Es un libro en forma de espiral como visto desde el cielo y toda esa arqueología de rastros humanos. Es un misterio como las enigmáticas líneas de Nasca en Perú. Cambiemos una letra. ¡Nazca en Perú! Así es la iniciación de este libro. Un niño grande, un hombre grande, en un país grande y en un libro grande de 400 páginas. Empecé con la respuesta. La pregunta sería: ¿Cómo resume el Libro de las respuestas del escritor Alfredo Pérez Alencart?

Dentro de un libro de entrevistas y mordaces preguntas, tenemos un ideario de respuestas, donde el autor nos pone sus cartas de vida con una convicción y una declaración honesta de fe, emociones, formas de vida y pensamiento.

Los ejes que me movieron a leer las páginas sucesivamente y con gran emoción fueron…

Espiritualidad inmovible como templo

Inicio la lectura con mi cercanía y similitud sobre la espiritualidad reflejada desde su espejo y desde la negación que provoca en muchos escritores que temen abrirse desde su ser, a sus creencias.

Cuando uno lee la Biblia, descubre su inmensidad no solo por la diversidad de autores, sino por la forma como entrelaza en siglos de escritura, temas tan sensitivos y fuertes desde la época donde convivió el pueblo de Israel escogido, hasta los evangelios de los discípulos de Cristo. Ambos concordamos sobre la lectura bíblica del Cantar de los Cantares, allí me reconocí como primera influencia en mi poesía. Realmente marca un para siempre, muy parecido al tono de la poeta costarricense Eunice Odio, con su canto hacia su amado.

Toda la Biblia conmueve al autor, que se declara libre de conceptos religiosos gastados, perversos y corruptos, pero disfrutando la esencia divina desde el canto salomónico, los profetas, el erotismo místico, y las parábolas, entre otras.

Nunca había escuchado sobre el encuentro «Los poetas y Dios». Realmente requiere valentía esta declaración y esta actividad que reúne a poetas y a Dios de su lado.

Retoma las palabras que dijo Jesús a sus discípulos: «Sean la sal de la tierra», por lo que el poeta expresa que ser sal, es esa sazón que invita a no solo teorizar las enseñanzas de Cristo, sino, a vivirlas, a practicarlas (p. 30). Entonces, puede verse, una concordancia entre ser un panfletario, o ser un hombre justo, que aboga por las minorías. Y él decide ser lo último, desde sus principios de justicia como abogado de la ley y profesor de lo mismo.

Es un libro de travesías espirituales y, por lo tanto, humanas y lleva su tiempo asimilarlo. Pero, ante todo, nos deja al descubierto, una realidad presente, la espiritualidad del hombre está perdida.

La poesía con los ojos cerrados

Asemejar la resistencia y la carga poética, en un sentido mayor que una pirámide, nos deja por dicho el valor que le da a la obra clásica bien escrita y que sobrevive a tendencias o figuraciones. Remarca un golpe para la escritura automática, insulsa por ir de prisa o vociferarse. Y como un platillo de rey, debe ir con temperatura lenta, con ingredientes de origen y que haya un paladar de permanencia o memoria. Puede ser, y no del todo, una lógica de conocer las reglas primitivas para poder luego, si se quiere, romperlas. Y como no son mis respuestas, no las doy y participo de su benignidad.

Lo cierto es que empezamos bien, porque no hay duda de que el asombro (una impresión en el ánimo de alguien) es lo que mueve a quien se asombra por lo que sea. Y tanto le ha marcado que lo transforma en voz o escritura. Allí, nace la autenticidad del poeta, cuando se repliega a no ver con simpleza el todo y el todo es un maravillarse constante y emocionalmente. Esa es su luz (p. 29).

No escribe por pertenecer a una corriente o moda poética, al contrario, sus temas son controversiales porque ya no es moda ser honesto, cristiano, ético y, por lo tanto, pueden tener la connotación de contracorriente, por el mundo en que se vive y las personas que viven en él. Sin embargo, busca lo que todos buscamos cuando escribimos, «…que los otros se conmuevan y hagan suyos los frutos de su espíritu» (p. 32).

