Acabo de hacerme unas gafas nuevas y estoy viendo todo en colores. Desde pequeño he tenido una mezcla de defectos visuales que no han mejorado con el tiempo, pero que eran tolerables con gafas.

Ahora ha llegado el momento que le toca a la mayoría de los mortales de más de cuarenta: afrontar que enfocar de cerca ya nunca volverá a ser fácil. Nuestros abuelos lo solucionaban con gafas de cerca, nuestros padres con bifocales, nosotros hemos dado un paso más, ahora tenemos multifocales.

Así, en una misma gafa existe una gama extensa de distintas dioptrías que van desde las necesarias para ver de lejos (casi siempre y en dirección horizontal, es decir, mirando hacia adelante) y van aumentando conforme miramos más hacia abajo. El efecto debería ser maravilloso, podemos ver bien las cosas que están lejos (mirando hacia adelante) y también vemos bien las que tenemos cerca, bajando un poco la vista.

Pero la magia no existe.

Dicen que a la gente normal que tiene mi edad y les recetan estas gafas les cuesta adaptarse por varios motivos. El principal es que hay que acostumbrarse a mover mucho la cabeza. Ya no tenemos una sola visión en todas direcciones. Mirar hacia adelante y hacia arriba implica pocas dioptrías, es decir, seguir como antes, pero si vas a bajar una escalera y no bajas suficientemente la cabeza, te mareas. Estás acercando mucho la escalera por el exceso de dioptrías, no estás mirando de cerca ni leyendo, quieres bajar una escalera y las gafas no lo saben… No hay magia, tienes que acostumbrarte a mover la cabeza para que el mundo siga siendo más o menos como era y no lo acerques o alejes sin sentido.

Y cuando vas a leer, tienes que ponerte el libro en una determinada dirección, en un determinado ángulo visual para que las gafas hagan su trabajo y empieces a ver lo que la edad te había robado.

Ah, y todo se complica en ese rango medio de ajustes donde está la pantalla del ordenador, la televisión y todo lo demás, que no está ni cerca ni lejos y que te hará doler la cabeza durante unas cuantas semanas.

Pero se me olvidaba una gran sorpresa: el efecto túnel. Sí, amigos, el rango de dioptrías de las gafas progresivas o multifocales está solamente graduado en la parte central de las lentes. Los laterales, oh sorpresa, no tienen esa magia, por lo que, si quieres mirar de reojo, se va todo al demonio. Al parecer no es posible hacer esa hermosa y gradual variación de dioptrías también en sentido horizontal, por lo que, para seguir viendo cosas a izquierda y derecha, vas a tener que mover la cabeza buscándolas. Tus ojos acaban de perder rango de visión y te tendrás que acostumbrar a mover la cabeza mucho más de lo que solías hacer.

Bueno, hasta aquí el mundo de lo que se considera medio normal.

Ahora viene el mágico mundo del que trae otras «cositas» de antes.

Mis gafas tenían distintas graduaciones en cada ojo, prismas para corregir la dirección de los ojos, ajuste de hipermetropía y algo de astigmatismo. El pobre óptico se volvió loco cuando le dije que había aparecido la presbicia y tuve que hacer dos viajes para mediciones y pruebas.

Después de mucho analizarlo y hablar con los talladores de cristal, me dijeron que asumían mi complicado caso. Ahora mismo escribo con mis nuevas gafas y esto, de momento, es un horror.

La suma de las dioptrías creciendo de arriba hacia abajo y los prismas haciendo más anchos los bordes de ambas lentes me hacen disfrutar de un arcoíris luminoso alrededor de cada letra. Aparecen colores en lo que antes era solo negro sobre blanco y aunque tuve un momento de depresión inicial, empiezo a pensar que no soy tan desgraciado, porque estas malditas gafas le están agregando algo de color a mi vida.

Como bien dijo el pobre óptico, tengo que probarlas unos días y si el arcoíris imaginario persiste, tendré que ir para que ajusten algo, las hagan de nuevo o descubran que la magia no era tal y que mi caso es imposible de resolver. Cualquiera sea el caso, quería dejar plasmado en este artículo que la magia sí existe, contradiciendo lo que dije en los primeros párrafos. Este mundo es, como bien dijo el congelado Walt Disney, un mundo de colores, mágico mundo de colores, según sus palabras. Mi ojo izquierdo ve más colores que negros y blancos y esos colores bailan alrededor de las letras y yo me río de solo pensar que el resto de mis días viviré así, maravillado por la descomposición de la luz blanca por estos maravillosos y complejos prismas dióptricos espurios que deforman lo que veo para que (paradójicamente) lea mejor.

Siempre me había maravillado el arcoíris, ahora empiezo a pensar que puede que un día de estos me canse de verlo todo el tiempo. Os iré informando, pero si alguien padece esta combinación extraña de fallos visuales, le recomiendo que tenga paciencia y piense que hay cosas peores en la vida y que tal vez, ver todo en colores, no sea tan malo como me parece ahora mismo.

Ya os iré contando, si puedo, cómo sigue esta historia de amor-odio.