A principios de septiembre de 1903, se envía desde Madrid una misiva dirigida a Marcelino Menéndez Pelayo. En la carta, su remitente, F. Serrat, declara haber hallado dos trabajos en el confuso archivo de su suegro, Juan Valera, fallecido en abril de ese mismo año:
Entre los papeles de Don Juan he encontrado bastantes trabajos de los que andan dispersos, entre ellos Arcacoma y una parte de «Metafísica a la ligera...
(Serrat, 1903)
No era la primera vez que Menéndez Pelayo tenía noticia de la segunda de las obras que Serrat refiere en la misiva; había venido siguiendo su desarrollo a lo largo de veinte años, desde su mismo origen. Se trataba de un trabajo filosófico en el que su autor, reconocido hoy mundialmente como literato, no como filósofo, cifró toda una serie de fuertes expectativas que una y otra vez lo sumieron en confrontaciones viscerales consigo mismo.
Con todo, el accidentado rastro de la obra quedó retratado en la correspondencia que Valera y Menéndez Pelayo sostuvieron por años. Las cartas presentadas a continuación, por una parte, dejan ver las causas de su origen; y, por otra, tal vez permitan intuir el motivo de su inconclusión.
El origen
En una carta dirigida a Marcelino Menéndez Pelayo, fechada el 20 de julio de 1883, Valera le revela al autor santanderino la ejecución de una nueva obra:
Campoamor acaba de publicar un des atinadísimo libro, que se titula El Ideísmo. Yo no sé por qué aquellos disparates me han provocado a escribir otros, y he empezado ya, á vuela pluma, ensartando cuanto se me ocurre en una serie de escritos que se llamarán: Metafísica a la ligera. Cartas a Campoamor acerca de su Ideísmo. Tal vez publique yo esta semifacecia en El Día y luego en un tomito.
(Valera, 1883, 20 de julio)
La descripción del proyecto, pese a su generalidad, ofrece una idea orientativa sobre su forma y contenido: se trata, pues, de un trabajo concebido por su autor como una suerte de réplica o comentario a una obra de Ramón de Campoamor titulada El Ideísmo; sin embargo, expresiones como “un des atinadísimo libro y aquellos disparates” para referirse a ella sugieren, más bien, que Valera parece estar adoptando la postura de un replicante y no propiamente la de un comentador. Siendo, entonces, un móvil en el proceso de creación del nuevo programa de Valera, cabe detenerse, por un momento, en algunos aspectos de la referida obra de Campoamor.
Publicado en 1883, El Ideísmo es un trabajo que Campoamor escribe con ocasión de su nombramiento como presidente de la sección de literatura de El Ateneo, revista de la institución cultural homónima fundada en 1820. Consta de ocho capítulos y una introducción subdividida en nueve secciones.
El objetivo del libro es, según su propio autor, suministrar un resumen de «las ideas representadas por los grandes hombres en la filosofía, en la historia y en el arte.» (Campoamor, 1883: 17); pero vale señalar que el desarrollo del tema sobrepasa, para bien o para mal, los márgenes de una obra ideada, en apariencia, con fines expositivos, pues, desde la misma introducción, Campoamor comienza dirigiendo críticas, entre otros, a Spencer, refiriéndose a este como autor de «Dos volúmenes de psicología, que en el fondo son una mala fisiología…» (Campoamor, 1883: 10).
No obstante, más que un evidente desacuerdo con pensadores como Spencer, el rechazo de Campoamor apunta a las corrientes filosóficas que este y otros enfilados en una línea similar encarnan, en concreto, el materialismo y el positivismo. Esto ya proporciona, en cierta medida, una pista sobre la orientación de Campoamor en el terreno de la filosofía: es un defensor de la metafísica, y no uno sin más, sino uno casi beligerante.
La metafísica, dice el escritor naviego, es uno de los dos campos de estudios dignos del verdadero sabio - siendo el otro la literatura – y su objeto es el saber pensar (Campoamor, 1883: 104). Su ausencia, señala al hablar de la marcha de las ideas en la historia (Campoamor, 1883: 152), se traduce en carencia de hipótesis filosóficas, tal como, a su juicio, sucedió en el siglo XVIII, llamando a Voltaire «un filósofo a lo Sancho Panza» y a Rousseau «el más ilógico de los filosofastros».
De este modo, más que solo un resumen, El Ideísmo es una revisión crítica de la forma en que el concepto de idea ha sido entendido desde la perspectiva filosófica, histórica y estética, y cuya conclusión reafirma tanto la superioridad de la metafísica – o de un tipo de metafísica - sobre cualquier otro dominio intelectual como su innegable necesidad, tesis que ya perfilaba desde su introducción.
Valera conviene con Campoamor en la legitimidad y necesidad de la metafísica en el marco de toda práctica filosófica; así lo expresará en la primera parte de la obra que le anuncia a Menéndez Pelayo en la misiva. Pero disiente de él en lo concerniente al sistema sobre el cual se puede erigir una verdadera metafísica. Para el autor de Las ilusiones del Doctor Faustino, una auténtica metafísica hunde sus raíces en el ámbito del psicologismo (Valera, 1942: 1585); para el de Doloras, en el ontologismo (Campoamor, 1883: 48).
