A la hora de escribir estas líneas, las bombas de Israel han matado más de 28,000 personas de la sociedad civil en la Franja de Gaza, de ellos más de 14,000 niños. En menos de cuatro meses, Netanyahu y su ejército han matado en Gaza más del doble de todos los muertos civiles en Ucrania en dos años, 12,000 personas. Casi 2 millones de personas deambulan, sin comida, sin agua, esperando la muerte dentro de la Franja. Entre 50,000 y 60,000 toneladas de bombas ha sido lanzadas sobre sus casas, edificios residenciales, escuelas, hospitales, población civil indefensa que —en forma alguna— son miembros militares de Hamás.

Netanyahu tenía pleno derecho de responder a Hamás por el gravísimo ataque terrorista del 7 de octubre pasado. Pero su respuesta tenía que ser contra el enemigo militar. Jamás contra civiles inocentes, destrozando todas sus ciudades y su vida. Netanyahu ha violado en forma flagrante la Convención contra el Genocidio, los 4 Convenios de Ginebra, los artículos 73 y 74 del Protocolo de Roma y las normas básicas del Derecho Internacional Humanitario. «Ni la población civil como tal ni las personas civiles serán objeto de ataques. Estos solo estarán dirigidos contra los objetivos militares». En su lugar, está perpetrando una masacre, un genocidio mayúsculo contra la sociedad civil, contra un pueblo entero del planeta.

Limpieza étnica

De acuerdo con la ONU, más del 75% de toda la población de Gaza, 2.5 millones de personas, han tenido que dejar sus casas, destruidas, y están hoy desplazados, sin comida, sin agua, presas de enfermedades, deambulando por una pequeña franja de tierra, esperando la muerte. En las últimas semanas, una epidemia de más de 1,000 muertos con hepatitis-A amenaza con extenderse y cobrar dimensiones salvajes.

La organización Euro-Med Human Rights Monitor anunció hace algunas semanas que limpiar la Franja de Gaza de todas las bombas y explosivos «sembrados» tomará décadas. Se ha vuelto un territorio imposible para la vida humana. En la práctica, Netanyahu y la extrema derecha israelí está haciendo un ethnic cleansing, una limpieza étnica a destajo, la desaparición física y expulsión de su tierra de un pueblo milenario en la región.

El Likud, la extrema derecha que representa Netanyahu, no solo nunca ha aceptado la tesis de los Dos Estados (como acordó Naciones Unidas en la Resolución # 181 de 1947 cuando le otorgó esas tierras para crear el Estado de Israel) y su deber de compartirlo con el Estado de Palestina, sino que parecen tener un objetivo ulterior: la expulsión y eliminación de todos los palestinos. ¿Y adónde podrán ir esos 3 millones de habitantes, a Egipto que no los acepta en el sur, o al oeste, a morir ahogados todos en el mar Mediterráneo?

Borrando con el codo la tradición judía humanista

Sé que esta nota generará insultos y amenazas de la comunidad sionista intransigente, los mismos que han atacado en forma irracional a cualquier persona que denuncia estos hechos, incluido el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez o, en semanas pasadas, al expresidente de Costa Rica, Oscar Arias. O los insultos que recibe cualquier persona honesta en el mundo que levanta la voz. No me importa. La verdad hay que decirla a toda costa. Es un asunto de dignidad humana. Sé que las personas libres del planeta (incluidos muchos judíos honorables) condenan estos actos de barbarie irracional.

La tradición humanista de grandes pensadores judíos que todos leímos y admiramos desde la adolescencia, como Hannah Arendt, Simone Weil, Hermann Cohen, Amos Oz, Albert Einstein, Sigmund Freud y muchísimos más intelectuales que marcaron su historia como Leo Lowenthal, Franz Rosenzweig o Martin Buber, por decir algunos pocos, jamás estarían de acuerdo con esta matanza irracional que está oficiando Netanyahu y su camarilla de extremistas ideológicos. Se estarían oponiendo en forma directa.

Por otro lado, es paradójica esta violación masiva de los Derechos Humanos por parte de Netanyahu y el pueblo que —víctima de los horrores del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial— dio lugar a una transformación del planeta con la aparición de la ONU en 1945 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los DDHH que todos hemos defendido a favor del pueblo judío en el siglo XX, también son aplicables a todos los pueblos del planeta, incluido el palestino. Netanyahu y su camarilla no aceptan esto. Parece que para ellos los palestinos son menos que personas, sin derecho alguno, destinados a morir. Con sus actos, Netanyahu se rebaja al peldaño sangriento de los victimarios de la Segunda Guerra Mundial.

El Likud y Netanyahu son los principales culpables del crecimiento de Hamás

El ataque del 7 de octubre de Hamás fue salvaje y lamentable e Israel tenía derecho a responder. Pero no se puede responder a un acto terrorista con otro acto terrorista de Estado, a gran escala. Por otra parte, ¿quién es el responsable del fortalecimiento de Hamás en los últimos años? Netanyahu y la extrema de derecha del Likud, ellos son los culpables.

Es la misma extrema derecha que asesinó en su día al exprimer ministro de Israel, el gran Isaac Rabin, un hombre que quería la paz. La violencia engendra violencia. Después de 70 años de persecución, de territorios ocupados, de expulsión de los palestinos de sus territorios milenarios, de violación del Estado de Israel de la Resolución 181 y muchas otras resoluciones de la Asamblea General de la ONU, se generan estos hechos. Los 25 años intermitentes en el poder de Netanyahu (en conjunto con Ariel Sharon) son la causa fundamental del fortalecimiento del terrorismo Hamás.

La única solución humanista al tema de Israel y Palestina es el reconocimiento de la política de los Dos Estados, tal y como se definió en 1947 por la ONU. Mientras Netanyahu esté en el poder, esto será imposible.

Lo grave del caso es que todo esto se hace a vista y paciencia de las principales potencias del planeta. Todo el mundo calla, todos vuelven a ver para otro lado y —como los tres monos de la tradición oriental del San Saru que «no ven, no oyen y no hablan»— se tapan los ojos y no quieren saber nada, mientras están exterminando masivamente a un pueblo milenario del planeta.