Querida Annie:

He querido que esta carta te llegue en el inicio de un nuevo año escolar en mi país: Venezuela. Te imagino en «la casa de atrás» o «anexo»; en el refugio con tu familia, los van Pels y Fritz Pfeffer ¡8 en total en poco más de cien metros cuadrados!, sin poder salir y con las tensiones entre ustedes que se acumulan. Muchos niños (la mayoría de seguro) no quieren volver a clases después de las vacaciones, pero sé que tú anhelabas estar en esa situación. Volverías feliz a las aulas después de la terrible experiencia, y así lo afirmas en esa maravillosa entrada en que cuentas qué haría cada uno de ustedes (23 de julio de 1943) cuando llegue la paz: «Mi mayor deseo es estar otra vez en mi casa, poder circular con entera libertar, moverme y, por fin, volver a la escuela bajo la dirección de mis profesores». De algún modo tenemos que valorar el no estar en medio de la guerra. Pienso en los niños de Ucrania y de tantos conflictos, pero también los que padecen profundas crisis económicas como la de mi nación. Los diarios y las memorias, cualquier testimonio que despierte la empatía con los que sufren ¡debe ser recordado y «revivido» de alguna manera!

Un año y dos meses sin escribirte desde aquella primera carta dedicada a los primeros pasos de tu Diario. Era el 12 de junio de 1942, cumplías 13 años (sí, igual que mis alumnos) e iniciabas la mejor forma de autoconsciencia: escribir sobre ti y tu mundo todos los días. No hablaré de tu fama que en aquel momento reduje a esta frase: «a cualquier persona que le pregunte: ¿cuál es el diario más famoso de la Segundo Guerra Mundial? Dirán tu nombre sin dudarlo un instante». La fama no ha decaído y este año pude ver una nueva obra cinematográfica sobre ti, y aunque no eres la protagonista, no conoceríamos a esa persona sin tus escritos. Me refiero a la serie de National Geographic que se puede ver en el canal Disney Plus: A small light (Joan Rater y Tony Phelan, 2023), sobre la secretaria de tu padre: Hermine «Miep» Gies (1909-2010) y su esposo (Jan), que los ayudaron mientras estaban escondidos, pero también a otras personas. Sin ella no sabríamos de ti, porque guardó tus escritos y se los entregó a tu padre. Es una magnífica serie que equilibra la historia con la tensión de aquellos terribles momentos. Ahora quiero que hablemos de cómo viviste el año 1943, porque como bien sabes, mantengo una serie que va analizando el gran conflicto a medida que se cumple su 80 aniversario y paralela a ella su literatura autobiográfica. ¿Cómo seguiste escribiendo siendo tan joven y en medio del terror de ser descubiertos, porque para el 9 de octubre de 1942 ya ustedes sabían de la existencia de las cámaras de gases?

En la ciudad reina el terror. Los transportes de proscritos siguen sin cesar, día y noche. Se van con un pequeño bolso y un poco de dinero en el bolsillo, pero por el camino los despojan de estos últimos bienes. Las familias son separadas en grupos de hombres, mujeres y niños. Al volver de la escuela, los niños no encuentran a sus padres. Al volver del mercado, las mujeres encuentran selladas las puertas de su casa y sus familias desaparecidas. Los cristianos holandeses se ven igualmente afectados, pues sus hijos son trasladados a la fuerza a Alemania. Todo el mundo tiene miedo (13 de enero de 1943) (a partir de acá todas las entradas del Diario son de 1943).

Es la mejor descripción del Nuevo Orden que se instaló en toda Europa después de la ocupación de la Alemania Nazi de 1940 a 1941. Todo se resume en esclavitud y muerte. Ni siquiera los vínculos familiares se salvan. En 1943 la realidad se hace terriblemente insoportable en comparación a 1942, año en que todavía vivías la paz y esperanza de haber logrado un escondite junto a la familia. Reconoces este hecho al afirmar: «De vez en cuando pienso en la vida que llevamos y siempre llego a la misma conclusión. Si nos comparamos con los judíos que no se han ocultado, estamos en el paraíso» (01 de mayo); pero el inicio del declive del poder nazi hizo que todo fuera de mal en peor: mayor racionamiento y por tanto menos comida, más delaciones y ladrones que entran a la empresa, y el aumento del odio al judío, por no hablar de deportaciones de los no judíos a trabajar en Alemania. Esta situación genera mayor irritabilidad en las personas, como es algo normal; pero en vuestro caso todo es peor por el encierro, por el hacinamiento. «En la casa todo son disensiones. Mi padre está contra mí, los van Pels contra mi padre, y la señora contra mi madre» (27 de abril); (…) «la atmósfera está casi siempre muy cargada en la mesa. Afortunadamente, la tensión cede un poco ante la presencia de los iniciados del despacho que vienen a tomar un plato de sopa con nosotros» (05 de febrero).