Su colmena, Puerto Maldonado está presente en su garganta del alma y dice, que memora lo que acontece fuera de ella. Por lo que su poesía con su origen es a veces incierta, no siempre su vena emocional es escrita… «hay paisajes que ameritan la mudez y el olvido temporal del abecedario» (p. 34). Y ciertamente, la poesía se respira, se inhala, se vive y transpira y no se ocupan renglones, ni razones.

Sus libros, como él asegura, tienen su propio voltaje. Es decir, cada uno late desde la soledad y no desde quienes se columpian en sus hipos (p. 36). Concuerdo con esa arrogancia del que se llama poeta para figurar, y que describe una belleza fingida, y el contenido es vacío de sí mismo. Uno se debe a su propia lealtad, a sus propios principios, que conjugan con los principios universales. Esa constante ruta de conocimiento es la que hace que él se nombre «aprendiz de poeta» (p. 37).

Las palabras claves del por qué escribe me mueven en su misma dirección: el sentimiento por otros le quema, por desgarradura, por un mañana, por amar demasiado, por testigo, porque hay vivos y hay muertos, por memoria y algo por lo cual siempre he enseñado en mis talleres, por salvación, porque la poesía salva. ¿De qué? De todo (p. 39).

Por eso, valida «la temperatura del lenguaje», es decir, lo que mueve en agonía o felicidad, soltura o desgarradura al aprendiz de poeta. Lo siento así, particularmente, porque todas esas emociones convulsas hasta casi pulsaciones son parte del ser humano, y es una necesidad sacarlas de sí como un medio de su propio vendaje o un medio samaritano hacia el dolor o la alegría ajena. No es poesía forzada, es natural, donde redime o apacigua la vida de los hombres (p. 48).

Otra frase, que creo y vivo, es que la poesía nos viste de resurrección. Porque morimos un poco todos los días y la palabra nos inyecta a la vida, un renacer constante.

No he podido leer sus libros, este es un páramo que descubro en cada respuesta de cada pregunta que se le hace. En este libro biográfico, casi un mapamundi por su interior, porque a veces es océano profundo y cuesta ir rápido. Es una lectura de análisis, de percepción, de conocimiento sobre un autor que ve la poesía como una revelación espiritual, al poeta como un sacerdote de la palabra. Noten qué difícil es conceptualizar este libro, que es meramente espiritual y revelador. Es un hombre para descubrir, no solo el aprendiz poeta que dice ser.

Tiene en su haber grandes logros que merece por su sincronía con la vida y su quehacer poético que alumbra hacia otros. Ya que multiplica ese camino para otros jóvenes, y no tanto, y los trae a la vista del mundo para que sepan que la poesía existe desde todos los rincones del planeta. Eso es amor ágape, eso es crecer con otros, eso es pensar que el ego puede moldearse y que la grandeza no son premios, sino la oportunidad de que otros crezcan con él.

Si algo entiendo, es su afán por la excelencia y un blanco directo contra la mediocridad, y como lo expresa con admiración sobre el poeta del país que lo vio nacer, César Vallejo, junto con San Juan de la Cruz, le hace comprender que «la poesía no es una carrera de velocidad sino un lento maratón cuya meta final culmina con la propia vida» (p. 59).

Cuando habla de la sociedad, la determina como un cáncer, casi con metástasis, por lo que esto de escribir poesía en medio de estas células enfermas, es jugar a cirujano. Y recuerdo las palabras del poeta costarricense Albán cuando nos decía en sus talleres que debíamos preocuparnos por el poema inolvidable; no se nos recuerda por un libro determinado, sino por el poema que conmueve, que denuncia, que marca el suceso que le acontece al poeta en su mundo, y en otros mundos que duelen y debe escribirse sobre ello. No como obligación sino por la voz de los que no la tienen (p. 72).

