Esta mañana, mientras leía los escritos de la Mère, me encontré con: «Descanso en acción»; el tema central es la certeza.

…Y enseguida me catapulto a mi experiencia iniciática con Pilar, la siento palpitar en mi pecho, hasta volver a revivir en la piel, en los ojos del alma.

Aunque la Mère aclara que en la certeza reside el «descanso en la acción», para mí la certeza fue necesaria para la verdadera revolución.

Esto lo aprendí durante los años con Pilar, mi amada maestra y guía de los mundos sutiles. Vi su vida danzar al ritmo del tambor sagrado. Las palabras eran a menudo inútiles. Su ejemplo vivo fue la enseñanza más importante. En ella vivía la paz de quienes residen en el vientre de la Gran Madre.

¡Pilar tenía una certeza inquebrantable! Estaba segura de que a sus oraciones seguían respuestas, que a sus curas la sanación, a sus limpias la luz. Estaba segura de que al origen de todo estaba el amor, porque lo percibía —gracias a sus sutiles sentidos—, porque lo reconocía —gracias a su pureza—, porque lo acogía —gracias a su humildad—, porque lo regalaba —gracias a su consciencia—, porque lo vivió desde que ya no podía hacer otra cosa. Es una elección interna.

Es un pacto de unión con Dios.

Esto la hizo poderosa, creativa, en unión total con el ser supremo. Su confianza inquebrantable la guio a afrontar todo con serenidad y determinación. Inmersa en las tramas universales, no se detuvo en la objetividad de los hechos, veía más allá del velo, de la mera materialidad, y sabía muy bien que los planes divinos a veces son mucho más articulados que nuestra búsqueda de linealidad o de correspondencias. Ella curaba el alma, no sanaba el cuerpo. Ella tocaba cuerdas sutiles, no solo hablaba a las orejas. Y en ella la paz de saber que bailaba al ritmo de Dios, haciendo dono de sí misma, todo iría siempre según su voluntad. En esto la paz de la certeza.

Pilar en el amor de la Gran Madre se sentía salvada, como cada ser creado. Gracias a su integridad vivía el «descanso en la acción».

Las correspondencias en el camino espiritual son innumerables, ya sea en Asia o en América, ya sea en una u otra época histórica; pero esto no soy yo la primera en decirlo, muchos ya lo han dicho; todos los que recorren el camino del Espíritu y que con consciencia lo experimentan.

De los diálogos de la Mère

—¿Cómo se puede lograr el «descanso en la acción»?

—Esto proviene de una especie de certeza, una elección interna. Cuando se aspira a algo, si al mismo tiempo se es consciente de que la aspiración será escuchada y obtendrá la mejor respuesta posible, se establece una quietud en el ser, una quietud en sus vibraciones; mientras que en el caso de que quede una duda, una incertidumbre, cuando no sabemos qué nos llevará a la meta o si alguna vez la alcanzaremos o si habrá alguna forma de hacerlo, etc., entonces quedamos perturbados. Esta actitud crea generalmente una especie de pequeño tornado alrededor del ser que le impide recibir la verdadera respuesta. En cambio, si se mantiene una fe tranquila, si mientras se aspira se da cuenta de que no hay aspiración (naturalmente, aspiración sincera) que quede sin respuesta, entonces se está tranquilo. Uno aspira con el mayor fervor posible, pero no se queda en un estado de agitación nerviosa preguntándose por qué no obtiene de inmediato lo que se pide. Sabes esperar. En alguna parte dije: «Saber esperar es poner el tiempo en alguna parte». Esto es muy cierto. Porque en la agitación desperdicias todo tu tiempo, desperdicias tu energía y tus acciones. Estar muy quieto, tranquilo, en paz, con la confianza de que lo que es verdad sucederá, y si dejas que suceda, sucederá mucho más rápido. Entonces, en esa paz, todo va mucho mejor (Sri Aurobindo y Mère; Descanso y Relajación, pp. 23-24).