El 12 de mayo de 1949, la primera expedición exitosa realizada con el objeto de fotografiar al Salto Angel desde su base, así como medir su altura, llegaba a los pies de la enorme cascada, la más alta del planeta.

En 1946, ejecutivos de la Línea Aeropostal Venezolana, de visita en Nueva York reclutando pilotos para su oficina internacional, le proponían empleo a la fotoperiodista estadounidense Ruth Robertson (1905-1998)1, empleada entonces en el Herald Tribune de Nueva York, para que se incorporara a la oficina de Relaciones Públicas de la empresa, en Caracas. Sin saber ni una palabra de español, sino que, en este país, Venezuela, un amigo aviador había escuchado el rumor de que existía una catarata de “una milla de altura”; aceptó sin pensarlo dos veces. A partir de entonces se propuso fotografiar esa catarata desde su base. Entrevistada en lo de década de 1990, Ruth comentaría: “Algún día alguien iba a medirlo, y decidí que ese alguien muy bien podía ser yo”.

Despedida apenas a semanas de haber llegado a Caracas (por problemas políticos del ejecutivo que la contrató) decidió quedarse en Venezuela, aceptando trabajos como “freelance” para diversas revistas y empresas norteamericanas, y algunas venezolanas. Conoció y entabló amistad con Jimmie Angel (1899-1956) cuyo nombre fue oficialmente asignado a la enorme catarata (Salto Ángel)2 en 1939.

Ya en proceso de planificación de su expedición al Salto Ángel, un amigo le presenta a Aleksandrs “Alejandro” Laime (1911-1994)3, ingeniero letón, quien llevaba años viviendo en los alrededores del Auyantepui. Solo, había estado frente al Salto, ocurriéndosele la idea de construir un lugar turístico para visitarlo. Sin duda, era el indicado para guiar la expedición. Ruth viaja luego a Estados Unidos y se entrevista con los directivos de la revista National Geographic, quienes rechazan apoyarla financieramente, pero le aseguran que, de ser exitosa su expedición, les gustaría tener la primera opción para comprar su artículo y fotografías. Requeriría, sin embargo, incluir en su empresa al menos dos ingenieros, para que la medición del Salto fuera aceptada oficial y mundialmente. Ya contaba con Laime, necesitaba uno más.

De regreso a Venezuela, en busca de financistas, conoce a un empleado de la embajada estadounidense, quien le promete financiarla y conseguirle un ingeniero para medir el Salto. Su condición, mover algunas semanas la salida y ejecución de la expedición. Esta salida prematura se haría en plena época seca, no la mejor para medir la catarata. Ruth pensó: “Era la mitad de abril, las lluvias no comenzaban aun; el agua de la catarata estaría escasa, los ríos bajos”. A pesar de aceptar lo requerido por el financista, una vez en Uruyén, luego de apenas días, tanto él como el ingeniero, se regresan a Caracas.

Ruth se comunica con su amigo, el ingeniero y aviador, Francis Ivan «Shorty» Martin (1896-1952), también amigo de Jimmie y del Capitán de San Rafael de Acanaán, Alejo Calcaño, vital este último, en conseguir a los Pemón que finalmente acompañarían a la expedición de Ruth hasta el Salto. Contactado Jorge Marcano, ministro de Comunicaciones de Venezuela (quien apoyaba la expedición y facilitaría el apoyo de uno de sus empleados, Enrique Gómez, para encargarse de las comunicaciones por radio). Shorty estaba originalmente dispuesto a ir, pero se encontraba afectado por un lumbago. En este estado manejaría unas cinco horas hasta Ciudad Bolívar para encontrarse con el avión que lo llevaría hasta Uruyén. Decide no ir a la expedición, aunque sí a apoyarla. Había avisado a algunos de sus compañeros de la empresa petrolera Socony Oil para remplazarlo. El escogido sería Perry Lowrey (1916-1977), quien lo acompaña hasta Uruyén para conocer a Ruth y los expedicionarios.

Perry Lowrey fue un ingeniero estadounidense que llegó a Venezuela para trabajar como topógrafo junto a un grupo de ingenieros, mayormente civiles, en el oriente de Venezuela para la empresa petrolera Socony Oil. El trabajaría en numerosas posiciones, cada vez con mayores responsabilidades por treinta y tres años. Permanecería en Venezuela hasta retirarse en 1971 como director de un Departamento en Mobil Oil (nombre al cual cambió Socony desde mediados de 1950). Justo antes de su jubilación el gobierno nacional, de manos del presidente Rafael Caldera (1916-2009) se le otorgaría la Orden al Mérito al Trabajo en Primera Clase, por sus servicios a la comunidad.