Cuando se expresa que la poesía no se vende. No le importa. El verdadero motivo debe ser siempre «clamar contra la injusticia, y de sobrevivir contra la crudeza cotidiana o el sinsentido» (p. 112). Ciertamente, nos regresa a la interrogante si de algo sirve la poesía, además de conmover el espíritu humano, fortalece la dignidad del autor, le da las fuerzas necesarias para salvarse a sí mismo y le da sentido y voz ante lo externo que nos abruma y lo interno que nos desborda.

Además, el poeta Pérez Alencart tiene una misión. Rescatar, por así decirlo, nombres de autores que necesita el mundo recordar y, por ello, siempre los promueve en sus actividades que datan varios lustros.

Algo que me sorprendió, fue la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos, agrupación que ignoraba su existencia. Durante más de 15 años fui misionera protestante en diversas zonas rurales de mi país y en Nicaragua, y siempre existió esa disyuntiva entre mi misión y la poesía. Ahora, al leer este Libro de las respuestas, precisamente eso hace, responde muchas de mis inquietudes espirituales y me siento más segura de que ambas pueden ser parte de nuestra identidad humana y poética. Siempre he dicho que existe la poesía bíblica y que no podemos pensar que Dios pueda excluirnos por tan solo escribirla. Es liberador entender que esta fuerza espiritual no puede claudicar ni desencantar (p. 119).

No somos cristianos a medias, no podemos quitarnos el traje cuando nos conviene, lo somos las 24 horas al día. Y Jesús fue el modelo de ello, todo en él fue obras y prácticas de la fe. Y la poesía, según Alfredo, «es una oración invencible que apuntala en grado sumo la esperanza» (p. 120). Y si la Biblia nos insta a predicar las buenas nuevas, qué más que testimoniar el lirismo de David, o la tragedia de Job y su fuerza vital de renovación, así, como otros tantos ejemplos (p. 122).

Siempre me justifiqué ante mi fe que no podía separarla de la poesía; fue una lucha sanguinaria, llena de culpas. Al leerle una de sus respuestas, me muestra como Isaías, Jesús, Juan el Bautista fueron poetas orales «preocupados por la justicia de Dios». Y que la Biblia es una «fuente inagotable de la poesía universal». ¡Maravilloso! Ha calmado mi espíritu, mi sed y me ha abierto el entendimiento con el discernimiento. Una gran responsabilidad a partir de ahora (p. 137).

Se manifiesta impactado cuando pudo visitar una prisión donde dio una charla-coloquio a los internos. Eso me alegró mucho, porque ha sido mi misión por más de 8 años, cada semana del mes. Y poder trasmitir que las palabras son libres y que la libertad es mental ha sido un instrumento divino para muchas aprendices de poetas que han escrito ya tres libros en antologías de mujeres y hombres privados de libertad. Algunas, aprendieron a leer y escribir con la poesía y ahora ostentan títulos universitarios. Leerle, poeta, con esa emoción, me indica que solo Dios puede abrirnos estos caminos para la luz y paz de otros (p. 142).

Migración de «doble mundo» o más…

Hay otro texto donde el apóstol Pablo dice que se ha hecho a los judíos como judío y como débil a los débiles. Y precisamente, el sentimiento del poeta Pérez Alencart, es el de no sentirse extranjero, sino que ha sido asturiano, peruano, español, boliviano, brasileño, donde estén sus conexiones y «…mi patria del momento» y, por ello, cuando quieren definirlo como de «doble mundo», el defiende ambas partes. «Soy un hijo de América. Soy un nieto de España». Y, por supuesto, las fronteras son invenciones humanas, territorios políticos, aunque tengamos el mismo color de sangre y respiremos el mismo aire.

