En algún momento del amor, lo perdemos. Pero no siempre es fácil cerrar la puerta sin regresar a ver, sin dar vueltas a la cabeza o aferrarnos a la idea de lo que en algún tiempo era.
Para esos momentos de duda, para esas despedidas eternas, están estos poemas.
Cuando parece que el amor se acaba, pero todavía gotea. Cuando hay más rastros de desesperanza que de encuentro y caricias.
O simplemente cuando queda la nada, ese vacío que carcome e inquieta, pero del que sabes que hay una única salida.
A veces encuentras caminos aparentes, vericuetos para reencontrar una soga o una pequeña luz de esperanza, una alternativa. Este es un relato de las vueltas que das cuando no sabes cómo abandonar la partida.
Nuestra poética
Si tengo que escribir una poética de lo que hemos vivido,
Tendría que contar una historia de tres años,
Y estudiar cómo ha transmutado.
La pregunta permanece en por qué insisto,
Por qué insisto en los vaivenes,
Por qué no te dejo ir
Ni me voy definitivamente.
Por qué no decido quedarme
Ni continúo de lleno
En un felices para siempre
Que no existe.
¿Porque te quiero?
Pero esto ya no se siente a amor,
Emoción ni cosquilleo,
¿Porque te veo para mi futuro?
Pero tú ya no me ves en el tuyo,
Ni yo en el mío, si somos honestos.
¿Porque no quiero que estés con alguien más?
Porque con quien quiero estar no está disponible
Porque sigo hablando de un nosotros,
Porque aún quiero encontrarte cuando vea al vacío
Porque me llenas de un vacío insatisfecho,
Pero continúas en mi vida.
Porque tal vez sean más sumas que restas
Si aprendo a hacer la operación correcta,
Y si te quedas…
Y si nos quedamos…
Porque no quiero que te vayas con alguien
Porque me niego a creer que es dependencia,
Porque nuestro tiempo ya no es nuestro
Ni de calidad.
Porque esta historia tiene un sabor amargo
Pero no de toque final
Porque aún te quiero
Pero no sé si quiero volver a empezar
Porque me encasillas en falacias
Para poder estar con alguien más.
Porque esta historia está dañada,
Porque no es una historia que contar
Porque hemos dado tantas vueltas
Que ya no nos sabemos encontrar.
Ciclos lunares
En Diciembre me enamoro de ti,
para cuestionármelo en Enero,
pero aún quedarme.
En febrero es más un arrastre,
para marzo ya quiero irme
generalmente tomo la decisión.
Hasta que llega junio y empiezo a extrañarte.
En julio volvemos a querernos,
paseamos juntos por los soles de agosto.
La rutina nos gana en septiembre,
en Octubre me cuestiono si te quiero,
para dejarte en noviembre.
En Diciembre siempre me enamoro de ti.
Un juego más
Si me dejas enamorarme en diciembre y continuar el ciclo…
Es difícil saber con esa distancia, con el sube y baja, con las ideas y vueltas.
Ya no soy solo yo la de la intermitencia,
y por supuesto, la distancia se siente segura de alguna manera,
pero también dolorosa y engaña.
Podemos jugar al solo amigos,
pero tal vez es eso, un juego
que escapa a la realidad.
También podemos poner reglas,
pero siento que ninguno de los dos está listo para jugar
y yo sigo siendo la niña que juega a las escondidas con su papá.
Pero ya no me puede encontrar y no sé si tengo el valor
para dejar de correr cuando acabe de contar.
Eso y la oportunidad de tener una relación de verdad,
sin tretas sin escondidas, sin cancelaciones abruptas.
Con viajes, sin idas y vueltas,
¿podemos cambiar los sube y bajas por resbaladeras?
15 de Enero
Hoy fue tu cumpleaños.
El primero en tres años que no pasamos juntos.
No fuimos a una cueva,
ni a un zoológico.
Tampoco te preparé un pastel.
Pero fui a conocer a la abuela,
vi el jardín del que sacabas las rosas que me regalabas,
la casa de campo, el hogar donde crecieron tus padres.
Solo que no era tu casa,
ni la de tu abuela.
Era otra casa, la de su abuela,
donde crecen rosas que nadie cortará para regalar.
No queda en Latacunga,
ni se aloja en las faldas del Cotopaxi.
Tiene nombre de un navío perdido
y la cobija un pueblo con nombre de ciudad española.
No conoceré a tu abuela
ni recibiré más rosas.
No llegaré a su casa ni me acostaré contigo.
No festejaremos más cumpleaños debajo de una cueva.
Falsas promesas
Prometiste tantas cosas,
me enalteciste en tu altar
y luego nos quemaste.
Aprenderé a renacer entre mis cenizas,
en esas que ya no estás.
No permitiré que cortes mis plumas
disfrazando de alas tus mentiras.
ni que construyas castillos con tus palabras
para alejarme de mi hogar.
Tampoco me engañarás con paseos ni halagos
que navegan en el sentido contrario a mis riendas.
Ya no escucharé tus falsas promesas.