La noche del 27 de abril de 1949, los ingenieros que trabajan con Shorty esperan sus noticias. Ya saben de su afección y que uno de sus compañeros debe remplazarlo. Comienzan a preparar los ángulos y el teodolito. Al día siguiente salen Shorty y Perry, llegan a Ciudad Bolívar la noche del 29. La expedición está momentáneamente paralizada, a la espera. El ánimo de sus integrantes se recupera con la llegada de los ingenieros a Uruyén, en el valle de Kamarata.

Este no era el único percance en el que se encontraba la expedición. Antes de la llegada de Ruth y los expedicionarios, Alejandro y un grupo de nativos habían salido con la intención de preparar una pista de aterrizaje cercana al Río Churún, en el área norte del Auyantepui, para de allí dirigirse hasta el salto, un corto tiempo en canoas y luego a pie. Luego de 10 días no se tenían noticias de Alejandro.

Ruth aun contaba con Shorty. En conversación con él y Lowrey, Shorty comentó que estaba “muy viejo para la gracia” y le recordó a Ruth que, si le parecía conveniente, Perry sacrificaría sus vacaciones para incorporarse a la expedición y medir el Salto. Esto, si todavía estaba en los planes continuar con la expedición ante la ausencia de Alejandro y los nativos que lo acompañaban. Por supuesto Ruth continuaría, y el ingeniero era necesario.

Luego de la reunión, Shorty y Perry salieron a buscar a Alejandro y su grupo, sobrevolaron el Salto Hacha, la laguna de Canaima, y sus alrededores. No vieron signos de Laime y los nativos, se dirigieron entonces a San Pedro de las Bocas para cargar el avión con gasolina. Shorty decidió quedarse en San Pedro, Perry regresó a Uruyén con Oley Olsen, piloto conocedor del área, quien había arribado con Ruth y el primer grupo, y estaba apoyando a la expedición. Pretendía Perry recoger los equipos topográficos y regresar a Ciudad Bolívar (en vista de que Alejandro no aparecía). Pero, en el último minuto, ante el inesperado y sorpresivo regreso de Laime la noche del 30 de abril, y la insistencia de Ruth, decidió quedarse, con la firme intención de medir el Salto.

El grupo de indígenas Pemón que habían estado con Laime se rehusaba a regresar. Además, no querían entrar al cañón del rio Churún, (eventualmente llamado Cañón del Diablo). Laime, Perry y Robertson se dirigieron a San Rafael de Acanaán para conversar con el Capitán para esa zona de Kamarata, quien, al escuchar sus razones, decidió encarar y convencer a otro grupo de nativos, para acompañar y apoyar la expedición hasta el Salto.

Con el apoyo prometido por el Capitán Calcaño, los expedicionarios se dirigieron a celebrar con Kachiri (o Cachiri; bebida alcohólica preparada en base a la fermentación de yuca o mandioca, por indígenas de la Guayana Venezolana, pero tambien por ciertos grupos nativos de Brasil, Guyana y Surinam) en la casa de Simón Bolívar, uno de los lideres del lugar. De nuevo en Uruyén, esperan por la decisión de cuales indígenas irán con ellos. Los expedicionarios debían esperar hasta que los indígenas que los acompañarían estuvieran de humor para comenzar la salida. Había que esperar hasta que se calmaran los “Mawariton”.

El 4 de mayo, luego de varios días de celebración e invocación de los buenos espíritus por parte de los nativos, los expedicionarios y porteadores finalmente están listos para salir desde el puerto de San Rafael. Esta nueva ruta, decidida con Calcaño, incluye el viaje principal usando curiaras (canoas). Los ríos serán la vía más expedita. Saldrán por el Acanaán, conectarán con el Carrao y entrarán al Churún hasta algún punto que les permita llegar a pie hasta el Salto, de acuerdo a los cálculos de Laime. Terminan de traer lo necesario desde Uruyén durante el día siguiente y en la madrugada del 5 ya están en ruta. El 7 divisan a la distancia al Auyantepui, ya están en el Río Carrao.

La mañana del 9, el grupo Pemón que acompaña a la expedición se pintan cuerpo y caras para “protegerse” y “esconderse” de los Mawariton que habitan el tepuy. Ruth y Laime se pintan las caras en señal de respeto. Perry, Ernest Knee (1907-1982) y Gómez, los otros tres miembros de “la plana mayor” se muestran algo escépticos. Están entrando al Río Churún y al cañón del norte del Auyantepui.