Esto es muy significativo en este tiempo, donde los movimientos humanos se acogen con fuerza en el mundo, debido a las condiciones deplorables de sus países, sea por lo económico o por persecución ideológica. La rigurosidad que ahora se implanta debido a ello, se vuelve una ola antinmigrante donde el verdadero terror no nace de la xenofobia, sino, y en eso concordamos plenamente, en la aporofobia (una aversión al pobre por el hecho de serlo) (p. 42). Y hoy, España, atraviesa un número alto de desempleados que se han visto ante la necesidad de emigrar a otros países y experimentar tratos difíciles hasta inhumanos.

Cuando habla de patria no deja de sentirse que vivió alguna experiencia ingrata o desafectos lacerantes, pero ¿quién es profeta en su propia tierra?, ¿quién no ha deseado huir de las envidias, o de la invisibilidad de ciertos grupos o tendencias de tu propia vertiente? Es casi un camino imposible de no vivir. Y él con su frente y arte limpio ha logrado trascender con humildad.

Ética y política

«El débil es poderoso», una cita bíblica que enmarca su valor de ser honesto no como debilidad, sino como fortaleza. ¿Acaso es posible la construcción de una nueva sociedad mundial? Es una hermosa ingenuidad que los honestos deseamos. Acachetear sin signos de violencia sino como un despertar social donde la indignación resuene contra los burdos políticos y sus políticas. Pero sin serlos, ni embaucarse con ella.

¿Cómo lograrlo? Con la poesía. Y por ello, no deja de ser peligroso, como el poeta lo señala el caso de la Unión Soviética donde, en un tiempo, mandaban a prisión por un poema o hasta en la misma Venezuela, que fue causa del destierro de un poeta (pág. 45). Y es menos razonable, ensuciarse las manos, y marcarse por una eternidad reprobable, al inmiscuirse en la política como lo hizo Neruda y Horacio, donde Pérez Alencart, señala en su respuesta, a «no prestarse a ser mercenario al mejor postor», sino buscar siempre la libertad a todo precio y desde una ética humana (p. 46).

Por ello, su pensamiento ético, anula la mudez y, por lo tanto, esta no debe «yacer en la cuneta, cuando todo lo contrario con la poesía «puede dar mejores frutos». No lo determina como un asunto panfletario como suele suceder, ni como simple literatura, Debe verse como una «poesía vivida con motivaciones ordenadas para conmover al prójimo y ser bálsamo o un atisbo de futuro» (p. 128).

En medio de todas sus posibilidades no le tienta el poder. Como dice él mismo: «El poder flagela a la ética del hombre y eso disminuye sus convicciones acerca de lo justo». Y es limpio su pensamiento porque, cuando en las agrupaciones literarias alguien asume cuotas de poder, tiene grandes e injustas transformaciones y los movimientos de poetas se vuelven a un canibalismo poético, a un tráfico de influencias en editoriales, en encuentros o ferias. Y esto, es una crisis mundial (p. 132).

«Ser honesto es la debilidad que te hace fuerte». Una frase del poeta que fue pintada en un mural en su pueblo natal, Puerto Maldonado. Y que, por medio de Acción poética, fue puesta en Facebook y vista por casi sesenta mil personas. ¿Qué implica eso? Que la poesía entendible y clara puede llegar a muchas personas y eso nos importa, porque prefiero que impacte en el público y no solo en un salón de la Academia. Por supuesto, tiene su solidez y no por ello, es de baja calidad. Hay que seguir proponiendo, insistiendo que es en el corazón de las personas donde se debe llegar (p. 160).

Nos invita en algunas respuestas al tributo de poetas selectos: Darío, Unamuno, entre otros, que son homenajeados en festivales.

Concuerdo con su respuesta sobre el panorama actual de la literatura latinoamericana. Hay movimiento, viveza, diversidad temática y un espacio donde se está tallando el hueso del castellano con una fresca resurrección (p. 174). Agregaría que ya es visibilizada, que Centroamérica existe, que las mujeres latinoamericanas escriben, que ya no solo México y Colombia resuenan. Nuestro puente tiene portones desde Guatemala hasta Panamá. Y hay voces jóvenes muy renovadoras con el verbo y el juego lúdico, tan necesario para refrescar el idioma y la poesía desde las entrañas.

