Para Juan aquellos días estaban siendo una repetición de imágenes hiperbólicas sin demasiado sentido entre sí. Las pseudonoticias catastrofistas, la épica discusión entre Ramírez Hernández y Hernández Ramírez por el color del pelo de la ministra del Sexo de los Ángeles, un gol que no fue gol, pero luego sí y luego no, y el vídeo viral de un golden retriever con gafas de sol le habían aturdido y chamuscado sus cínicas antenas.

A pesar de ello y como de costumbre, Juan se encontraba absorto en sus pensamientos y en sus dilemas político-existenciales. Mientras tomaba el Sol, prendió un cigarrillo y observo el lento vagar de los seres humanos. «Parecen hormiguitas, bueno, o parásitos. Al fin y al cabo, trabajan para un parásito, cuidan de los parásitos de sus hijos y parasitan la salud psicoafectiva de su cónyuge, sea cual sea su género. Por no hablar de que cohabitan en espacios cada vez más reducidos y cada vez se mueven más por las bajas pasiones. Bah, pero las hormigas cooperan. Estos ni siquiera».

Tras el análisis sociológico enfocado a la entomología, Juan escuchó el lento goteo del grifo del baño, el cual parecía un bucle infinito, un bug. «Lo dejé mal cerrado, menudo subnormal estoy hecho. Bueno, me pondré a leer Twitter mientras me tomo otra copa. Leer y tomar, tomar y beber. Total, poco tengo que hacer». No parecía una buena forma de comportarse y percibirse a uno mismo y menos a los 45, obeso, con lesiones en el protórax, mesotórax, el ala superior y sin trabajo. Se había ido deteriorando en el último lustro, ya no era la mantis graciosa que animaba los festejos en los pastizales. A pesar de ello, aún guardaba algún amigo que de higos a brevas se acordaba de su infame existencia. Esta vez le tocó a Lucía vía WhatsApp:

«Juan, hazte LinkedIn que hueles a tabaco, esmegma y a Barceló desde el teléfono. No te eches a perder más. Encuentra dinero pronto que por lo visto se va a liar muy parda en 0».

Esbozó una muesca socarrona y sarcástica. «Que se va a liar parda, dice. Ni cuando pillábamos porros y se acercaban los maderos se ponía tan críptica. La madre que la parió. Igual se refiere al virus ese que viene de China o algún bombazo tonto inminente de algún genocida. Todo puede ser».

Debía ser marzo cuando Juan encontró trabajo de segurata porque se alternaban días de frío extremo con días agradables de primavera. Sea como fuere, su trabajo alienante le permitía sobrevivir a duras penas. «Señora, pare, no se lleve eso. Caballero, compórtese. No, no es por ahí. Caballero, no se lleve esos yogures. Niño, no…». No era su trabajo más deseado, pero el dinero lo merecía y no quedaba otra.

Entre suspiros, sinsabores y vacíos existenciales varios, nuestro héroe reflexionaba: «Mi vida se circunscribe del trabajo a casa y de casa al trabajo se decía para sí. Marcho del habitáculo grande al habitáculo chico. No hago otra cosa, pero, supongo que es lo que hay que diría cualquiera. Bueno, hoy toca tarde de estar contentillo viendo el circo geopolítico. Pondré un rato a Aurelio Antenas a que me diga qué es buen periodismo y ya decidirá mi paladar cuantos grados en la Escala Richter de propaganda tiene su información. Um…, hoy la manipulación está exquisita, la verdad, aunque parece que lo del virus ese va en serio, por una vez, al menos».

El narrador poco conoce sobre la sucesión de acontecimientos posteriores en la anodina vida de Juan. Supone que hubo más alcohol, más tiempo de estar en casa, ver Twitter y currar de segurata y vuelta a empezar. Solo recuerda en esta historia un viejo diario destartalado repleto de rastros de comida y cerveza que encontró Lucía que decía así:

Día I: Habitáculo de 4x4. Respiro pseudoaire. ¿Qué norma me he perdido hoy? Jadeo, agobio. Habitáculo de 20x20, 8 horas. 900 muertos. Habitáculo de 4x4. Ronquidos.

Día II: Habitáculo de 4x4. Respiro pseudoaire. ¿Qué norma me he perdido hoy? Me lavo el cerebro a través de los ojos. Habitáculo de 20x20, 8 horas, 750 muertos. Habitáculo de 4x4. Insomnio.

Día III: Habitáculo de 4x4. Respiro pseudoaire. ¿Qué norma me he perdido hoy? Me asomo al balcón, aplaudo y ahora soy policía. Habitáculo de 20x20 y hoy no estamos ni 20 personas en el trabajo. 800 muertos. Habitáculo de 4x4. Debería sonreír y bailar. Ansiedad.

Día IV: Habitáculo desconocido. 2 camas. Pitidos. Blancura. Guantes. Barullo. Lamentos. Cuento hasta 10. He perdido la paciencia y la esperanza. El bicho me acaba, el ‘bug’ se termina.