“Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho. Los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones, nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos, la cosa más fácil, equivocarnos, la más destructiva, la mentira y el egoísmo, la peor derrota, el desaliento, los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor, las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que esté.”

(Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha)

“El intelecto está, por así decirlo, reservado por naturaleza a los humanos. Uno tiene que ser humano para tener intelecto, pero por muy agudo y rápido que este sea, siempre será sólo uno de los peldaños hacía, la sabiduría, la inspiración, la iluminación, el conocimiento y la realización de la Verdad, que están más allá de su alcance.”

(Meher Baba)

Abrí mi teléfono celular mientras disfrutaba el café de la mañana y aparecieron en la pantalla, como por arte de magia, varios titulares y resúmenes noticiosos.

Seguí solo unos cuantos.

El primero sobre los neutrinos, el segundo sobre un encuentro entre Trump y el comediante Bill Maher, el siguiente sobre la inteligencia artificial y el último sobre el caso del inmigrante salvadoreño que fue acusado de crímenes, deportado, transportado como un animal y entregado sumariamente, sin juicio ni nada, a autoridades del El Salvador, para ir a un campo de concentración en ese país.

En fin, recibí, de golpe, un derrame noticioso en mi mente.

De paso, distinguí otros titulares. Cosas sobre aranceles, los resultados de varios deportes y los últimos chismes, movimientos y vanidades de los famosos.

Aquí estaba, despertando de nuevo a la vida, en el siglo XXI de la época “moderna”.

Tomaba café mientras leía estos resúmenes y trataba de entenderlos e integrarlos a mi propia vida, a mi personalidad, mi historia, mis cosas buenas y malas, acumuladas y vividas en 82 años.

Un mundo de memorias e historias como protagonista, en medio de todo este derrame sin fin, del mundo de “allá afuera”.

Mientras leía, imaginé los neutrinos, que son unas partículas diminutas, casi sin masa, que viajan a velocidades cercanas a la de la luz, que nacen en eventos astrofísicos violentos, como la explosión de las estrellas, y que son más abundantes en el universo que mis memorias de viejo.

Ah, y que pueden atravesar el plomo igual que nosotros nos movemos a través del aire.

Decía el artículo que, si uno sostiene la mano hacia la luz del sol durante solo un segundo, alrededor de mil millones de neutrinos pasarán a través de ella, y que esto se debe a que son disparados como un subproducto del sol, por el mismo proceso que produce la luz.

Y pensé que realmente esto a nadie le importa, salvo a los astrofísicos y físicos nucleares, que se interesan en neutrinos y otras de esas cositas chiquitas, para explicarse el universo. Pero los neutrinos parece que sí nos atraviesan a todos por igual.

Hasta a Trump, pensé, cuando mis ojos saltaron al próximo titular, que trataba sobre el encuentro entre un comediante llamado Bill Maher y Trump en una cena.

Y entonces saltó al escenario de mi mente la política, los políticos, la historia humana, el poder, los abusos del poder, los egos, las ideologías, las mías, las de ustedes, las de esta gente de los Estados Unidos que eligieron a alguien para volver atrás, al nacionalismo extremo, a desandar caminos andados en pos de una mayor consciencia de darnos cuenta de que estamos todos en el mismo barco.

Echar para atrás.

Y pensé en los abusos de los inmigrantes, y en los jardineros, empleados en la construcción, y en los cosechadores de frutas, que hacen posible las cosas en este país.

Y todo este afán contra los inmigrantes iba asociado en la marcha hacia atrás, en aranceles, en las ansias de poder territorial (hambre de Groenlandia y hasta de Canadá).

¿O será todo una ensoberbecida actuación de un personaje de cuento?

Estados Unidos, país que hasta ahora había sido un colectivo muy influyente para liderar los polos de la avaricia, la opulencia, la caridad, el desarrollo científico, el consumismo, el medio ambiente global, el racismo, la inclusión y la diversidad.