En su ideario hay una frase destacada: «La poesía es fuego y perfección: fuego porque quema todo aquello que es maleza; perfección, porque si lo decantado resulta genuino, servirá para frenar en algo el desmoronamiento del idioma».

Bueno, digamos que existe la perfección en el idioma, creo firmemente que el poeta construye, des-construye, habita y deshabita y, por lo tanto, puede ser imperfecta a veces, como lo es el ser humano y no para contradecir, sino para afirmar que el idioma por sí mismo se salva con el lector, renovando votos con los clásicos, pero teniendo apertura a nuevas maneras de comunicar.

Dicho por el poeta, «…escribir es una necesidad existencial, como el respirar. Escribir es una vocación, un ejercicio para purgar el espíritu...» (p. 230).

¿Poeta social?

Sí, es su contundente declaración. Escribe todo aquello que lo vuelve humano y sobre la dignidad del mismo hombre contra toda desigualdad y clamor. Y por eso, uno de sus ejes es la vertiente de San Juan de la Cruz, y es desde el pueblo natal de ese poeta místico que lo han incorporado recientemente a la Academia de Juglares de Fontiveros.

Dentro de su visión como abogado laboral, escribió empáticamente, en su libro Hombres trabajando sobre la desigualdad de salarios ante el costo de la vida, ante el consumo desaforado, le habla al trabajador que languidece en sus grilletes. Una tónica mundial, que hoy sigue vigente.

Insiste en ser un pirata de los buenos, aquel que navega sobre aguas profundas y lucha por la equidad y percibir una sensibilidad por el trabajador.

Una de sus respuestas sobre cuál era su defecto, que no lo veo como tal porque soy igual de asertiva, es según él «decir las cosas claras» (p. 83). Por supuesto, hoy hace falta transparencia, ser honesto cuando hay que hacerlo, decir las cosas como son, de frente, a la par de otra de sus virtudes, según su referencia, directo, pero con generosidad. El mundo tomaría otro rumbo si practicáramos un poco de eso.

Cuando nos referimos a su personalidad como poeta social, nos acercamos a sus creencias cristianas porque Cristo es su referente, lo llama «poeta-profeta a la intemperie» (p. 103). Y ciertamente el Mesías no tenía donde siquiera recostarse; sus bienaventuranzas son revolucionarias, sus actos milagrosos hacia los carentes de alimento físico como espiritual, su lucha social y liderazgo apostólico supera los ideales de Marx y Engels (p. 103), porque nadie olvida a Jesús enojado en el templo, golpeando las mesas de los saqueadores del templo. Esto le dice a él, que Cristo es su hermano, un poeta que lo sigue.

Hay claridad que no sigue teologías, sino dos mandatos específicos que predicó Jesús: «Amar a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a uno mismo». Dos principios universales resumidos en verdades, muy difíciles de cumplir para el mundo terrenal.

Reclama el «éxodo», del tráfico de esclavos de África por los que decían ser cristianos, protestantes y católicos. Y eso nos refresca las Guerras Santas y Cruzadas en nombre de Dios. Mucho han ensuciado el nombre divino por el deseo del expansionismo y el abuso de poder (p. 237).

Amor y Eros

Sobre el Eros, como lectura primaria en mi base religiosa, descubrí el Cantar de los Cantares, y no podía imaginarme algo tan hermoso cuando el rey Salomón expresa el deseo absoluto y ardiente de la Sulamita por su pastor, y utiliza de forma frutal, corporal todos sus deseos. Pues, comprendo el lugar que le da el poeta Alfredo al erotismo inspirado en esta canción superlativa, él muestra esa unicidad de cuerpo y alma, «esa brújula del deseo y su vértigo rojo» y lo más místico es ver ese gozo como sano y natural.