La desavenencia entre Valera y Campoamor era entonces, en este contexto, una disparidad de enfoques sobre lo que debía ser el punto de partida de la metafísica. De esta forma resulta comprensible el título que Valera da a su obra naciente: Metafísica a la ligera, pues los temas que en ella abordará el escritor andaluz convergen en un eje común: la pregunta por el verdadero método de la metafísica.
Es de notar, por cierto, que al hablar de la forma en que ha acometido la escritura del trabajo, Valera dice que lo ha hecho “a vuela pluma”, ensartando cuanto se le ocurre. Esto da a entender que los argumentos que el autor egabrense presenta en la obra no son producto de una investigación impulsada tras su lectura de El Ideísmo, sino fruto de sus propias reflexiones, nutridas, naturalmente, de su formación y sus constantes inquietudes filosóficas, que explican, en gran parte, su vasto conocimiento de la filosofía occidental y oriental. Valera, efectivamente, confirma esta suposición desde el inicio mismo de su Metafísica a la ligera al declarar que, a lo largo de su trabajo, filosofará sin consultar libros y vertiendo en él todo cuanto salga de su “caletre” (Valera, 1942: 1582).
Otra de las características que Valera perfila en la misiva se relaciona con el formato de la obra. Dice el autor andaluz que Metafísica a la ligera constará de “una serie de escritos”, lo que parece indicar que se tratará de un trabajo que recogerá un conjunto de textos enlazados en virtud de su contenido en lugar de un bloque en el que se presenta, desarrolla y concluye toda una cuestión. De hecho, el subtítulo del proyecto (Cartas a Campoamor acerca de su Ideísmo) ya revela la índole de esos escritos, por lo cual, será una obra epistolar.
No obstante, llama la atención que, por una parte, Campoamor, entreviendo las posibles críticas a su trabajo, señala un par de veces que con su Ideísmo aspirar a proporcionar un cuadro general a partir del cual algún futuro pensador de mayor vuelo que él, tanto intelectual como religioso, llevase a cabo la escritura de una matemática de las ideas (1883: 18) o de una biblioteca entera sobre el tema en la extensión de un libro (1883: 28); y que, por otra parte, Valera se haya dado a la creación de una obra derivada de la lectura de El Ideísmo, pues una lectura literal de la situación sugeriría que el autor andaluz creía tener las cualidades del tipo de escritor aludido por Campoamor para la composición de una obra como la que este describe. Con todo, se desconoce si realmente este fue el caso; lo cierto es que la expectativa de Campoamor se cumplió, sin certeza de si fue de forma afortunada para él.
El recorrido: cartas I y II
Ocho días después de revelarle a Menéndez Pelayo su nuevo proyecto, Valera le comunica al escritor santanderino, vía epistolar, que la primera de las cartas que integrará el trabajo ya ha sido publicada en prensa. Pero eso no es todo: anuncia que la fecha de publicación de la segunda también ha sido acordada (Valera, 1883, 28 de julio). Vale destacar que, de acuerdo con el autor egabrense, la primera de las publicaciones había tenido lugar un día lunes, y la segunda habría de tenerlo el lunes siguiente a la fecha en que fue escrita la misiva, lo que sugiere que, probablemente, Valera planeaba realizar avances con periodicidad semanal en la publicación de su obra.
Sin embargo, al cabo de siete días, el escritor cordobés le remite otra misiva a Menéndez Pelayo en donde le expresa que, de momento, solo lleva escritas las dos primeras cartas de su obra, pero que su deseo es lograr un tomo con ellas (Valera, 1883, 5 de agosto). Confiesa, por lo demás, que sus responsabilidades domésticas le han impedido iniciar la escritura de la tercera carta, advirtiendo, inmediatamente, que, pese a ello, tiene la férrea intención de continuar trabajando en la composición de la obra. Cierra el tema expresándole a su colega cántabro que le hará llegar las cartas ya publicadas.
Cartas III, IV y V
A finales de agosto, Valera viaja rumbo a Lisboa con la intención de realizar algunos negocios. Desde allí remite una misiva a Menéndez Pelayo notificándole, por una parte, que la tercera carta de su Metafísica a la ligera ya ha sido publicada y, por otra parte, que ha acabado la redacción de la cuarta y que está próximo a concluir la de la quinta (Valera, 1883, 31 de agosto).
Lo que continúa refiriendo sobre la obra guarda relación con su concepto acerca del contenido y con las expectativas que tímidamente cifra en ella: considera, por ejemplo, que algunos de los pensamientos allí desarrollados son novedosos y que cabe la posibilidad de que sus ideas capturen el interés del público español.
