“El Dios que lo contemplaba todo, y también al hombre: ¡ese Dios tenía que morir!
El hombre no puede soportar que tal testigo viva”. Así habló el más feo de los hombres.

(Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra)

Existe poca certeza acerca del tiempo en el que Zoroastro o Zaratustra o, en persa moderno, Zartosht, vivió y murió, habiendo sido el profeta y maestro espiritual de la antigua religión persa. Reformó las concepciones del mazdeísmo considerándoselo el fundador del zoroastrismo. La hipótesis más aceptada es que quien fuera promotor de tal religión monoteísta vivió entre los siglos VII y VI a. C., siguiendo fuentes históricas, lingüísticas y arqueológicas; pero también hay posiciones extremas, deleznables, por cierto, que lo ubican hace más de ocho mil años. Con fundamentos culturales y también lingüísticos, se afirma, por otra parte, que vivió hace cuatro mil años1.

Sobre la naturaleza de sus reformas, existen contenidos discutibles sin consenso académico. Si bien es recurrente considerar a Zaratustra el profeta del monoteísmo, también se señala que su concepción religiosa cosmológica no desdeñó el dualismo prevaleciente en su tiempo, dando lugar a predicar el enfrentamiento del bien, representado por Ahura Mazda, contra el principio del mal, cristalizado en Ahrimán.

La especialista en zoroastrismo, Mary Boyce, enfatiza el monoteísmo de Zaratustra como contrario a las creencias religiosas de su tiempo. Ahura Mazda sería el único dios supremo, creador y fuente del bien. Sin embargo, el principio del mal subsistiría como no creado, dando lugar a la lucha contra el bien, generándose una visión dualista, no de complementariedad interdependiente y equilibrio dinámico, como, por ejemplo, en el taoísmo del yin-yang2 o en el confucionismo, sino como conflicto cósmico y ético, de la luz contra la oscuridad.

Los textos de Zaratustra, especialmente los Gathas y el Avesta3, dan lugar a que Ahura Mazda tendría preeminencia y soberanía sobre sus dos hijos gemelos. Como principios, benéfico y maléfico, Spenta Mainyu y Angra Mainyu (Ahriman), respectivamente, constelarían en el zoroastrismo la oposición entre lo benéfico y lo destructivo. Quedan subordinados a Ahura Mazda, generando opciones morales de encaminarse por el bien o el mal.

Por su parte, Mircea Eliade, estudiando también fuentes sagradas como los himnos de los Gathas y otros textos antiguos zoroástricos -con investigaciones históricas comparadas, evidencias arqueológicas, inscripciones y tradiciones orales del contexto- señala los cambios motivados por el profeta en prácticas y creencias anteriores, purificándolas. Transformó los cultos orgiásticos y de sacrificio, introduciendo valores éticos dualistas y puritanismo ritual4.

Explicitar la religión dualista con un dios supremo tendría la finalidad, según Mircea Eliade, de que Zoroastro subraye el libre albedrío. Por cuanto la existencia y el poder del mal en el mundo serían incuestionables, los seres humanos tendrían la responsabilidad de elegir lo bueno o lo malo, siendo parte de tal lucha, lo que les brindaría o no, la salvación, contribuyendo o no a la purificación del cosmos y acercando o no el mundo al final teleológico con el triunfo definitivo del bien.

Según el especialista rumano, la reforma religiosa de Zaratustra, la cosmología zoroástrica, periodiza el tiempo y el mundo, orientando el devenir hacia la purificación final que restaura la perfección universal derrotando al principio del mal. Esto se anticipa con el libre albedrío que moralmente desprecia el mal, consumándose, cosmológicamente, la victoria teleológica de Spenta Mainyu sobre Angra Mainyu.

Las enseñanzas de Zoroastro establecen la división de la historia del mundo en períodos de tres mil años, protagonizándose la lucha constante del bien contra el mal. Se trata de la competencia por el dominio y el control de las almas de los seres humanos y por el destino del mundo. Tal ciclo muestra la alternancia de la victoria de un principio y, después, la victoria del otro principio en el siguiente lapso, hasta que finalmente en el último ciclo el bien triunfa definitivamente, renovando y restaurando el orden del mundo.

En cada ciclo, el hombre debe decidir libremente apoyar al bien con sus pensamientos, palabras y obras, determinando el destino de su alma. La alternancia llega al final cuando se consolida la visión teleológica del zoroastrismo con la victoria última de lo bueno. En tal destino cósmico y ético, un salvador mesiánico pondrá fin a la maldad, entretanto se consagrará la moral del mundo y de la humanidad.

