema económico y financiero global, y, por lo tanto, también de la tecno-burocracia internacional parasitaria que usufructúa de la riqueza social.
Siendo esta la situación, ¿qué autonomía económica real puede tener una Iglesia dependiente hasta el tuétano del sistema financiero internacional?
Gestionar bien el dinero es para el catolicismo tan decisivo como terminar con los encubrimientos de la pederastia clerical, reencontrarse con las modernidades y crear, fortalecer y desarrollar, la autonomía frente a los feudos de poder político, ideológico y económico con los cuales interacciona.
Epílogo
Los ocho desafíos referidos expresan situaciones complejas, de difícil abordaje y resolución.
Si el catolicismo, bajo la conducción de León XIV, no logra avanzar de forma sistemática y contundente en cada uno de ellos, la náusea en curso se convertirá en un apocalipsis envolvente y destructivo.
En tal caso, lo nauseabundo del mundo contemporáneo seguirá expandiéndose en todos los laberintos del planeta, incluidos los del Estado Vaticano y del catolicismo.
Antoine Roquentin, en la novela La náusea, atrapado en su existencia de ficción, tinta y papel, habla de un mundo absurdo disfrazado y manipulado por el lenguaje.
La disyuntiva del papa León XIV, y de otros dirigentes religiosos y seculares, es dramática. Su propuesta de curación puede ser peor que la enfermedad y el crimen, y en tal tesitura la Historia quedará, otra vez, inundada de sangre.
Si esto ocurre, entonces cualquier teoría, la más profunda de las teologías, el más bello de los conceptos o el más perfecto de los dogmas, serán disfraces de la hipocresía y la crueldad infinitas.
Este horizonte es tenebroso. ¿Existe alguna alternativa? Agustín de Hipona, a quien el papa León XIV conoce en detalle, dejó escrito un pensamiento sugerente a propósito de esa posible alternativa, también para la Iglesia de León XIV.
En el libro IV, capítulo IV de la Ciudad de Dios, escribe Agustín: “Si se abandona la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios?”
Cuevas de ladrones. Quizás aquí está la clave para liberar al mundo de la náusea que lo envuelve y penetra. ¿Cuán semejantes a los latrocinios son los reinos sin justicia?