Es decir, la manifestación de las cosas malas y buenas que siempre ha exhibido la humanidad en el ámbito de la civilización actual.

Pero hoy, con su marcha atrás, se está enfocando exclusivamente en políticas de egoísmo, prejuicio e ignorancia, excluyendo el brote de adelantos en la ciencia, la compasión, la conservación de la naturaleza y la integración humana.

Pensé: ¿será que habrá habido un cambio en el flujo de los neutrinos?

Pero leyendo por aquí y por allá, me di cuenta que en Europa y en otras partes también andan creciendo esos políticos, que se aprovechan del miedo de la gente a los cambios y lo avivan con lemas de volver atrás al pasado.

Pero eso sí, ninguno como Trump, que, gracias a su uso de los medios de comunicación, se proyecta como el más altanero de todos.

Fue en ese contexto que leí un resumen de la noticia de que el comediante Bill Maher, hombre que criticaba a Trump desde hace años, comentó, después de una cena con Trump, que este fue “amable y mesurado”.

Y no sé por qué, me acordé de películas que había visto sobre la mafia, de lo simpáticos que eran los capos en sus cenas, incluso después de haber mandado a matar gente.

Pero el Maher no se dio cuenta en sus comentarios de que había sido manipulado. Insistía, como algo revelador, a pesar de todo, en que Trump era humano. ¡Claro, sino no estaría hecho de neutrinos ni tendría un ego desaforado!

Y seguí leyendo sobre el caso del inmigrante salvadoreño, deportado por la administración de Trump a El Salvador por un error administrativo, y que está ahora en una especie de campo de concentración.

Cuando Trump se reunió con Bukele, el presidente de El Salvador, ambos dijeron, como dicen en México, “ni modo”, que así era y así quedaría.

Entre las referencias sobre este señor Bukele, se mencionaba que sus abuelos eran palestinos cristianos, que emigraron desde Jerusalén y Belén en 1921.

Y me acordé de aquella historia que leí cuando niño, sobre un personaje de esos sitios que concluyó diciendo el que no tenga pecados que tire la primera piedra.

En fin, todo lo mezclaba mi mente a esa hora tan temprana del día.

Luego vi noticias sobre la inteligencia artificial, hablando sobre la vertiente de la robótica y como la humanidad iba a sobrevivir solo gracias a estas inteligencias artificiales, programadas por la llamada inteligencia natural, me imagino, la que descubre los neutrinos, promueve el consumo, y elige los Trumps y Bukeles de este mundo.

Me acordé, entonces, de una historia que leí hace años cuando vivía en México, sobre un hombre de origen mixteca que vivía en un pueblo del estado de Oaxaca, México.

Le llamaban Don Temixtocle. Era un anciano al cual todos tomaban como alguien muy sabio, aunque nunca había ido a la escuela.

Su presencia despertaba en la gente un cierto respeto. Su mirada profunda, desde sus pequeños ojos asomados por su rostro enjuto, revelaba sabiduría.

Contaban, que una vez les había dicho a unas jóvenes que habían venido de Ciudad de México, cuando se cruzaron con él en la plaza del pueblo de Tlacochahuaya y lo retrataban con sus cámaras: “Sí, mis bellezas, para qué soy bueno", con un acento nativo muy fuerte. Y continuó sin esperar respuesta, “han venido a ver que les va a traer el futuro, todo el mundo quiere saber cosas que no están en el presente. Sí, la magia de cada momento no es suficiente para cautivarlos. Sin embargo, todo está sucediendo ahora, pero la gente no lo sabe. El tiempo es una ficción que creamos a medida que descubrimos de qué se trata la vida".

Y con la cabeza aun llena de noticias sobre neutrinos, Trump e inteligencia artificial, además de mi propio desconcierto diario personal, terminé de nuevo muy confundido, pensando en la vida y en la existencia.

Las tramas de novelas épicas como Don Quijote, El Señor de los Anillos y Cien Años de Soledad se volcaron en mis pensamientos, junto con los titulares del día.