Al final de la tarde del 10 de mayo, la meta está aún a varios kilómetros, ya lo han divisado desde el camino, establecen campamento. Al día siguiente emprenderán la caminata hasta el pie del Salto.

Mayo 11, amanecen en la que será la última fase de la caminata. Perry planifica, junto a Laime, cortar una línea hasta el salto para poder calcular su tamaño. Están apenas a un par de kilómetros del Salto. Perry nota que “la catarata total se forma con dos arroyos. Estos se funden a un cuarto del camino hacia abajo, el agua se pulverizar mucho antes de tocar el fondo”. Hay luna llena, la noche esta suficientemente clara y se puede ver la catarata a la distancia. Perry mide longitud y latitud de varias estrellas.

Mayo 12. Informan a Caracas y al mundo que han llegado a destino. Durante la tarde, Laime y sus “muchachos” ya han “clareado” una línea hasta la base del Salto que usará Perry en sus mediciones. Perry y Laime están triangulando la enorme catarata usando las líneas de medición hechas temprano.

Mayo 13. Luego de pasar un par de horas entre los pedregosos trechos que había preparado Laime y su equipo, Perry anuncia al grupo su primera medición de la caída libre de la catarata. Calculó unos 700 metros de altura (~2200 pies), no la “milla” que había estimado Jimmie algunos años antes.

Volando solo, Jimmie Angel, el 16 de noviembre de 1933, encontró una enorme y desconocida catarata cayendo desde el Auyantepui. Utilizando los instrumentos de su avión alcanza a medirla el 22 de noviembre –la tercera vez que voló frente a ella– calculándole una milla de altura. En su bitácora de vuelo se lee claramente (en inglés) “Vuelo sobre la enorme catarata – 1 – milla”. Así lo hizo saber a amigos y conocidos, incluyendo Ruth, luego de conocerla en caracas.

Perry y el grupo están apesadumbrados, la noticia se toma como un “medio-fracaso”, ¿…será porque es viernes 13? El agotamiento es general.

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Cálculos de la altura del Salto Ángel realizados por Perry Lowrey.

Mayo 14. Amanece. Todos han dormido bien, la presión ha bajado. Ruth toma fotos, a cada persona, al grupo, al salto. Perry repite sus mediciones: “Estoy refigurando todo y ahora obtengo 711 metros”. Se refiere a la caída libre del Salto, que, en posterior corroboración, resultará en un numero algo mayor y la medición final. Así nos lo corrobora Ruth:

Perry, después de horas calculando ángulos, distancias cenitales, pendientes de talud y demás, llegó a 2648 pies [807 metros] para la caída principal del Salto Ángel. Contando las cascadas inferiores, la caída vertical es de un total de 3212 pies [979 metros]. Sin duda ahora [el Salto Angel] es el más alto del mundo.

Notas

1 Para ampliar sobre Ruth Robertson.
2 Acceso al artículo "Tras la pista del Salto Ángel", Meer.
3 Sobre Aleksandrs “Alejandro” Laime.

Aguerrevere, S.; López, V. M.; Delgado O.; y Freeman, C. (1939). Exploración de la Gran Sabana. Revista de Fomento, 3(19): 501-735.
González, J. M. (2019). Ruth Robertson: Grande Dame of Angel Falls. En: Angel, K., Angel’s Flight: The life of Jimmie Angel – American Aviator – Explorer, Discoverer of Angel Falls, pp. 350-357, 410-414. Eureka, California: Jimmie Angel Historical Project.
González, J. M. (2023). Tras la pista del Salto Angel. Ni la cascada Pacaraima, ni el Gran Salto del Caroní, (pp. 306-316). En: Aveledo, J., Operación Auyantepui 1970. El rescate del avión de Jimmie Angel. Miami: Publicación Independiente.
González, J. M. y Pérez, P. (2008, enero 28). La expedicionaria olvidada. Se cumplen 10 años de la desaparición de la mujer que logró medir la altura del Churún Merú. El Nacional. Ciencia y Ambiente.
Robertson, R. (1949). Jungle Journey to the World’s Highest Waterfall. National Geographic Magazine, 96(5): 655-690.
Robertson, R. (1975). Churun Meru. The tallest Angel of jungles and other journeys. Ardmore, Pennsylvania: Whitmore Publishing Company.
Robertson, R. (1990). A photographic gift of a Venezuelan trek. National Geographic Magazine. 178(3): vi.
Simpson, G. G. (1940). Los indios Kamarakotos: tribu Caribe de la Guayana Venezolana. Revista de Fomento, 3(22-25): 201-660.
Socorro, A. (1948). Octava maravilla del mundo. El Salto Ángel. El Gráfico. Diciembre, 7.