Recomiendo esa plenitud entre ambos amantes que se guardan como murallas y donde «el amor es más fuerte que la muerte». Hay suplicio, un llévame contigo, un huir, un correr, a tal punto que «se siente enferma de amor». Ese versículo donde dice: «Mi amado es mío y yo soy suya» es una invocación del amor eterno, tan irreal hoy día, tan frágil, y pasajero. El poeta Pérez tuvo la divina gracia de vivirlo con su princesa, su amada, su eterna amante que jamás será reemplazada y es allí, donde reside el arte poético místico del que mucho sabe porque lo vivió. Yo le digo que siga corriendo como gacela, como un ciervo joven, que aún lo es... sobre las montañas de especies. Que siga cantándole al amor y a esa pulsación que Dios ha inventado sobre nuestros cuerpos y almas.

Es contundente cuando se expresa: «No renuncio al Eros sagrado porque comprendo que es un fruto de la vida» (p. 124). Qué descubrimiento a mis 53 años estos criterios sobre los dones que, en lugar de tergiversarlos como pecado, podían ser recursos de alabanza y un despertar para muchas organizaciones religiosas que han forzado, ocultado y hasta castigado estas emociones poéticas.

Y claro me brinqué a otros temas, como el amor y la adultez, su invocación al amor con cánticos a su musa eterna, y exclusiva, que dice mucho de su forma de amar, muy hermoso.

En estos tiempos es necesario invocar al amor y hacerse fuerte en él. Se nota el gran amor y respeto por su amada esposa y su concepto de que todo en ella, era suficiente. La lealtad y fidelidad como una decisión de amor.

Debe ser difícil no tenerla en este momento. Creo que será la primera Navidad sin ella, pero es bueno reforzar ese luto, con otros afectos como el amor maternal y filial que sustentan y nutren. «Fe en el amor. Sin amor es imposible la esperanza» (pág. 243). Además, es abierto al amor carnal espiritualizado o al amor espiritual encarnado. Entre lo sacro y lo profano para ser… una sola carne. De esa forma relaciona el amor erótico bíblico para que nadie se escandalice y aprenda el bien amar (p. 280).

Hay un título referente que impacta: «El hombre resiste y se hace más fuerte en el amor, no lo olvidéis jamás», porque es definitivo y concuerdo. No se puede «concebir la vida solo desde la carnalidad y de lo material, está Dios, lo metafísico, y el amor conyugal». El respeto, ante todo, solucionar los problemas con besos y cariño. Siendo mi persona una poeta erótica siempre he sumado mi relación mística y física con la primera lectura del Cantar de los Cantares que fue, también, inspiración para muchas poetas como la costarricense Eunice Odio, a quién agradezco que haya mencionado por «su lenguaje como un anclaje duradero y la polisemia de sus textos».

Como he dicho, el ideario de Alfredo Pérez Alencart es extenso; se trata de un ser espiritual, moderado, creativo y sustancioso. Es muy amplia su producción en revistas, antologías, periódicos, encuentros, organizando eventos; incansable y productivo.

Él y su ocupación por el verbo y el amor —lleno de amigos traductores, ensayistas, encuentros de autores, múltiples formas de encontrarse a sí mismo en medio de otros—, hacen que su obra sea incluida en decenas de antologías, en decenas de traducciones, porque tiene imán, corazón, inteligencia no con fines egoístas comunes en la cátedra, sino inteligencia emocional que comparte y hace extensiva para que otros brillen más que su luz.

Asemejo el espíritu del poeta como esos hombres puente; esos hombres que interpretaron que el mundo es uno solo y que la poesía puede unirse sin pensar en continentes territoriales, sino en continentes humanos que se juntan y se fortalecen. Para esta otra aprendiz de poeta, me representa un orgullo poder conocerlo en este libro que responde a mis propias preguntas y me alerta, con humildad, sobre el trabajo que nos falta por transitar en este orden de cosas.