El hongo tiene una magia de color y se posesiona donde menos se espera. Este ha generado mitos sobre sus poderes de bien y de mal. Y se ha ganado el título de sobrevivencia con mucho sentido de admiración debido a su aparición espontánea y crecimiento donde menos pensamos.

Puedo decirlo así:

Sigiloso azul o rojo nocturno,
inerte de permanencia,
carece de éxito por el día en que, así como nace,
así es como muere.
El bosque lo aplaude por su escondite y lo olvida por su brevedad.

La prehistoria da antecedentes de que el hombre y el hongo son una comunidad estrecha. No solo por su uso medicinal o alucinógeno, sino por su uso espiritual.

La metáfora donde los relaciono tiene que ver con su poca vida o permanencia y su fragilidad a pesar de su atractiva belleza, casi un imán para los ojos atentos a lo nimio.

El éxito tiene un esplendor semejante. Una relación de comuna entre el hombre y lo que logra triunfar. La lucha entre la luz, lo opaco y la total oscuridad.

¿Por qué lucha entre la luz? Porque el brillo da similitud de nacimiento, de esplendor, de ser más luminiscente, como un hongo único del bosque. Y hay miles de personas que se otorgan ese título de «exitosos» por creerse demasiado en la luz y puede ser necesaria para la funcionalidad, pero medible, balanceada y que la palabra —éxito— sea una banderilla de salida hacia los otros, los que logran el éxito en uno y no por uno.

¿Por qué lucha entre lo opaco? Porque a medias tampoco pretendemos brillar; la falta de efectividad, de saber que existe lo mediocre, lo ufano de la nada, y que el conformismo es que sea una simple visión de ver un hongo bello entre lo cotidiano y no darle el significado que merece. Tal como dice el dicho «que, a medias, nada».

¿Por qué lucha entre la total oscuridad? El éxito ciego, no deja ver la permanencia, el hongo es efímero, y fácil de derruir, así, lo es el éxito, una fuerza de gravedad donde hoy hay luces y, mañana, te acompaña la total oscuridad. Y este apartado es donde me ubico.

¿Para qué sentirnos más que lo demás, si somos un simple hongo de bosque? Es hermoso, funcional; puede ser significativo, pero el ser humano olvida su breve permanencia en este mundo. Su limitante existencia. Su preocupación innecesaria. El hoy puede ser el fucsia hongo que doy al mundo, pero todo ese brillo tiene un precio, una consecuencia. Porque es sencillo pensar que un día podemos serlo, pero porqué la ironía del siempre. Cuando se reconocen actos asombrosos, sea en las ciencias como en las artes, el producto es el fin, no la persona. El arte o el descubrimiento permanecerá lineal en la historia. El hombre creador, inventor debería ser un segundo acto, una segunda mirada, no la continuidad de su ser, sino de su obra.

Con ello, no es que no se pueda honrar, dar por merecido el trabajo de alguien. Pero a sabiendas de que todo pasa, de que nada es para siempre, más sí lo que dejamos allí como obra, producto, enseñanza o esencia.

La palabra clave para que no se nos suba el éxito al borde de nuestro comportamiento, es el balance, reconocer que somos migrantes de la vida, que podemos auto valorarnos no como mejor que los demás, sino como seres que merecemos esos estados del hongo que brilla pero que son perecederos.

Termino:

Y fui el hongo de lo fútil,
pequeñito en el escondrijo del árbol
donde se posa una luciérnaga,
o la mariposa nocturna que se sostiene de sí
contra la noche y la humedad.
Bello soy para iluminar,
bello soy para lo impetuoso,
y bello para morir
sabiendo que dejé…
alguna luz por el camino.