¿Cómo saben del mundo exterior? Has contado que tienen la suerte de tener radio y de esa forma escuchan la BBC, pero también a través de Miep y el resto de las personas que los cuidan y que los visitan todos los días (ellos traen los rumores de la calle y lo que dice el ocupante). Lo peor de todo: lo que ven a escondidas por las ventanas: niños que mendigan desesperados («sin abrigos ni medias, ni boina y nadie los ayuda. No tienen nada en el estómago. Son numerosos los pequeños que detienen a los transeúntes pidiendo un pedazo de pan ¡Holanda ha llegado a esto!», 13 de enero), y judíos o gente que se llevan prisionera. La guerra, en el sentido de los combates, es también padecida por ustedes. A través de los cielos holandeses pasa la Royal Air Force y posteriormente la Octava Fuerza Aérea de Estados Unidos, rumbo a Alemania o incluso destruyen algún lugar en tu país que sirve a los nazis. El cambio de la intensidad y frecuencia del bombardeo les da esperanzas:

Centenares de aviones vuelan sobre Holanda, en ruta hacia Alemania para bombardear y destruir sus ciudades (13 de enero). El sector norte de Ámsterdam fue terriblemente bombardeado, una devastación espantosa. Calles enteras en ruinas. (…) Se habla de niños que buscan sus padres desaparecidos bajo las cenizas todavía ardientes (19 de julio). Entre la una y las cuatro de la madrugada no es raro que nos sorprendan los aviones y los disparos ininterrumpidos (4 de agosto).

Las esperanzas aumentan a medida que se desarrolla la campaña italiana desde el mes de julio en adelante: «Una noticia maravillosa, la más grata que oíamos desde hace meses, la mejor de todos los años de guerra. Mussolini había presentado su dimisión al rey de Italia. Todos saltábamos de gozo. (…) Nacía una esperanza, la esperanza del fin de la guerra, la esperanza de la paz» (26 de julio). El 13 enero tenías una certeza que era lo más lógico: «Si bien los Aliados van ganando terreno, no se vislumbra todavía el fin», ahora pensabas que había llegado el día, pero no fue así. ¡Qué terrible el vivir con el temor a que alguien los descubriera, como ocurre el 24 de marzo cuando entran unos ladrones a la fábrica o el empleado que comienza a sospechar! Gracias por contarnos vuestras rutinas diarias del 4, 5 y 9 de agosto; quizás en ellas podrías soportar el miedo que siempre estaba rodeándolos y que el ocho noviembre describes tan vívidamente:

Por lo noche, en la cama, me veo en una cárcel, sola, sin mis padres. Otras voy errante por los caminos o las habitaciones del anexo con pasto de las llamas, o que vienen a buscarnos a todos por la noche. Y no solo lo veo, sino que parece que lo estoy viviendo con todas las fibras de mi ser y tengo la sensación de que, en efecto, va a ocurrir de un momento a otro.

No tengo palabras, solo darte gracias por no dejar de escribir. El mes que viene tengo que enviar una carta a una joven alemana conversa del judaísmo al catolicismo: Edith Stein. Una deuda del año pasado por el cumplimiento de los 80 años que fue enviada a Auschwitz, y después en noviembre a otra holandesa como tú: Etty Hillesium. Así que tendrás que esperar Dios mediante hasta el 2024 cuando hablaremos del terrible año 1944. Año de esperanza y tragedia al mismo tiempo. Una vez más quiero despedirme con tus palabras de aliento para todos los que sueñan con superar los tiempos en que no le es recocida su dignidad humana: «Llegará el día en que termine esta horrible guerra y volveremos a ser personas como los demás, y no solamente judíos».