Y me confundí aún más.

En esto miré otro resumen noticioso que mi mente vio como un enlace entre la fantasía y la realidad.

Lo publicaba el Washington Post en línea. El titular decía: “Inmigrantes demuestran que están vivos, lo que obliga al Seguro Social a quitarles su denominación como muertos”.

Y leí el resumen:

Los inmigrantes eran parte de más de 6,000 personas que fueron identificados como muertos por el Seguro Social de Estados Unidos en un intento por presionarlos para que abandonen el país. Los inmigrantes falsamente identificados como muertos se están presentando en las oficinas con documentos que demuestran que están vivos, lo que llevó al personal de la agencia a reincorporar a casi tres docenas de personas durante la semana pasada, (a la vida?) Algunos inmigrantes se han presentado con licencias de conducir y permisos de trabajo para demostrar su legitimidad, según muestran los registros. Otros han llegado con cartas de notificación que recibieron de sus estados declarándolos muertos.

Me dieron ganas de tomar vino tinto en vez de café, pero eran solo las siete de la mañana.

No sé si era la confusión senil propia de mi edad o la cantidad de información almacenada en algún sitio dentro de mí, pero de momento se me fue toda la poca cordura que me quedaba y ¡comencé a reír y a reír! “Bueno”, me decía a mí mismo, “¡menos mal que presentaron documentos para demostrar que estaban vivos!”

En mi cabeza daban vueltas cadenas de palabras de las grandes novelas y epopeyas, y bailaban las historias de la historia, con las locuras políticas del momento, las ideologías, las religiones.

Y vi a Trump en Macondo, a Gandalf testificando que los inmigrantes estaban vivos, a Elon Musk dando saltos en la televisión, enseñando su ombligo, a la reina de Alicia en el país de las maravillas, y a millones de gentes con gorras rojas de MAGA, gritando de alegría ante los saltos del hombre más rico del mundo.

Vi inteligencias artificiales entrelazando aún más palabras, diciendo cosas y cosas, y a la gente comprando y comprando todo, y sabiendo nada, nada de la razón de todo esto de estar vivo.

Y me acordé de las telepantallas, y de la policía del pensamiento del 1984 de Orwell.

Y todo mientras trillones de neutrinos llovían sobre nosotros y trillones de estrellas salpicaban el universo.

Y yo, de nuevo despierto y vivo (sin documentos encima para probarlo), o inventándolo todo, o siendo testigo de todo esto.

Sí, todos los días son todos los días.

Hoy, mañana, ayer, incrustado en esta identidad, en esta forma, y esta perspectiva.

Las noticias mundiales llegan en marejadas, sobre ideologías enfrentadas, intereses propios, calamidades, desesperación, ganadores y perdedores, tecnologías modernas, nuevos entendimientos y malentendidos.

Mientras tanto, la vida en todo su esplendor continúa sus procesos cíclicos, floreciendo, sembrando, descomponiéndose, muriendo.

Y el espíritu humano y su esencia siguen manifestando sonrisas de valor, abrazos de solidaridad, amores y sueños imposibles, y tenacidad en el vivir.

Buscando un momento de amor, la disolución de uno en el otro, la serenidad en medio del caos, corrientes antiguas y una meta invisible todos los días.

Nuestros ojos están abiertos para mirar, pero no ven.

En cambio, definimos y celebramos las imágenes de nuestra propia auto importancia, ignorando la belleza intrínseca, más allá de jerarquías o clasificación.

Y acumulamos libros, teorías y explicaciones porque no podemos soportar la sabiduría de simplemente ser.

Como le dijo el Quijote a Sancho, “los obstáculos más grandes son nuestras propias indecisiones, y nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos”

A veces en instantes de sabiduría, y no de inteligencia, sentimos que toda esta multitud de cosas que pueblan el escenario de la vida y los escenarios circundantes, están íntima, inextricable e inexplicablemente interconectados, y que hay una sola existencia que se manifiesta como una multiplicidad infinita.