Reafirma, además, su propósito de hacer un tomo con las cartas una vez hayan sido publicadas todas. Sin embargo, no es muy fácil tomarse en serio ciertas palabras referidas al nivel de complejidad de la obra: «Sin duda que metafisiquearé muy a la ligera…» (Valera, 1883, 31 de agosto), pues, por un lado, los temas abordados en Metafísica a la ligera distan mucho de ser ligeros: constituyen, en gran medida, varias de las cuestiones centrales en la historia de la filosofía occidental (el fundamento del conocimiento, la relación Dios-hombre, la verdad, etc.); por otro lado, Valera no ‘metafisiqueará’ muy a la ligera, ya que, entre otras cosas, la manera en que se acerca a los problemas tratados en su obra raya muchas veces con un interés que resulta casi imposible escindir de lo personal.
La palabra ‘ligera’ aquí es una licencia que Valera se permite a través de una falsa modestia.
Cartas VI y VII
Con el otoño asomando en su natal Cabra, Valera le escribe a Menéndez Pelayo pronunciándose muy brevemente sobre su obra en curso. No le participa novedades al respecto; se trata, más bien, de una sucinta petición «Cuando lea Vd. mi Metafísica a la ligera dígame su opinión.» (Valera, 1883, 17 de septiembre). Poco más de dos semanas después, el escritor confiesa encontrarse de pésimo humor debido a ciertos compromisos editoriales que se ha visto en la necesidad de atender en Sevilla y que le han quitado tiempo de forma considerable, razón por la cual planea regresar pronto a Cabra para poder avanzar en el desarrollo de su Metafísica a la ligera (Valera, 1883, 7 de octubre).
Tras poco más de una semana, ya instalado en Cabra, reconoce que, debido a sus recientes excursiones entre Sevilla y Málaga, ha descuidado la obra, aunque subraya que el proceso va por buen camino y que proseguirá con más determinación. Más adelante, sin embargo, hay novedades enunciadas entre líneas: dirigiéndose a Menéndez Pelayo, dice Valera «Supongo que habrá leído Vd. mis cartas VI y VII» (Valera, 1883, 18 de octubre).
Esto contrasta con las noticias dadas en la misiva del 31 de agosto, según las cuales la carta IV ya había sido escrita en su totalidad y la V estaba por concluirse. No queda claro si Menéndez Pelayo tenía en sus manos una copia manuscrita o una impresa de las cartas VI y VII, ya que, como se ha podido notar, Valera solía anunciarle lo que había sido publicado antes de enviárselo. Lo que sí se pone de manifiesto es que en poco más de mes y medio Valera había logrado avances en su obra.
Carta VIII.
Aún en territorio andaluz, con problemas de salud y de tipo financiero, Valera señala que la carta VII había sido publicada el 14 de octubre (Valera, 1883, 26 de octubre). Esto deja en claro que cuando el autor de Pepita Jiménez, en la misiva anterior, le preguntaba indirectamente a Menéndez Pelayo si había leído sus cartas VI y VII, se refería a ellas como publicaciones y no como copias manuscritas enviadas al escritor santanderino vía postal, ya que la misiva tenía fecha del 18 de octubre, es decir, cuatro días después de la publicación de la carta mencionada.
El caso es que Valera, además de mostrarse interesado en conocer la opinión de Menéndez Pelayo sobre la carta VII, desea saber cuál ha sido la reacción de Campoamor ante las publicaciones de la obra: «… si se pica algo en el fondo o si lo toma todo por el lado bueno.» (Valera, 1883, 26 de octubre).
Como primicia, Valera notifica que la carta VIII ha sido enviada a imprenta, esperando que sea publicada en aproximadamente diez días. Por último, el escritor andaluz se propone algo que, con relación a su proyecto, no había proyectado antes ni lo hará después, a saber, estimar un límite de entre doce y catorce cartas para finalizar su Metafísica a la ligera, de manera que entre todas sumen no más de 250 páginas (Valera, 1883, 26 de octubre). Si la obra se vende, añade el autor, escribiría un tomo que titularía Notas y aclaraciones de la Metafísica a la ligera, pues, según él, todo aquel que compre la obra también se hará con las referidas notas.
Paréntesis de crisis
El ímpetu con el que Valera se había venido figurando planes acerca de la extensión de su obra, sin embargo, se ve apocado tan solo dos días después cuando, en otra misiva, le confiesa a Menéndez Pelayo que se siente abatido por causa de la gran indiferencia con la que el público ha recibido su Metafísica a la ligera. Dice no entender porqué la obra ha corrido tal suerte si, a su juicio, no está mal escrita ni carece de contenido: «Lo que más me duele es que, bajo la aparente ligereza, todo va dicho allí.» (Valera, 1883, 28 de octubre). Movido por su desazón, presume que las cartas tendrían el mismo impacto si fuesen una colección de disparates, pues la España de su tiempo es, a su juicio, un país en el que pocos saben realmente leer.
La continuación de este trabajo , será publicado el día 13 de junio 2025, en Meer.
Notas.
Campoamor, R. (1883). El Ideísmo. Madrid: Imprenta Central.
Valera, J. (1942). Metafísica a la ligera. En J. Valera, Obras completas. Crítica literaria, estudios críticos, historia política y miscelánea. (págs. 1582-1621). Madrid: Aguilar.
Biblioteca virtual Menéndez Pelayo. En Larramendi.