En la llamada Primera Guerra Mundial (1914-1918) se involucraron 36 Estados o países, con una población mundial que giraba alrededor de los 1000 millones de personas.
Entre 1901 y 1914 se produjeron, en distintas partes del mundo, 45 conflictos armados de diverso tipo. Durante el período de la I Guerra Mundial se dieron 121 conflictos considerados batallas, de distintas magnitudes e impactos.
En la Primera Guerra Mundial se estima que 70 millones de personas se movilizaron armadas, mientras que en la Segunda Guerra Mundial fueron 110 millones quienes tomaron las armas.
En la I Guerra Mundial murieron 14 millones de personas, en tanto en la II Guerra Mundial el saldo de fallecidos fue cercano a los 52 millones de personas.
En noviembre de 1918, cuando Alemania y sus aliados fueron derrotados y el Mariscal francés Foch anunció el armisticio, se empezó a hablar de la “última guerra de la historia”.
Los años que siguieron fueron de una reconstrucción europea, de un resurgimiento del nacionalismo alemán, de la creación de un organismo internacional (la Liga de las Naciones) con la esperanza de velar por las relaciones internacionales alejadas de conflictos armados, como el que se acababa de vivir.
Sin embargo, no se pudieron evitar conflictos armados entre 1918 y 1939: las guerras no desaparecieron en 1918.
Entre 1919 y 1939 se produjeron 64 conflictos considerados batallas, de distintas magnitudes e impactos.
La Segunda Guerra Mundial se produce desde el 1 de setiembre de 1939, cuando Alemania invade Polonia, hasta el 30 de abril y el 9 de mayo de 1945, cuando se rinde Alemania y las tropas soviéticas liberan Berlín.
El conflicto se prolongó en el Oriente hasta la rendición de Japón en julio de 1945, y el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto, sin que ya, para ese momento, fuera necesario lanzarlas.
Los países considerados beligerantes en la II Guerra Mundial fueron 61, con una población mundial de 1700 millones de personas.
Durante los años que duró la II Guerra Mundial se dieron 215 batallas o conflictos, algunos de larga duración, como la Batalla de Stalingrado, considerada la “más sangrienta” de las batallas de este conflicto mundial que, desde 1942 hasta 1943, produjo casi dos millones de muertos, marcando el gran viraje de la guerra hacia la derrota del fascismo alemán.
El presidente Roosevelt se dirigió a Stalin en una nota, reconociendo que la “gloriosa victoria en Stalingrado retuvo la ola invasora y dio un giro a la guerra de las naciones aliadas contra las fuerzas de la agresión”.
La Alemania nazi, la Italia fascista y el imperio japonés (considerados el Eje) se constituyeron en el trío principal de países que encabezaron la avanzada de la II Guerra Mundial en Europa, el norte de África y Asia.
El frente de los aliados anti-nazifascistas lo constituyeron todos los países que se unieron en la lucha anti-nazifascista, encabezados por el Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos, principalmente, y, a partir de 1942, también Francia y China.
En 1940, Alemania invadió Francia y Holanda, e intentó someter a Inglaterra en 1941.
Alemania invade la Península de los Balcanes, captura la isla de Creta y, el 22 de junio, invade la Unión Soviética, somete a Bielorusia y a Kiev e inicia el sitio sobre Leningrado por tres años.
Alemania sometió a Austria, Polonia, Checoslovaquia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Grecia, Yugoslavia, Francia.
A partir de 1942, los Estados Unidos se incorporan a la lucha anti fascista que desarrollaban los llamados “países aliados”, después de los ataques sufridos por los japoneses en Pearl Harbor, Hawai, en diciembre de 1941.
El 22 de junio de 1941, la Alemania nazi se lanza sobre la Unión Soviética.
Siguieron grandes combates y batallas: las batallas de Leningrado (1941), Moscú (1941), Borodino (1941); Rostov, (1941, considerada como la batalla en la cual los alemanes empezaron a ser derrotados), Smolensk (1941), Kiev (1941), Jarkov (1942 y 1943), Stalingrado (1942), Kursk (1943) y Korsun-Cherkassy (1944) marcaron el valladar de resistencia soviética al avance hitleriano.
Desde la Batalla de Kursk, el Mariscal Zhúkov reconocía que las tropas alemanas “estaban agotadas”.
Al respecto, Winston Churchill se dirigió a Stalin, manifestándole “que las derrotas al ejército alemán en este frente son hitos en el camino hacia nuestra victoria definitiva”.
En Kursk se reconocía que la URSS había ganado la guerra. Con ese triunfo se inició la ofensiva anti nazi en todos los frentes de combate.
El 8 de setiembre de 1943, Italia se rindió ante los ejércitos aliados, al tiempo que el ejército alemán liberaba de la cárcel a Mussolini, que se mantuvo en el norte de Italia, dependiendo totalmente de Alemania. Entre el 19 y 25 de agosto de 1944, París es liberado.
Entre el 16 de abril y el 9 de mayo de 1945 se da la Batalla final de Berlín, por el Ejército Rojo de la Unión Soviética.
