Pequeños detalles cambiaron por completo la historia, todas las historias, incluso las más ingeniosas y famosas.

Estirado

Hoy se nos sumó uno nuevo. No sé de qué raza, pero es seguro que tiene pedigrí, por como camina, nos mira y hasta como orina. Jorge lo tiene cortito, no se acostumbra al paso del resto, anda como alborotado y la Juana está viejita y muy lenta. Y bué… para caminar un rato en las mañanas hay que adaptarse a los demás. En este año casi entero, ya tengo varios amigos, aunque son de raza nos llevamos bien. Yo creo ser el única raza perro, me parezco a casi todos los que se cruzan con nosotros y andan sueltos. Los reconozco, por el instinto, aunque tengan colores y tamaños diferentes. No me puedo quejar, de mañana temprano ya ando en casa jodiendo para que me pongan la correa y estar pronto para salir a caminar. Jorge tiene un defecto grande, no tiene iniciativa, siempre recorremos el mismo camino, me conozco cada árbol de memoria. Bueno ahora tengo algo nuevo para hacer, adecuarme al estirado y a ladrar controlado.

Los locos de Luanda

De un tacho de basura de un edificio de la plaza Kinexixe, salió esa mañana una persona que había dormido adentro. Estaba en harapos. Le pregunté al chofer de las Naciones Unidas que me había ido a buscar para llevarme a la oficina y me explicó que se trataba de «malucos», como llaman aquí a los enfermos psiquiátricos que andan sueltos por las calles y a la buena o mejor dicho a la mala de Dios. En la oficina pedí un encuentro con el representante del PNUD y su secretaria me preguntó mi nacionalidad, le dije que era uruguayo y se paró en seco. ¿Usted conoce a un médico que se llama Fernando Rama? Sí, es amigo mío.

La mujer se emocionó hasta las lágrimas y cuando logró calmarse me relató que «el médico uruguayo», así lo llamaban en el hospital psiquiátrico le había salvado la vida a su padre y a muchos cientos de pacientes. Cuando se fueron los colonialistas portugueses dejaron abandonado el hospital y sus pacientes, sin un solo médico. Y al poco tiempo junto a otros psiquiatras se incorporó Rama y cambió totalmente el hospital, el trato con los enfermos. De un lugar maldito, durante todos los años anteriores, incluso con personal médico portugués, pasó a ser el refugio de miles de enfermos y de sus familias. Lo humanizó, trataba personalmente a cada paciente, algunos incluso lograron volver a sus familias. «El médico uruguayo», que se reía poco, que trataba a todos por igual, era un mito, muchos años después de haberse vuelto a su país.

Me sentí orgulloso, emocionado como todo el personal de Naciones Unidas que escuchó el relato, con lujo de detalles y no quise preguntar porque ahora, había malucos durmiendo en los tachos de basura. Un solo ser humano puede cambiar la vida de muchos, concretamente, todos los días.

Por unos centímetros

La diosa Tetis abrazó a su hijo con amor y ternura y quiso protegerlo para el resto de su vida, mejor dicho, hacerlo inmortal, no podía soportar que los siete hijos que tuvo antes de Aquiles fueran simples mortales como su padre Peleo. Lo sostuvo al niño de un talón y lo sumergió en el río Estigia. Le aseguró la inmortalidad completa porque sumergió su mano con el talón del niño en el río. Y ese detalle cambió la historia.

El padre de Aquiles fue Peleo por ello Homero lo llamó «Pélida» en su historia sobre la guerra de Troya.

Aunque el pequeño detalle de la inmersión del talón cambió todo el relato, los héroes y muertos en el sitio y la toma de la ciudad de Troya, sobre todo, determinó que el imbatible Aquiles derrotara a todos sus enemigos, a Héctor y a Paris, y regresara sano y salvo a Grecia. Ulises se viera privado de aportar su ingenio e inventar un caballo gigantesco de madera y los troyanos de cometer la estupidez de transportarlo dentro de los muros de su muy bien fortificada ciudad.

Pequeños detalles cambiaron por completo la historia, todas las historias, incluso las más ingeniosas y famosas. Ah y la Ilíada se llamó la Aquilea.