Los escritos de Zoroastro evidencian que la creación efectuada por Ahura Mazda, dios supremo, eterno, único e inmaterial, del mundo, la humanidad y lo bueno, no habría sido ex-nihilo. Tampoco se trata de una teología henoteísta, según la que existiría un dios principal en un panteón de otros, secundarios. Tanto la creación zoroástrica como el problema teológico monoteísta de la existencia del mal con un dios omni-benevolente, se resuelven aseverando que emanaría de Ahura Mazda una manifestación volitiva de inteligencia pura y sabia: el orden de los espíritus gemelos.

Tampoco la creación zoroástrica es panteísta ni de acción divina ordenadora del caos preexistente. Ahura Mazda no se crea a sí mismo de la nada, ni se presenta como idéntico al mundo infinitamente (hinduismo, taoísmo o la filosofía de Baruch Spinoza5). Dios es superior a lo creado, no es un demiurgo que ordena el caos primigenio (platonismo6, gnosticismo y cosmologías nórdica y egipcia). La creación de algo distinto de Dios, el mundo, es intencional y consciente: acto de sabiduría suprema que prevé la libertad del hombre y la legislación sobre sus opciones morales.

No se trata del monoteísmo ético, sino del dualismo espiritual y moral que genera la opción humana de preferir la bondad, la luz, la vida y la verdad, alineándose con el principio del bien. Es usual presentar la lucha contra el mal como el enfrentamiento entre Ahura Mazda y Ahrimán, pero esto no es unánime. La prédica de Zoroastro se interpreta como la lucha entre los gemelos de Ahura Mazda: Spenta Mainyu y Angra Mainyu. No es sostenible que Dios haya creado el mal, aunque sea real, activo y cosmológicamente combatido. Consubstancial a Ahura Mazda existiría la ley del Asha (“ley divina natural” o “plan cósmico general”). Son los mandatos eternos de Dios, fundamentos del mundo, expresivos de su voluntad y esencia, consonantes con la verdad, la justicia, el orden, lo correcto y la rectitud. Incluyentes de la lucha contra el mal, diseñan la libertad moral y la purificación total del mundo.

El zoroastrismo ha tenido una notable influencia sobre contenidos sustantivos de las religiones del desierto7: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Destaca, en primer lugar, la concepción monoteísta, arguyendo la primacía de un dios creador; sin embargo, esta idea se correlaciona con el dualismo cósmico y ético que expresa la oposición y lucha de los principios y de las opciones humanas morales en conflicto. Otras ideas de Zoroastro que influyeron sobre las religiones monoteístas son las siguientes: la suposición de la justicia divina con recompensa o castigo, el juicio individual y el juicio final universal; las nociones de cielo e infierno y la vida eterna; la suposición de la resurrección de los muertos y la unión del alma y el cuerpo. Teológicamente, el zoroastrismo explicitó teorías fundamentales como la teleología y la escatología; la angelología y la demonología; además de la figura del mesías salvador, expresada en Saoshyant, un renovador cósmico de la religión y un justiciero de la humanidad que renovará el mundo, derrotará al mal definitivamente y resucitará a los muertos.

Varios contenidos del zoroastrismo influyeron sobre otras religiones. Cabe referir, por ejemplo, sobre las concepciones gnósticas y esotéricas, la influencia en tradiciones religiosas de Asia Occidental y Central e incluso sobre el budismo. En particular, fueron influyentes las ideas dualistas, escatológicas y angelológicas; la lucha cósmica entre el bien y el mal; la esperanza de salvación y la purificación en el infierno; además de las prácticas rituales basadas en la pureza y la rectitud moral, instituyendo el fuego como símbolo sagrado. Entre los griegos, las críticas de Zaratustra influyeron para cambiar el contenido extático de rituales sangrientos con prácticas orgiásticas que incluían el consumo excesivo de brebajes preparados con haoma, planta alucinógena para la posesión espiritual8.

Respecto de la influencia del zoroastrismo sobre la filosofía occidental, sin duda que el pensador más conspicuo fue Friedrich Nietzsche, por su obra de 1883 titulada: Así habló Zaratustra. Antes de él, sin embargo, Arthur Schopenhauer mostró su admiración por las doctrinas orientales y, en particular, por Zoroastro; aunque sus escritos al respecto son breves, contextualizándolos en el despliegue histórico de las religiones y la filosofía oriental, comparándolos con su especulación sobre la voluntad.

El Zaratustra de Nietzsche es sustantivamente diferente al Zoroastro real. En la novela del escritor de Röcken, es un personaje literario con un denso simbolismo filosófico y religioso, opuesto a la prédica del Zoroastro real, mostrándolo con absoluta arbitrariedad, como el portavoz de la conciencia poética trágica del autor. Difunde sus ideas, critica como escéptico la moral tradicional y ensalza cosas grandes, como que “Dios ha muerto”, que el superhombre9 es un ideal y que es ineluctable el eterno retorno10, cantado como la totalidad que se repite en lo grande y en lo pequeño.