El 8 de mayo de 1945, en Karlshorst, Berlín, el Alto Mando Alemán firma la capitulación incondicional de todas las Fuerzas Armadas Alemanas ante Gueorgui Zhúkov, el Gran Mariscal soviético.
El peso de la guerra anti-nazifascista había caído sobre el Ejército Rojo de la Unión Soviética, que estaba bajo el mando del Mariscal Gueorgui Zhúkov, Jefe del Estado Mayor General del Ejército.
26 millones de muertos puso la Unión Soviética en la guerra. La tropa del General Vasili Shatilov enarboló la bandera roja de la Unión Soviética como símbolo de la Victoria en el Reichstag.
El 9 de mayo se celebró el desfile del Día de la Victoria, que se acaba de recordar en su 80 aniversario.
La lucha antinazi y antifascista fue el triunfo de los pueblos soviéticos, francés, inglés y estadounidense, y de todos los movimientos de Resistencia antifascistas que se dieron en Europa y en los países ocupados por Alemania.
A la lucha victoriosa desarrollada por el Ejército Rojo, que tuvo el peso de la guerras sobre sus espalda, se suma el de las tropas y ejércitos de los países aliados en lo que les correspondió, como lo fueron las operaciones militares de los ingleses en El Alamein (1942), la Campaña en Sicilia (1943), realizada por Inglaterra y Estados Unidos, y el importante desembarco en Normandía en junio de 1944 por parte de las tropas inglesas, estadounidenses y francesas, que les permitió encontrarse en el Río Elba con las tropas soviéticas.
La guerra continuaba en el Asia. Japón ejercía el dominio sobre China, Corea, Indochina y otras regiones del Asia.
El 8 de agosto de 1945, la Unión Soviética declara la guerra a Japón.
El Ejército Rojo en la región, dirigido por al Mariscal Alexander Vasilievich, sumaba tropas de la República Popular de Mongolia, que permitió que, el 2 de setiembre de 1945, Japón se rindiera sin condiciones.
Jugaron un papel muy importante también las fuerzas armadas de Estados Unidos, Inglaterra, el Ejército de Liberación Nacional de China, de la República Popular de Mongolia, Corea e Indochina.
El General Charles De Gaulle señaló que “los franceses saben lo que hizo por ellos la Rusia Soviética y saben que, precisamente, la Rusia Soviética jugó el papel principal en su liberación”.
Igualmente, el General Chennault, del ejército de los Estados Unidos, reconoció que la Unión Soviética en la guerra con el Japón fue el “factor decisivo que aceleró la terminación de la conflagración en el Océano Pacífico, y esto hubiera sucedido, incluso, si no se hubieran lanzado las bombas atómicas”.
La lucha anti-nazifascista, a pesar de las medidas jurídicas y políticas que se tomaron en esos días para evitar que se repitieran sucesos como la II Guerra Mundial, no ha evitado que resurjan estas tendencias y corrientes políticas en la Europa actual y en la misma Alemania hoy unificada, en los Estados Unidos, en Iberoamérica, Asia y otras regiones.
Las amenazas nazifascistas resurgen en algunos estados, no solo en el ámbito político y electoral, sino también por las acciones políticas que se vienen tomando e imponiendo con relación a restricciones a las libertades y derechos políticos y ciudadanos.
La lucha por la paz, el desarme internacional y mundial, el control de la producción de armas, y acabar con los escenarios de guerra actuales que crean un ambiente de pre III Guerra Mundial; la lucha por el desarrollo y fortalecimiento de la democracia, las libertades y derechos ciudadanos y los Derechos Humanos en general son parte de las banderas que los ciudadanos de todo el mundo debemos agitar ante el recuerdo de la victoria antifascista lograda hace ocho décadas.
A 80 años de la victoria contra el nazifascismo, han resurgido las tendencias autoritarias, anti democráticas, pro tiránicas y pro dictaduras en líderes políticos y en gobiernos, que son los caminos que conducen a los regímenes y sistemas políticos nazifascistas como se desarrollaron en las décadas de 1920 y 1930 en Europa, especialmente en Italia y Alemania.
El continente americano ha conocido, en oleajes y vaivenes políticos después de la I Guerra Mundial, tiranías, satrapías, dictaduras, autocracias, gobiernos militaristas, antidemocráticos, autoritarios, despóticos, represivos, conculcadores de libertades y derechos ciudadanos, irrespetuosos de los Derechos Humanos, intervenciones militares extranjeras por parte de los Estados Unidos y golpes de estado.
Hoy enfrenta estas amenazas desde el interior de sus propias realidades políticas, como las amenazas del gobierno del presidente Donald Trump de intervenir por la fuerza militar para apropiarse nuevamente del Canal transístmico de Panamá y su zona del Canal, apropiarse por la fuerza de Groenlandia, apropiarse jurisdiccionalmente de todo el Golfo de México (que ya llama Golfo de América), de hacer de Canadá el estado número 51 de la Unión Americana y de fortalecer a los gobiernos populistas que, de nuevo tipo, enmascaran el germen de los sistemas y regímenes nazifascistas que pululan por el continente.