Notas

1 Cf. los primeros capítulos del libro de Mary Boyce, A History of Zoroastrianism. Vol. 1, titulado: “The Early Period”, publicado por la editorial Brill Academic Publishers, en Leiden, reimpreso en 1996.
2 El yin-yang es la armonía complementaria de los contrarios, con la luz conteniendo a la sombra y viceversa. El I Ching o libro de las mutaciones muestra desde hace cuatro mil años, por ejemplo, que las oposiciones fuerza-debilidad, alto-bajo, rigidez-flexibilidad, representadas con líneas continuas y quebradas, forman un todo armónico en el Tao como principio universal. El equilibrio moral aúna la luz y la oscuridad, la actividad y la pasividad, lo masculino y lo femenino; sin forzar ni alterar el flujo energético. La ética taoísta busca la armonía en un todo integrado y dinámico, valorando la sencillez, la humildad, la flexibilidad y la aceptación del cambio. Véase de Jean Cooper, Yin y Yang: La armonía taoísta de los opuestos. Trad. Rafael Lassaletta, Editorial Edaf, Madrid, 1986.
3 Véase la primera parte del libro Avesta: Textos del mazdeísmo. Trad. Juan Bautista Bergua. Ediciones Ibéricas, Colección La crítica literaria. Madrid, 1992. Después de medio milenio de componerlos, se compilaron los 17 himnos denominados Gathas, parte importante del zoroastrismo. Están reunidos en cinco cantos llamados yasnas, incuestionablemente de Zaratustra. Expresan oraciones, alabanzas, enseñanzas sobre las virtudes y la lucha del bien contra el mal. Instan a la vida según el orden divino, la luz y la sabiduría, contra la oscuridad y la mentira. Cf. Gatha: El primer tratado de ética de la humanidad. Trad. Nazarín Amirian, Ediciones Obelisco, Barcelona, 1999.
4 Véase el Tomo II de Historia de las creencias y de las ideas religiosas, titulado: De Gautama Buda al triunfo del cristianismo. Trad. Jesús Valiente Malla. Paidós, Barcelona, 1986, pp. 127 ss.
5 Véase la primera parte de Ética demostrada según el orden geométrico. Trad. Atiliano Domínguez. Editorial Trotta. Madrid, 1990. Según el panteísmo de Spinoza, Dios y la naturaleza serían la misma sustancia infinita. Pero hay autores que interpretan al filósofo de los Países Bajos como panenteísta, esto es que, aunque todo esté en Dios, Él no se agotaría en el mundo ni en la suma de detalles.
6 Timeo. En Diálogos VI: Filebo, Timeo y Critias. Trad. Francisco Lisi, revisada por Carlos García Gual. Editorial Gredos, §§ 27d–47e, pp. 170-97. Madrid, 1992. Platón estuvo influido por la cosmogonía griega arcaica que refería el huevo originario y el caos primordial.
7 Se llaman así porque el desierto fue el contexto geográfico en el que surgieron y se consolidaron en el sur de Palestina, el norte de Arabia y el Sinaí. Los pueblos nómadas que desarrollaron las religiones del desierto les dotaron de contenidos culturales y espirituales en un escenario de revelación, prueba y elección. Se trata, exclusivamente, de las tres religiones monoteístas que ostentan fuerza histórica y teológica, basadas en la fe de Abraham y que, metafóricamente, refieren una relación austera y dura con la divinidad, como es la aridez del desierto.
8 El zoroastrismo actual reivindica la planta efedra con la que prepara haoma (“hum” u “homa”). La palabra Ahoma refiere también la divinidad. Los ritos zoroástricos incluyen el brebaje estimulante y alucinógeno, asociado en la antigüedad con la curación, la vitalidad y la conciencia espiritual.
9 No hay evidencia de que Nietzsche leyó los Gathas, habiendo escrito lo siguiente del superhombre en Así habló Zaratustra: “El superhombre es el sentido de la tierra [...] ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobrenaturales! El superhombre es […] el cuerpo […] que despertó de la tierra […] el que oyó hablar al vientre del ser”. Trad. Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial. Véase, respectivamente, el Frag. III de “El preámbulo de Zaratustra” y “De los creyentes en ultramundos”. Madrid, 2002.
10 Sobre el eterno retorno, Nietzsche escribió en La Gaia ciencia: “Suponiendo que un día, o una noche, un demonio te sigue a tu soledad última, y te dijera: esta vida, tal como la has vivido y estás viviendo, la tendrás que vivir otra vez, otras infinitas veces; y no habrá en ella nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida te llegará de nuevo, y todo en el mismo orden de sucesión […] ¿qué categóricamente tendrías que llegar a decir sí a ti mismo y a la vida para no aceptar nada más anhelosamente que esta ratificación última, eterna?. Trad. Pedro González-Blanco & Luciano de Mantua. Editorial José de Olañeta, Aforismo N° 341, Palma de Mallorca, 2019.